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Lo que aún debemos a los héroes de junio

Cada aniversario de las gestas de junio entraña un compromiso como si fuera el primer acto de homenaje a quienes tienen un sitial singular en nuestra historia contemporánea.

Esto es así no para imprimirle un carácter fastuoso a la actividad, sino por la dimensión histórica de la Raza Inmortal y porque sus ideales están pendientes de materializarse en una sociedad considerada en retroceso.

Tanto es así que en vez de hablarse de conquistar los ideales pautados en el programa de los expedicionarios,  es más frecuente escuchar que se debe frenar la involución de valores y rescatar logros considerados por que se creían “irreversibles”
A los caídos en Maimón, Estero Hondo y Constanza debemos dimensionarlos a la altura de su sacrificio, sin reducir sus propósitos o dejarlos como simples enunciados en un papel.
La misión que su memoria reclama está entonces vinculada con la inaplazable necesidad de cambiar el derrotero de la regresión que acogota nuestra sociedad.
En tal sentido, no se trata de reacciones individuales, ni de limitar la causa a un “cumplido” de lealtad patriótica “genérica”.
Debemos aquilatar  que la bandera de los sacrificados en 1959, fue recogida y enarbolada por los innumerables luchadores que desafiaron el terror trujillista en la clandestinidad y que el significado del 30 de mayo fue abrir una compuerta histórica para continuar la lucha bajo nuevas coordenadas y metas sociales.
De aquí la importancia de reconocer el extraordinario papel jugado por la generación dominicana de la década del 60. Implicaría incluso el debido recuento y las reflexiones necesarias.
En el caso dominicano, esas reflexiones suponen ventilar el estallido de Abril en su antes y después.
Mientras tanto, quienes valoran con profundidad el sacrificio de la Raza Inmortal, no pueden reproducir expresiones como esta: “su lucha valió pena”.  
El pueblo dominicano pagó un precio demasiado alto en vidas y sacrificios buscando un destino de dignidad y justicia social, mientras la politiquería y la partidocracia afianzan su incautación del país.  
Es totalmente falso que los sueños de la Raza Inmortal se concreticen en la imperante caricatura de estado de Derecho.

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