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Los Premios Platino, cuando el poder mediático resulta tóxico

Tras el montaje del evento, cuando han terminado los números musicales, una vez que se entregó la última estilizada estatuilla con esta mágica mujer sosteniendo el mundo, cuando se captó ya la última imagen en la alfombra roja y cuando se han ido por la puerta del fondo las atenciones y los protocolos de, recibimiento y despedida, al evaluar ciertos partes de prensa de diversos medios destinados al público que tienen una curiosa forma de enfocar lo ocurrido, no hay forma de entender, sobre todo porque lo que se refiere es tan curiosamente distanciado de la realidad, en una mezcla curiosa de ejercicio de amarillismo farandulero, de amargura existencial, de percepciones signadas por quien sabe cuáles sentimientos, frustraciones o inadaptados rumbos.

En esas circunstancias, tiene algún valor haber estado allí. Nadie te puede contar nada que no sea, con el riesgo de hacer la diferencia entre la verdad y la mentira, entre las interpretaciones variopintas signadas quien sabe cuáles por cuáles complejos de personalidad y el simple deseo de resaltar.
La valoración de los Premios Platino puede dirigirse a tres frentes: las posturas frente al veredicto, la ceremonia en sí misma, que implica actuación de los presentadores, de los artistas, los parlamentos y las directrices del libreto y los aspectos logísticos: la sede lugar del evento y los protocolos de manejo de los invitados y los medios que cubrirían el montaje.
Una parte de los contenidos publicados tras la ceremonia sirve la documentar ese pocas veces referido poder toxico de medios que retozan con los hechos y vanalizan carreras o instituciones empeñadas en un propósito tan crucial como el de dar al cine iberoamericano una marca común y a sus talentos, el renombre de un sistema de estrellas, tal cual ocurre con el quehacer audiovisual de Asia o Estados Unidos, pasando por Europa.
De lo mucho que se ha escrito, nos llaman la atención, dos piezas.
Al día siguiente de los III Premios Platino, el lunes 24 de julio, el diario El Mundo, de España, con la firma de Iván Gallo, se publica una crónica con el llamativamente titular: La desteñida ceremonia de entrega de los Premios Platino, en la cual, (resumimos), se plantean, para justificar su postura sobre “el fracaso del ceremonial” estas joyas:
    1    Que fue celebrado el ceremonial durante la temporada baja de Punta del Este, por lo que no había mucha gente haciendo turismo. “El frío polar ha convertido el balneario en un desierto”.
    2    Que no había fans pidiéndole autógrafos a Ricardo Darín.” “Este no habían fans esperando por una fotocon Ricardo Darín, Paulina Rubio o Guillermo Francella”. Añade que “Los indígenas Niblio Torres y Karamakate, protagonistas de ‘El Abrazo de la Serpiente’, la película que con siete premios se convirtió en la gran ganadora de la noche, pasan desapercibidos”.
    3    Que Rigoberta Menchú era un ser impropio del ambiente: “Rigoberta Menchú se pasea un poco perdida en un evento “La Nobel es una criatura extraña en la red carpet”.
    4    Cuestiona el total de 7 premios que se llevó El Abrazo de la Serpiente, en detrimento, por ejemplo,  de El Club, del chileno Pablo Larraín.
    5    “El avistamiento de las ballenas y la entrega de los premios Platino son los dos hechos que perturban la tranquilidad invernal de Punta del Este.”
Hay otras afirmaciones, en algunas de las cuales puede haber razón, como en lo inoportuno de los chistes contra Donald Trump, a la usanza de otros premios respecto de los cuales Los Platino deben diferenciarse, si aspiran a un perfil propio. Pero vayamos por parte y a destajo, como el descuartizador renombrado:

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