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El viacrucis de la frontera

La situación que se registra en la frontera de República Dominicana con Haití se convierte poco a poco en un gran dilema que, al final se llevará el nombre y el valor de muchos políticos, autoridades civiles y militares, así como la operatividad municipal, por su indiferencia.

Nadie quiere dar la cara ni asumir responsabilidad en el problema. Todos quieren jugar al gato y el ratón, agobiados por las presiones internacionales, por los negociantes internos y por el clientelismo político.

Pero de seguir así, al final del camino perderemos todos, porque nos dejarán sin país, sin leyes, sin paz, sin economía y sin vida propia, incluso corremos el riesgo de tirar por la borda los intereses de Nación y con ello, la tan anhelada soberanía.

Por la frontera con Haití entra de todo y todo pasa sin que nos interesen las consecuencias, la migración extranjera irregular, de ese mismo país y de otras latitudes, que aprovechan la falencia que allí se registra, para ejercer la trata de personas, traficar con armas, drogas, productos alimenticios y de otras especies, afectando el correcto desempeño de nuestra maltrecha economía.

Nadie comprende la rezón de este viacrucis, si se cuenta con una Ley migratoria general, las disposiciones legales contenidas en la decisión constitucional 168-13 y el posterior salvo conducto contenido en la 169-14, y todavía quieren más con la espantosa propuesta de la Junta Central Electoral.

No entendemos la razón por la cual no hacemos nada, si Francia, Canadá y Estados Unidos, de cuya presión hemos sido víctimas constantes están expulsando a los inmigrantes indocumentados y endureciendo sus leyes para establecer mayores controles.

Tampoco entendemos el por qué no ocurre nada aquí, si Brasil, Argentina, Chile, Trinidad y Tobago entre otras otrora protectoras, están tomando duras medidas para disminuir la inmigración de extranjeros, sobre todo, de aquellos que nada aportan a su economía interna.

¿Cuál es el miedo aquí, por qué no decirle que no a la ONU, a la Unicef y a cualquier otra organización o agencia que intervenga, si realmente somos soberanos y podemos tomar medidas para regular la abusiva inmigración ilegal que se lo traga todo y nos deja sin nada?

La advertencia está hecha, si realmente queremos o no una patria soberana, libre e independiente como plantearon nuestros libertadores, es tiempo de pensarlo y actuar contra los verdaderos beneficiarios del caos, de lo contrario, que la historia nos juzgue.

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El viacrucis de la frontera

La situación que se registra en la frontera de República Dominicana con Haití se convierte poco a poco en un gran dilema que, al final se llevará el nombre y el valor de muchos políticos, autoridades civiles y militares, así como la operatividad municipal, por su indiferencia.

Nadie quiere dar la cara ni asumir responsabilidad en el problema. Todos quieren jugar al gato y el ratón, agobiados por las presiones internacionales, por los negociantes internos y por el clientelismo político.

Pero de seguir así, al final del camino perderemos todos, porque nos dejarán sin país, sin leyes, sin paz, sin economía y sin vida propia, incluso corremos el riesgo de tirar por la borda los intereses de Nación y con ello, la tan anhelada soberanía.

Por la frontera con Haití entra de todo y todo pasa sin que nos interesen las consecuencias, la migración extranjera irregular, de ese mismo país y de otras latitudes, que aprovechan la falencia que allí se registra, para ejercer la trata de personas, traficar con armas, drogas, productos alimenticios y de otras especies, afectando el correcto desempeño de nuestra maltrecha economía.

Nadie comprende la rezón de este viacrucis, si se cuenta con una Ley migratoria general, las disposiciones legales contenidas en la decisión constitucional 168-13 y el posterior salvo conducto contenido en la 169-14, y todavía quieren más con la espantosa propuesta de la Junta Central Electoral.

No entendemos la razón por la cual no hacemos nada, si Francia, Canadá y Estados Unidos, de cuya presión hemos sido víctimas constantes están expulsando a los inmigrantes indocumentados y endureciendo sus leyes para establecer mayores controles.

Tampoco entendemos el por qué no ocurre nada aquí, si Brasil, Argentina, Chile, Trinidad y Tobago entre otras otrora protectoras, están tomando duras medidas para disminuir la inmigración de extranjeros, sobre todo, de aquellos que nada aportan a su economía interna.

¿Cuál es el miedo aquí, por qué no decirle que no a la ONU, a la Unicef y a cualquier otra organización o agencia que intervenga, si realmente somos soberanos y podemos tomar medidas para regular la abusiva inmigración ilegal que se lo traga todo y nos deja sin nada?

La advertencia está hecha, si realmente queremos o no una patria soberana, libre e independiente como plantearon nuestros libertadores, es tiempo de pensarlo y actuar contra los verdaderos beneficiarios del caos, de lo contrario, que la historia nos juzgue.

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