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Comunidades de Valle Nuevo: entre desolación e impotencia

Ahora hasta para salir y entrar de las zonas donde muchos de ellos tienen sus hijos, primero tienen que someterse a un chequeo y a la pregunta obligada de los retenes militares de, ¿para dónde va?”.

VALLE NUEVO.- Los niños juegan entre sí, saltan de un lado a otro, sin percatarse del drama que viven sus progenitores, al éstos no poder cultivar las tierras que desde hace mucho los alberga y los nutre.
Ahora se enfrentan al dilema de aceptar las ofertas de un salario de RD$7,500 mensuales que les hace Medio Ambiente, o abandonar pura y simplemente el Parque, ante la imposibilidad de seguir sembrando, como lo estaban haciendo aun después de que se venciera el plazo de 120 días que les dio el organismo estatal para cesar las labores agrícolas y ganaderas en lo que se considera el principal pulmón ecológico del país: el Parque Nacional Juan Bautista Pérez Rancier.
Los campesinos se notan desorientados. Se concentran como forma de presionar a las autoridades, como lo hicieron el mes pasado al bloquear la carretera General Duvergé, que conduce a Valle Nuevo y otros puntos del país, y como lo hicieron en estos días en la comunidad de El Castillo, y se desmovilizan por su cuenta al no encontrar eco en sus reclamos por parte del Gobierno, del que demandan soluciones razonables a sus problemas.
Los más jóvenes caminan en el mismo círculo del patio de las casuchas, en tanto que los mayores se sientan en las grandes piedras que sirven de banquetas, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el horizonte, tal vez cavilando cuál será su suerte, al quedar imposibilitados de producir lo que antes era su medio de sustento: la agricultura.

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Comunidades de Valle Nuevo: entre desolación e impotencia

Ahora hasta para salir y entrar de las zonas donde muchos de ellos tienen sus hijos, primero tienen que someterse a un chequeo y a la pregunta obligada de los retenes militares de, ¿para dónde va?”.

VALLE NUEVO.- Los niños juegan entre sí, saltan de un lado a otro, sin percatarse del drama que viven sus progenitores, al éstos no poder cultivar las tierras que desde hace mucho los alberga y los nutre.
Ahora se enfrentan al dilema de aceptar las ofertas de un salario de RD$7,500 mensuales que les hace Medio Ambiente, o abandonar pura y simplemente el Parque, ante la imposibilidad de seguir sembrando, como lo estaban haciendo aun después de que se venciera el plazo de 120 días que les dio el organismo estatal para cesar las labores agrícolas y ganaderas en lo que se considera el principal pulmón ecológico del país: el Parque Nacional Juan Bautista Pérez Rancier.
Los campesinos se notan desorientados. Se concentran como forma de presionar a las autoridades, como lo hicieron el mes pasado al bloquear la carretera General Duvergé, que conduce a Valle Nuevo y otros puntos del país, y como lo hicieron en estos días en la comunidad de El Castillo, y se desmovilizan por su cuenta al no encontrar eco en sus reclamos por parte del Gobierno, del que demandan soluciones razonables a sus problemas.
Los más jóvenes caminan en el mismo círculo del patio de las casuchas, en tanto que los mayores se sientan en las grandes piedras que sirven de banquetas, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el horizonte, tal vez cavilando cuál será su suerte, al quedar imposibilitados de producir lo que antes era su medio de sustento: la agricultura.

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