Publicidad
Imprimir esta página

Sálvese quien pueda

Durante décadas, las autoridades han dejado crecer tanto el caos en el tránsito de vehículos por las vías públicas, que el orden ya parece insalvable.

Todos sabemos que vivimos ya en una selva insufrible urgida de intervención, pero estamos envenenados de indiferencia. Asumimos la situación como normal y salimos a las calles a pulsear, a burlarnos de las demás personas, sin reparar en que nos hemos graduado con honores como asesinos del volante y representantes de la vergüenza para el mundo.

Y tan poco que cuesta cambiar el rumbo negativo.

Solo hay que preguntarse por el precio de varios puestos de control del tráfico con velocidad controlada por radares en las principales carreteras del país. Por la inversión para que agentes vigilen a los chóferes de vehículos pesados (pataneros, guagüeros, camioneros) y los sometan al orden, comenzando por obligarlos a usar el carril derecho y a contener su espíritu asesino encarnado en las velocidades extremas. Por el costo para frenar al delincuente que descubre terreno fértil en la desprotección de los usuarios habituales de las vías.

Insignificante la cantidad de dinero requerida para resolver eso si se le compara con el alto costo social de los muertos y lesionados por accidentes de tránsito (2.2 del PIB, según el Consejo de la Seguridad Social).

Pero vemos sin asombrarnos que, por causas evitables, cada año fallecen 1,500 o 2,000 seres humanos, y resultan lesionados 5,000 o más. Nada de reflexión acerca de las edades jóvenes de la mayoría de las víctimas. Ni del impacto en sus familias y en el sistema productivo.

Ni siquiera nos ruboriza que los mal llamados accidentes de tránsito provocan más decesos y lesiones que enfermedades en las cuales se invierte una millonada.

El problema más grave de salud pública en República Dominicana no es el cólera, ni la tuberculosis, ni las diarreicas agudas. Tampoco los infartos ni los cánceres, pese a su preocupante incremento.  Nuestra mayor desgracia es la epidemia de vuelcos y colisiones y su consecuente caterva de víctimas en edad productiva.

Las escenas que a diario vemos en calles y carreteras indican que somos un disparate de país; una jungla, y no cualquier jungla. Vivimos en un pedazo de isla donde cada quien actúa a su manera, sin un guion que lo rija.

Cómo no designarlo de esa manera si la insensibilidad social se enseñorea en toda la película y temas como el citado se tratan por la superficie.

Inaceptable, la desidia de las instituciones públicas y privadas. Imperdonable, la mala conducta ciudadana y la pérdida de tiempo en diatribas politiqueras y mediatización de resentimientos personales mientras el caos crece en calles, avenidas y carreteras, consecuencia de la sociedad que hemos construido poco a poco, durante décadas.

La fatalidad del tránsito terrestre no llegará a su fin si faltan voluntad política, acciones sistémicas, institucionalidad y educación ciudadana.  Todo lo que esté distante de la sinergia, abonará la canción cruel de siempre: contar muertos y heridos.

Enfilemos entonces todos los cañones hacia la solución.

Información adicional

Secciones

Noticias Regionales

Nosotros

Síguenos

MunicipiosAlDia Alianzas

Sálvese quien pueda - MunicipiosAlDia.com :: Edición República Dominicana
Logo
Imprimir esta página

Sálvese quien pueda

Durante décadas, las autoridades han dejado crecer tanto el caos en el tránsito de vehículos por las vías públicas, que el orden ya parece insalvable.

Todos sabemos que vivimos ya en una selva insufrible urgida de intervención, pero estamos envenenados de indiferencia. Asumimos la situación como normal y salimos a las calles a pulsear, a burlarnos de las demás personas, sin reparar en que nos hemos graduado con honores como asesinos del volante y representantes de la vergüenza para el mundo.

Y tan poco que cuesta cambiar el rumbo negativo.

Solo hay que preguntarse por el precio de varios puestos de control del tráfico con velocidad controlada por radares en las principales carreteras del país. Por la inversión para que agentes vigilen a los chóferes de vehículos pesados (pataneros, guagüeros, camioneros) y los sometan al orden, comenzando por obligarlos a usar el carril derecho y a contener su espíritu asesino encarnado en las velocidades extremas. Por el costo para frenar al delincuente que descubre terreno fértil en la desprotección de los usuarios habituales de las vías.

Insignificante la cantidad de dinero requerida para resolver eso si se le compara con el alto costo social de los muertos y lesionados por accidentes de tránsito (2.2 del PIB, según el Consejo de la Seguridad Social).

Pero vemos sin asombrarnos que, por causas evitables, cada año fallecen 1,500 o 2,000 seres humanos, y resultan lesionados 5,000 o más. Nada de reflexión acerca de las edades jóvenes de la mayoría de las víctimas. Ni del impacto en sus familias y en el sistema productivo.

Ni siquiera nos ruboriza que los mal llamados accidentes de tránsito provocan más decesos y lesiones que enfermedades en las cuales se invierte una millonada.

El problema más grave de salud pública en República Dominicana no es el cólera, ni la tuberculosis, ni las diarreicas agudas. Tampoco los infartos ni los cánceres, pese a su preocupante incremento.  Nuestra mayor desgracia es la epidemia de vuelcos y colisiones y su consecuente caterva de víctimas en edad productiva.

Las escenas que a diario vemos en calles y carreteras indican que somos un disparate de país; una jungla, y no cualquier jungla. Vivimos en un pedazo de isla donde cada quien actúa a su manera, sin un guion que lo rija.

Cómo no designarlo de esa manera si la insensibilidad social se enseñorea en toda la película y temas como el citado se tratan por la superficie.

Inaceptable, la desidia de las instituciones públicas y privadas. Imperdonable, la mala conducta ciudadana y la pérdida de tiempo en diatribas politiqueras y mediatización de resentimientos personales mientras el caos crece en calles, avenidas y carreteras, consecuencia de la sociedad que hemos construido poco a poco, durante décadas.

La fatalidad del tránsito terrestre no llegará a su fin si faltan voluntad política, acciones sistémicas, institucionalidad y educación ciudadana.  Todo lo que esté distante de la sinergia, abonará la canción cruel de siempre: contar muertos y heridos.

Enfilemos entonces todos los cañones hacia la solución.

Información adicional

Artículos relacionados (por etiqueta)

Lo último de Tony Pérez

Copyright © MunicipiosAlDía.com :: Edición República Dominicana o sus licenciadores . Exceptuando cuando se indique lo contrario, los contenidos se publican bajo licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual CC BY-SA . Sala de Redacción en Santo Domingo, República Dominicana.