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Reporte Allen o en los caminos de la memoria, la sangre y la cruz

Primero fue Richard Allen. De ahí se desprende todo. Cae, como una filigrana, un rompecabezas cósmico, en su sitio. Luego viene la neurosis: esa que se desprende de uno pensar que lo tiene todo, y no tiene nada. La certeza de que todas las seguridades se esfuman: las ves, haciéndose polvo, delante de ti. 

Y es eso lo que hace que un documental sea un buen documental. Esas estructuras que nos dan seguridad caen ante un volumen determinado de datos organizados en forma de argumento, ponderados en forma de ensayo, llevados a la pantalla y decodificados, colocados en perfecta sincronía con la sintaxis fílmica, en forma de película... y todas caen ante nosotros. Las certezas, quiero decir.
¿Podemos seguir con el mito? ¿Ese que dice que todos venimos de África, y todos retornaremos allí eventualmente? Me gusta ese mito, aunque no lo entiendo bien: mi entendimiento, en este sentido, es el mismo del que desaprende: desaprender algo no sé si es peor que aprender algo desde cero. Uno piensa que sabe algo... y sigue en la oscuridad en tanto esa oscuridad sigue ofreciéndonos la comodidad de un anonimato cálido. Todo es una deliciosa confusión.
De Richard Allen, fundador de la African Methodist Episcopal Church (AME), vamos a Marcus Garvey, el hombre cuyo espirítu viajó desde el Caribe a los Estados Unidos y luego al continente madre bajo la égida de ese manifiesto multitudinario que fue el “Back to Africa”. Y se impone resaltar que físicamente Garvey nunca pisó el continente africano, aunque sus ideas transformaron radicalmente la visión de si mismos de sus habitantes. La Teología Negra de la Liberación al mejor estilo de una iglesia que tenía ya un siglo peleando por sus libertades en todo el sur de África, antes de ser Sur-África o Namibia, en aquel momento bajo el liderazgo de un grande: un hombre de mirada tan penetrante que parece atravesarte desde la cabeza hasta los dedos de los pies, Hendrik Witbooi.
Uno de sus descendientes, Marcus Witbooi fundó la AME en Namibia. Pero más importante aún que eso, o quizá una extensión de su herencia, él era uno de los líderes principales de los Nama, aquellos que fueron víctimas del primer genocidio del siglo XX: el perpetrado por los colonizadores alemanes contra los Namas y Hereros, entre 1904-1908, y fue quien protagonizó las negociaciones en un intenso tête à tête con el emperador Willhelm II que duró algunos años y que dio como fruto el nacimiento de un alejado respeto por parte del segundo.
Por otro lado, también está Haití y su revolución, que alineó, al ser la primera manifestación de un pueblo unido en contra de la esclavización, a todo el continente americano contra los dominadores extranjeros sin importar su nacionalidad... esto fue hace mucho tiempo, inclusive antes de nuestra independencia, cuando todos éramos Negros, cuando todos éramos Ayitianos.
De ahí retornamos a Filadelfia, la ciudad de la buena hermandad, a un lote donde el antemencionado Richard Allen fundó la primera iglesia Negra organizada del mundo, en la esquina de las calles 6 y Lombard.
¿Cuál es el común denominador? El sueño libertario de Richard Allen. ¿Cuál es el motivo principal de la narrativa que une los puntos entre sí y presenta, al mismo tiempo, las disensiones de un proceso evolutivo? Que en aquellos tiempos ir a la guerra, sin importar el formato o nombradía, si era una revuelta, una guerra anticolonial o una batalla entre abolicionistas y dueños de esclavizados, era algo honroso y bien visto. Es decir, que en lugar de orar porque no hubiera tal guerra, orábamos para que Dios cuidara a nuestros soldados... Y esta narrativa es la que prima en el documental: la interpretación de estas líneas de pensamiento y el subsecuente relacionarse con un perfil que va más alla de la creencia, que es la misma Teología Negra de Liberación... una cosa es el dios guerrero, otra cosa es el dios que va, reluctantemente, a la guerra.
El documental es idea de Alanna Lockward. Me unen a Alanna un tempramento intransigente por los principios intelectuales y la necesidad insoslayable de ir allí donde está el llamado de la responsabilidad de mirar, fijamente, eso que nos da miedo, cosa que me enseñaron mis antepasados: no mirar a otro lado, y a Alanna sin duda sus progenitores, sus ancestros, su familia cocola. ¿Qué le daría miedo a Alanna Lockward antes de hacer este documental? Despertar, en un lenguaje lovecraftiano, dioses primigenios dormidos hace tiempo, con sus ambiciones de mujer con una herencia determinada... la herencia de la piel y el llamado de una religión cuya historia está ahí.
Bailarina, curadora y crítico de arte, novelista y narradora audiovisual, Alanna Lockward ha estado trabajando hacia este documental, sin saberlo, durante toda su vida. Leyó el libro de su abuelo, George Augustus Lockward Stamers, Historia del Protestantismo en Dominicana, varias veces, en distintas etapas de su vida y ahí fue que todo comenzó, participó en 2013 en Fonprocine, y la suerte estuvo echada.
Confío en que, como sucedió conmigo, estos personajes se queden habitando en la cabeza de quien vea el documental. Que Richard Allen, Marcus Garvey, Hendrik Witbooi, Rosa Parks, Jean-Pierre Boyer, Frederick Douglass, Martha Willmore, motiven al espectador a seguir recabando información, atando cabos, y seguir el hilo de estas maravillosas historias que son muchas, que son nosotros, en especial por su vigencia hoy día, en un momento en que los Negros libran una batalla planetaria por defender su Negritud en contra de todos los prospectos, en contra de todas las probabilidades.

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Primero fue Richard Allen. De ahí se desprende todo. Cae, como una filigrana, un rompecabezas cósmico, en su sitio. Luego viene la neurosis: esa que se desprende de uno pensar que lo tiene todo, y no tiene nada. La certeza de que todas las seguridades se esfuman: las ves, haciéndose polvo, delante de ti. 

Y es eso lo que hace que un documental sea un buen documental. Esas estructuras que nos dan seguridad caen ante un volumen determinado de datos organizados en forma de argumento, ponderados en forma de ensayo, llevados a la pantalla y decodificados, colocados en perfecta sincronía con la sintaxis fílmica, en forma de película... y todas caen ante nosotros. Las certezas, quiero decir.
¿Podemos seguir con el mito? ¿Ese que dice que todos venimos de África, y todos retornaremos allí eventualmente? Me gusta ese mito, aunque no lo entiendo bien: mi entendimiento, en este sentido, es el mismo del que desaprende: desaprender algo no sé si es peor que aprender algo desde cero. Uno piensa que sabe algo... y sigue en la oscuridad en tanto esa oscuridad sigue ofreciéndonos la comodidad de un anonimato cálido. Todo es una deliciosa confusión.
De Richard Allen, fundador de la African Methodist Episcopal Church (AME), vamos a Marcus Garvey, el hombre cuyo espirítu viajó desde el Caribe a los Estados Unidos y luego al continente madre bajo la égida de ese manifiesto multitudinario que fue el “Back to Africa”. Y se impone resaltar que físicamente Garvey nunca pisó el continente africano, aunque sus ideas transformaron radicalmente la visión de si mismos de sus habitantes. La Teología Negra de la Liberación al mejor estilo de una iglesia que tenía ya un siglo peleando por sus libertades en todo el sur de África, antes de ser Sur-África o Namibia, en aquel momento bajo el liderazgo de un grande: un hombre de mirada tan penetrante que parece atravesarte desde la cabeza hasta los dedos de los pies, Hendrik Witbooi.
Uno de sus descendientes, Marcus Witbooi fundó la AME en Namibia. Pero más importante aún que eso, o quizá una extensión de su herencia, él era uno de los líderes principales de los Nama, aquellos que fueron víctimas del primer genocidio del siglo XX: el perpetrado por los colonizadores alemanes contra los Namas y Hereros, entre 1904-1908, y fue quien protagonizó las negociaciones en un intenso tête à tête con el emperador Willhelm II que duró algunos años y que dio como fruto el nacimiento de un alejado respeto por parte del segundo.
Por otro lado, también está Haití y su revolución, que alineó, al ser la primera manifestación de un pueblo unido en contra de la esclavización, a todo el continente americano contra los dominadores extranjeros sin importar su nacionalidad... esto fue hace mucho tiempo, inclusive antes de nuestra independencia, cuando todos éramos Negros, cuando todos éramos Ayitianos.
De ahí retornamos a Filadelfia, la ciudad de la buena hermandad, a un lote donde el antemencionado Richard Allen fundó la primera iglesia Negra organizada del mundo, en la esquina de las calles 6 y Lombard.
¿Cuál es el común denominador? El sueño libertario de Richard Allen. ¿Cuál es el motivo principal de la narrativa que une los puntos entre sí y presenta, al mismo tiempo, las disensiones de un proceso evolutivo? Que en aquellos tiempos ir a la guerra, sin importar el formato o nombradía, si era una revuelta, una guerra anticolonial o una batalla entre abolicionistas y dueños de esclavizados, era algo honroso y bien visto. Es decir, que en lugar de orar porque no hubiera tal guerra, orábamos para que Dios cuidara a nuestros soldados... Y esta narrativa es la que prima en el documental: la interpretación de estas líneas de pensamiento y el subsecuente relacionarse con un perfil que va más alla de la creencia, que es la misma Teología Negra de Liberación... una cosa es el dios guerrero, otra cosa es el dios que va, reluctantemente, a la guerra.
El documental es idea de Alanna Lockward. Me unen a Alanna un tempramento intransigente por los principios intelectuales y la necesidad insoslayable de ir allí donde está el llamado de la responsabilidad de mirar, fijamente, eso que nos da miedo, cosa que me enseñaron mis antepasados: no mirar a otro lado, y a Alanna sin duda sus progenitores, sus ancestros, su familia cocola. ¿Qué le daría miedo a Alanna Lockward antes de hacer este documental? Despertar, en un lenguaje lovecraftiano, dioses primigenios dormidos hace tiempo, con sus ambiciones de mujer con una herencia determinada... la herencia de la piel y el llamado de una religión cuya historia está ahí.
Bailarina, curadora y crítico de arte, novelista y narradora audiovisual, Alanna Lockward ha estado trabajando hacia este documental, sin saberlo, durante toda su vida. Leyó el libro de su abuelo, George Augustus Lockward Stamers, Historia del Protestantismo en Dominicana, varias veces, en distintas etapas de su vida y ahí fue que todo comenzó, participó en 2013 en Fonprocine, y la suerte estuvo echada.
Confío en que, como sucedió conmigo, estos personajes se queden habitando en la cabeza de quien vea el documental. Que Richard Allen, Marcus Garvey, Hendrik Witbooi, Rosa Parks, Jean-Pierre Boyer, Frederick Douglass, Martha Willmore, motiven al espectador a seguir recabando información, atando cabos, y seguir el hilo de estas maravillosas historias que son muchas, que son nosotros, en especial por su vigencia hoy día, en un momento en que los Negros libran una batalla planetaria por defender su Negritud en contra de todos los prospectos, en contra de todas las probabilidades.

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