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El poder del municipio

La función del municipio es inmensa y por esa razón el padre de la patria, Juan Pablo Duarte, hablaba de la importancia del Poder Municipal. Muchos de los alcaldes o síndicos ignoran el valor de su gestión como autoridad municipal y en la mayoría de los casos, cumplen únicamente con la responsabilidad partidaria en sus respectivas jurisdicciones.

 

 

En este contexto y, como lo establece la más moderna de las legislaciones municipales como la Ley 176-07 y la 3455 de Organización Municipal, es justo y necesario hacer un llamado a los 158 alcaldes que tiene el país y a los 232 directores municipales de toda la nación, para que sigan el ejemplo de estos dos jóvenes, quienes han comprendido correctamente cuál es su labor.

Se trata de Abel Martínez, en Santiago y de David Collado, en el Distrito Nacional. Ellos han puesto el cuerpo y la cara para resolver los problemas más acuciantes de la municipalidad como es el caso de la arrabalización de calles, avenidas, aceras, peatonales, paradas de motores y los mercados, así como las principales intersecciones de sus respectivas localidades.

Limpiar las vías de mercaderes desordenados, abandonados e inescrupulosos, recoger a vendedores y limpiavidrios de los semáforos, así como darle la cara a quienes en nombre del derecho a la vida y de que tienen que mantener a su familia, provocan serios daños al ornato, a la higiene de los pueblos, al medio ambiente y a la natural belleza con que Dios privilegió al país.

Si todos los alcaldes siguieran su ejemplo, los dominicanos y los extranjeros que nos visitan, pudiéramos transitar libremente por esas calles de Dios sin temor a la insalubridad, a la delincuencia y a los obstáculos de un tráfico desordenado y corrompido.

Si arrancamos ahora, con valor y sin temor a perder el voto de algunos vividores y junto a nosotros, las autoridades y los preocupados por un mejor porvenir, estaríamos construyendo una sociedad sana, duradera y una patria en la que todos podamos volver a vivir orgullosos.

Señores alcaldes, funcionarios municipales, ciudadanos de las 31 provincias y el Distrito Nacional, dediquen un poco de su esfuerzo a la patria y llevémosla a convertirse en una verdadera tacita de cristal que eleve el turismo, la economía y, sobre todo, la armonía y el orgullo de los munícipes. Es tiempo de hacerlo.

El autor es periodista, abogado y relacionista.

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La función del municipio es inmensa y por esa razón el padre de la patria, Juan Pablo Duarte, hablaba de la importancia del Poder Municipal. Muchos de los alcaldes o síndicos ignoran el valor de su gestión como autoridad municipal y en la mayoría de los casos, cumplen únicamente con la responsabilidad partidaria en sus respectivas jurisdicciones.

 

 

En este contexto y, como lo establece la más moderna de las legislaciones municipales como la Ley 176-07 y la 3455 de Organización Municipal, es justo y necesario hacer un llamado a los 158 alcaldes que tiene el país y a los 232 directores municipales de toda la nación, para que sigan el ejemplo de estos dos jóvenes, quienes han comprendido correctamente cuál es su labor.

Se trata de Abel Martínez, en Santiago y de David Collado, en el Distrito Nacional. Ellos han puesto el cuerpo y la cara para resolver los problemas más acuciantes de la municipalidad como es el caso de la arrabalización de calles, avenidas, aceras, peatonales, paradas de motores y los mercados, así como las principales intersecciones de sus respectivas localidades.

Limpiar las vías de mercaderes desordenados, abandonados e inescrupulosos, recoger a vendedores y limpiavidrios de los semáforos, así como darle la cara a quienes en nombre del derecho a la vida y de que tienen que mantener a su familia, provocan serios daños al ornato, a la higiene de los pueblos, al medio ambiente y a la natural belleza con que Dios privilegió al país.

Si todos los alcaldes siguieran su ejemplo, los dominicanos y los extranjeros que nos visitan, pudiéramos transitar libremente por esas calles de Dios sin temor a la insalubridad, a la delincuencia y a los obstáculos de un tráfico desordenado y corrompido.

Si arrancamos ahora, con valor y sin temor a perder el voto de algunos vividores y junto a nosotros, las autoridades y los preocupados por un mejor porvenir, estaríamos construyendo una sociedad sana, duradera y una patria en la que todos podamos volver a vivir orgullosos.

Señores alcaldes, funcionarios municipales, ciudadanos de las 31 provincias y el Distrito Nacional, dediquen un poco de su esfuerzo a la patria y llevémosla a convertirse en una verdadera tacita de cristal que eleve el turismo, la economía y, sobre todo, la armonía y el orgullo de los munícipes. Es tiempo de hacerlo.

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