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Hablemos de Impuestos

En teoría, se establecen los impuestos con el objetivo de obtener los recursos necesarios de los hogares y de las empresas para darle un fin público. La práctica desdice mucho este ideal. Por eso estamos tan escépticos sobre el futuro económico de nuestros bolsillos.

Aumento en el costo de la renovación de la placa de los vehículos. Incremento de la tasa del ITBIS o en su defecto mantener la tasa pero ampliar su base. Acrecentar los impuestos a los combustibles y eliminar las exenciones a los beneficiarios de las mismas en el pago de los impuestos. Gravar los intereses financieros, tanto de personas físicas, como morales, con un impuesto único del 10% sobre los intereses que paguen las empresas de intermediación financiera y el Banco Central. Perseguir incrementos patrimoniales no justificados. De esto se habla mucho en estos días, luego de la hecatombe desatada por el uso irracional y abusivo de los recursos del estado para comprar las pasadas elecciones.

La teoría económica plantea que, para que un sistema tributario sea equitativo, los impuestos deben ser justos y generar un reparto más o menos aceptable. De lo que se desprenden dos grandes principios: el del beneficio y el de la capacidad de pago.

El principio del beneficio, se basa en la idea de que debemos pagar unos impuestos basados en los beneficios que recibimos de los servicios públicos. Aquí lamentablemente son escasos y deficientes.

El otro principio es el de la capacidad de pago, que se inspira en la idea de que los impuestos deben establecerse de tal forma, que cada persona pague en la medida en que puede soportar la carga. Esto es una quimera. Aquí el más vivo quiere siempre comerse al más ingenuo.

La verdad es que nuestros bolsillos tendrán que pagar los platos rotos del déficit fiscal.

Para cualquier persona, el objetivo de la llamada reforma fiscal debe comenzar por disminuir los gastos. Su racionalidad implica en su aplicación para incentivar la producción.

Rechazo de plano una propuesta de reforma que implique solamente lo recaudatorio. Repudio una reforma que se limite a la creación de nuevos impuestos o al aumento de los existentes.

Si desean hablarnos de impuestos. Comencemos por discutir los gastos ofensivos al interés colectivo. La eliminación de tarjetas de crédito abiertas para funcionarios. Los viajes innecesarios a eventos internacionales. Necesitamos saber cual es la estrategia para eliminar la corrupción administrativa, la delincuencia y el crimen organizado. También, que vamos a hacer con todos estos subsidios generalizados que ralentizan el accionar del estado, haciéndolo cada día mas clientelar y menos regulador.

No es posible que cada dos años el pueblo dominicano cargue sobre sus hombros las ineficiencias de su sistema político corrompido, clientelar y abusivo, que desincentiva el ahorro, fomenta el consumo irracional, abandona a su suerte la producción nacional y propicia las importaciones masivas en detrimento nuestro. Un modelo económico que incentiva la evasión fiscal y que promueve en pleno siglo XXI la economía informal.

Antes de gravarnos hasta la respiración, hablemos de impuestos, pero hablemos claro.

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En teoría, se establecen los impuestos con el objetivo de obtener los recursos necesarios de los hogares y de las empresas para darle un fin público. La práctica desdice mucho este ideal. Por eso estamos tan escépticos sobre el futuro económico de nuestros bolsillos.

Aumento en el costo de la renovación de la placa de los vehículos. Incremento de la tasa del ITBIS o en su defecto mantener la tasa pero ampliar su base. Acrecentar los impuestos a los combustibles y eliminar las exenciones a los beneficiarios de las mismas en el pago de los impuestos. Gravar los intereses financieros, tanto de personas físicas, como morales, con un impuesto único del 10% sobre los intereses que paguen las empresas de intermediación financiera y el Banco Central. Perseguir incrementos patrimoniales no justificados. De esto se habla mucho en estos días, luego de la hecatombe desatada por el uso irracional y abusivo de los recursos del estado para comprar las pasadas elecciones.

La teoría económica plantea que, para que un sistema tributario sea equitativo, los impuestos deben ser justos y generar un reparto más o menos aceptable. De lo que se desprenden dos grandes principios: el del beneficio y el de la capacidad de pago.

El principio del beneficio, se basa en la idea de que debemos pagar unos impuestos basados en los beneficios que recibimos de los servicios públicos. Aquí lamentablemente son escasos y deficientes.

El otro principio es el de la capacidad de pago, que se inspira en la idea de que los impuestos deben establecerse de tal forma, que cada persona pague en la medida en que puede soportar la carga. Esto es una quimera. Aquí el más vivo quiere siempre comerse al más ingenuo.

La verdad es que nuestros bolsillos tendrán que pagar los platos rotos del déficit fiscal.

Para cualquier persona, el objetivo de la llamada reforma fiscal debe comenzar por disminuir los gastos. Su racionalidad implica en su aplicación para incentivar la producción.

Rechazo de plano una propuesta de reforma que implique solamente lo recaudatorio. Repudio una reforma que se limite a la creación de nuevos impuestos o al aumento de los existentes.

Si desean hablarnos de impuestos. Comencemos por discutir los gastos ofensivos al interés colectivo. La eliminación de tarjetas de crédito abiertas para funcionarios. Los viajes innecesarios a eventos internacionales. Necesitamos saber cual es la estrategia para eliminar la corrupción administrativa, la delincuencia y el crimen organizado. También, que vamos a hacer con todos estos subsidios generalizados que ralentizan el accionar del estado, haciéndolo cada día mas clientelar y menos regulador.

No es posible que cada dos años el pueblo dominicano cargue sobre sus hombros las ineficiencias de su sistema político corrompido, clientelar y abusivo, que desincentiva el ahorro, fomenta el consumo irracional, abandona a su suerte la producción nacional y propicia las importaciones masivas en detrimento nuestro. Un modelo económico que incentiva la evasión fiscal y que promueve en pleno siglo XXI la economía informal.

Antes de gravarnos hasta la respiración, hablemos de impuestos, pero hablemos claro.

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