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El solsticio de invierno en la capital prehistórica de las Antillas

La versión de Fray Ramón Pané sobre la presencia de las deidades Boinayel y Márohu en la cueva “Iguanaboina”, cueva que guarda gran identidad con esta Cueva del Puente, y los atributos que dicho cronista refiere en torno a la capacidad de Boinayel para producir lluvia a partir de sus lágrimas, según le fuera informado por los aborígenes que habitaban la Isla, se ponen de nuevo sobre la mesa de discusión al traerse a colación versiones similares que ocurren en Mesoamérica entre grupos desciendes de los Mayas.

Según Fray Ramón Pané: “Y en dicha cueva había dos cemíes, hechos de piedra, pequeños, del tamaño de medio brazo, con las manos atadas, y parecía que sudaba n. Los cuales cemíes estimaban mucho; y cuando no llovía, dicen que entraban allí a visitarlos y en seguida llovía. Y de dichos cemíes, al uno le llamaban Boinayel y al otro Márohu”. Fin de la cita.

Esta versión, repetimos, guarda una innegable identidad con las versiones Maya y Nahua del mismo mito e incluso con prácticas actuales de grupos descendientes de mayas en países de Centroamérica y, probablemente, de Suramérica.

Tanto para los Mayas como para los Nahuas y sus descendientes, se sabe “del papel fundamental del llanto en la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos tanto prehispánicos como modernos”. (Alejandro Sheseña, Universidad Autónoma de Chiapas, México, 2012; y Daniel Graña-Behrens, 2010).

Graña-Behrens ha examinado las fuentes nahuas relacionadas con el tema y ha logrado encontrar las funciones y propósitos que tenía el llanto de las personas, los contextos en los que esto ocurría, y las maneras de representar todo ello en la iconografía tal como lo creían y manejaban los antiguos habitantes del centro de México. (Sheseña, 2012).

Los Mayas son uno de esos pueblos mesoamericanos que presentan detalles al respecto de las divinidades que representan la lluvia brotando de sus ojos. Incluso, en la actualidad, en Chiapas, en el panteón Cho´l actual, se le brinda reverencia a una deidad antigua de la lluvia cuyo nombre se ha castellanizado para llamarle “Don Juan”

Este “Don Juan” se refiere a la representación de un anciano indígena calvo. Esta particularidad resaltada de la calvicie está relacionada con aquellas estalagmitas sobre las que se graban petroglifos, y que por lo natural su parte superior resulta redondeada como resultado del goteo que recibe de su correspondiente estalactita y la deposición de carbonato de calcio disuelto en el agua, la que al discurrir sobre la estalagmita va dejando una capa de este carbonato de calcio.

Según los Ch’oles, esta deidad llamada Don Juan, habita en las cuevas de las montañas que quedan al norte de Chiapas, y la importancia que le otorgan es ser considerado dueño de la tierra, las montañas y el agua.

Por esta razón –según los autores citados- los Ch’oles acuden a las cuevas de estas montañas para solicitar a esta divinidad lluvia, abundante cosecha de maíz, frijos y café, así como protección contra las enfermedades, las plagas y las erupciones volcánicas.

“Estas solicitudes deben ir acompañadas de ofrendas de gallinas, cerdos, incienso, velas y licor además de extensas plegarias correctamente pronunciadas por un rezador profesional”. (Alejandro Sheseña, 2012).

La divinidad clásica Maya que ha sido llamada por los investigadores como G1 también ha sido reproducida como llorando, y ha sido documentada en objetos cerámicos localizados en El Petén, Guatemala. “En uno de los incensarios del Clásico Temprano del Petén esta deidad: G1, presenta bajo sus ojos dos bandas cortas semicirculares encimadas. Si consideramos que en otros contextos iconográficos tales elementos sirven para representar agua o incluso estalagmitas, entonces bajo los ojos de G1 estas pequeñas bandas representan claramente lágrimas.”( Sheseña, 2012).

Otra de las deidades asociadas al llanto y la lluvia entre los Mayas es la imagen de lo que se conocía como “el Monstruo Witz”, porque ambos representarían a las montañas tanto como sitios fértiles como fuentes de agua. “El Dios N de esta manera sería el equivalente más cercano al moderno Don Juan lloroso de los Ch’oles en Chiapas”.

De hecho, algunas manifestaciones aparecidas en objetos cerámicos Mayas y Nahuas representan personas suplicando lluvia a deidades, tal como lo hacen actualmente los ancianos rezadores en las cuevas de las montañas del norte de Chiapas cuando le piden con velas a Don Juan justamente el “agua de sus ojos”.

Como vemos, las fuentes iconográficas prehispánicas efectivamente atestiguan acerca de la presencia de divinidades que lloran ya en la antigüedad de la cultura maya. 

Ello se percibe a través de la representación de lágrimas en las diferentes imágenes de las divinidades. Los recursos iconográficos para representar las lágrimas podían ser variados.

Las informaciones sobre las costumbres Mayas se encuentran escritas y descritas en lo que se conoce como Códices. El Códice Dresde, por ejemplo, muestra a las divinidades “Dios A” y “Dios L” con el “ojo de Dios”, significando con ello su calidad de productores de agua mediante el llanto. Y no solamente eso, sino que en el caso del “Dios A”, puede vérsele en la página 27 del Códice Dresde desarrollando una ofrenda de año nuevo como la estamos desarrollando aquí hoy, en la Capital Prehistórica de las Antillas, recordando el inicio de un año nuevo para nuestros Taínos.

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