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Salcedo: El padre Rogelio, el Falpo y la responsabilidad

Hace unos días navegaba a través de canales de televisión dominicanos cuando, de repente, aparecieron en mi pantalla imágenes de gran interés.   Se trataba de escenas vivas de la pobreza que padece el municipio de Salcedo: Casuchas descoloridas con sus puertas abiertas a la nada.

Bajo el dintel de una puerta, una señora mira indiferentemente al camarógrafo que advierte la importancia de la escena, mientras continúa moviendo sus manos mecánicamente dentro de una ponchera, arreñalada sobre el piso de tierra, quizás preparando algo de comer. Al fondo, tras su espalda, solo se percibe la penumbra del cuarto, como presagio permanente de la incertidumbre de su destino. 

No bien me repongo del choque emocional que esta imagen me produjo, aparece otra tan fuerte como la anterior, pero de origen distinto. Es la de un hombre alto, de contextura física sólida; luce una bata blanca que desciende un poco más abajo de sus rodillas. Colgando sobre sus hombros lleva una estola verde, como la esperanza. Lleva algo bajo su brazo izquierdo. En su brazo derecho no lleva nada; sólo un puño cerrado que de manera súbita ha alzado sobre su cabeza. Creo que era un gesto de solidaridad hacia alguien que lo reconocía desde la distancia y a quien le mostraba su ánimo de lucha. Era el Padre Rogelio. Ayudaba con las tareas del entierro de jóvenes asesinados por la guardia del gobierno de turno, que continúa su tradición de atropellos gubernamentales. Allí estaba. Solidario.

Esta imagen me perturbó mucho más aún. La razón es la siguiente: el Falpo ya ha dado un plazo a las autoridades para que esclarezcan el crimen que sirvió de catalítico a toda la desgracia ocurrida subsecuentemente, so pena de tomar las calles de nuevo. Me temo que el gesto del sacerdote en la imagen de video reitera esta disposición del Falpo. Y también me temo que nos abocamos a nuevos enfrentamientos de consecuencias similares. Y aquí quiero hablar de responsabilidad.

El liderazgo nacional que hace oposición política debe tomar conciencia sobre el origen de la pobreza dominicana. Debe entender que la falta de ingresos es lo que mantiene a la mayoría de las familias en condiciones de existencia paupérrimas y que cualquier eventualidad que implique un cambio inesperado en la rutina de vida de estas familias, también implica un aumento en el grado de dificultad con que consiguen los pocos ingresos con que acuden al mercado de bienes y servicios.

Es esta realidad la que se complica tremendamente cuando una patrulla mata a un miembro de una familia y esta debe abocarse a sacar de donde no tiene para velar y enterrar a su muerto; cuando la desgracia viene en forma de herida de bala y ahora, al gasto familiar que se asume con gran dificultad hay que sumarle los costos de atención médica y de medicamentos del herido, además de que si este ayudaba con los gastos de la casa, no podrá colaborar debido a su situación de salud. O digamos que los gases lacrimógenos han provocado un ataque de asma en la niñita de la casa y ahora hay que gastar en transporte al hospital o a la clínica más cercana y luego asumir, con dificultad, los costos de atención médica. ¿Y todo esto para qué? ¿Qué hemos ganado a lo largo de todas estas batallas contra las fuerzas represivas del gobierno de turno? ¿Reconocimiento póstumo? ¿Reconocimiento a nuestro valor y arrojo? ¿Reconocimiento a nuestras virtudes como líderes de masas?

Creo que es tiempo de emplear un método de lucha distinto. La No Violencia ha demostrado ser uno efectivo. La lucha por el 4% a la Educación es un ejemplo nuestro que ha demostrado ser efectivo en la promoción de las ideas detrás de esta; que ha sido capaz de lograr compromisos y que está lista para reclamar civilizadamente su cumplimiento. De manera que en lugar de tomar violentamente las calles y complicar aún más la rutina de vida de la comunidad, optemos por educar a nuestra gente sobre el origen real de su pobreza y construyamos con ellos un Proyecto de Nación que represente un paso concreto hacia un cambio real; un cambio que implique una transición hacia un modelo económico en el cual el ingreso no sea lo que determine el acceso a la alimentación, a la educación y a la salud. Ese proyecto debe tomar un cuerpo político concreto y el pueblo debe asumir, con él, la conducción del Estado.Iniciemos este proceso cuanto antes. El tiempo apremia.

Fuente: misalcedo.com

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