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Deja que tu luz brille. Día Internacional del Migrante

Con motivo de celebrarse el 18 de diciembre el Día Internacional del MIgrante, el señor William Lacy Swing, Director General de la OIM, nos envía unas palabras que creemos pertinente compartir para todos nuestros lectores.

 

Este año hemos visto días sombríos en nuestro mundo. En 2015 hemos presenciado actos de violencia espeluznante, la furia de la naturaleza y –lo que quizás es lo más conmovedor de todo– el cadáver del pequeño Aylan Kurdi, boca abajo en una playa del Mediterráneo.

Sin embargo, en medio de toda la oscuridad del mundo, no es de extrañar que tantas culturas hayan organizado festivales de luz. Recientemente, los hindúes celebraron el festival Diwali, y el mes pasado se festejó el Loy Krathong en el sudeste de Asia, con velas que flotan en el agua para dar gracias. Pronto será la temporada de fiestas en una gran parte del mundo occidental. Las luces ya brillan en todas partes, desde el Parque Central hasta la playa de Bondi.

En Irlanda, una nación que huyó de la pobreza, la guerra y el hambre, existe la tradición de colocar una vela en la ventana durante la temporada de fiestas, para recordar a los emigrantes que viven lejos.

Es irónico que esta tradición sea tan apropiada en este momento en que familias de Medio Oriente siguen en busca de un refugio seguro.

La migración, como problema, definió el año 2015.  Fue un año de movimiento de poblaciones masivo y rápido. Un tifón en Vanuatu; un terremoto en Nepal; una guerra en Siria; la explotación en una serie de países; unos 900.000 migrantes que llegaron a Europa en embarcaciones de fortura huyendo de la guerra; la pobreza y la persecución: el mundo estuvo en movimiento y en constante cambio, desde las montañas hasta los desiertos y los océanos.

Algunos medios de comunicación y sectores de la sociedad han tratado de describir la migración como un mal social, dejándose llevar por un pánico ignorante: un divisor de las familias y las comunidades, un caldo de cultivo para el fanatismo. Por primera vez en muchas décadas de observar, comentar y conducir la reflexión sobre la migración, he empezado a alarmarme.

Veo el sentimiento anti-inmigrante que comienza a bullir. Veo el malestar político, la ausencia de coraje, el derrumbe de liderazgo y la escasez de sensibilidad moral.

Observo un debate unilateral que se concentra en el miedo, la negatividad y la seguridad. ¿Dónde están las sonrisas de bienvenida del verano pasado? ¿Dónde están las banderas en los campos de fútbol que decían "Los migrantes son bienvenidos"? Sé que están ahí y sé que las veremos nuevamente cuando nos congreguemos en las ciudades y pueblos de todo el mundo con velas de solidaridad. El sentido común y la generosidad de la gente, de las comunidades formadas por migrantes y no migrantes, por personas de todas las tonalidades de color, política y piedad: eso es lo que me sostiene.

Creo sinceramente que las comunidades seguirán abriendo sus corazones y sus brazos para estrechar a los cansados y oprimidos. Aunque algunos líderes nacionales ponen objeciones, la Organización de las Naciones Unidas, fundamentada en un debate mundial de bases, subrayó la importancia de la migración en su plan para el desarrollo humano: los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La migración figura sólidamente en la agenda mundial. El primer evento paralelo de las Naciones Unidas sobre la migración tuvo lugar este año. Una cumbre en Malta congregó a líderes africanos y europeos en torno a la migración. En Asia, los gobiernos se reunieron para buscar una solución regional a la crisis migratoria en el mar de Andamán. El nuevo Gobierno de Canadá ha dado un mensaje acogiendo en forma rápida y regulada a 25.000 refugiados.

A menudo he descrito nuestro tiempo como una tormenta perfecta de emergencias humanitarias, lo que incluye en la actualidad una movilidad humana sin precedentes. Casi uno de cada siete seres humanos en este planeta, es decir, más de mil millones de personas, de alguna manera son migrantes. De ellos, casi 60 millones son migrantes en dificultades que se vieron obligados a abandonar su hogar y los lugares en los que crecieron. Otros millones de personas son migrantes en busca de oportunidades en otros países o en otro lugar dentro de su propio país, igual que lo haría cualquiera de nosotros.

Lo que realmente convierte esto en una tormenta perfecta es la hostilidad sin precedentes y el temor que esto engendra en tantos lugares. ¿Qué ciudad no afirmaría que ha prosperado a partir de iniciativas de migrantes? Sin embargo, leer los improperios contra estas víctimas de la guerra y la violencia y presenciar la manera en que esto se propaga con tanta facilidad a través del mundo, despierta en mí la inquietud por el rumbo que está tomando la humanidad.

Éste es el momento para la migración segura y legal en todo el mundo.

Durante mucho tiempo, muchas personas han sostenido que para hacer frente a los problemas relacionados con la movilidad humana es necesaria la gestión de la migración con seguridad que involucre a todas las partes. Debemos reconocer que la migración es la megatendencia de nuestro tiempo y debemos tratarla con sensatez, sin difamaciones, si es que aspiramos llegar a alguna parte.

Los migrantes se movilizan, y los necesitamos tanto como ellos nos necesitan a nosotros. Pero así también el mundo requiere hoy día un liderazgo para gestionarla de manera segura y legal. Es hora de que las sociedades maduras demuestren que van a hacer lo necesario para que este matrimonio funcione.

Sí, es verdad, hay oscuridad. Pero todos tenemos en nosotros un poco de luz. Hagámosla brillar.

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