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Puntos ciegos y la renovación de la partitocracia dominicana

Cándido Mercedes. Cándido Mercedes.

“La dinámica del flujo de información, tanto intra interindividual, acusa una patología particularmente humana; a fin de evitar la angustia, bloqueamos partes cruciales de nuestra conciencia, es decir, creamos puntos ciegos. Este diagnóstico se aplica tanto al autoengaño como al engaño compartido”. (Daniel Goleman: La Psicología del Autoengaño)

Buddhagosa, citado por Daniel Goleman, define la ilusión como “una niebla mental que induce a una percepción errónea del objeto de la conciencia”. El creador del bestseller Inteligencia Emocional, explicita la ilusión oculta, la verdadera esencia de las cosas. La ilusión “conduce a una visión falseada, a una interpelación distorsionada de la realidad”.

En la política dominicana, la partitocracia vive permanentemente bajo la esfera de la ilusión. Crean falacias lógicas y falacias de falsas equivalencias de manera sempiterna. En la Era de la Economía del Conocimiento, de la Era Digital, el momentum de un clic, permite mentir de forma grotesca, burda e inaudita. Como cuando oí decir a un Senador que se compraron 600,000 cédulas.

Luego, estupefacto, escuché decir a un señor, profesor universitario, politólogo, con varios libros publicados, que se compraron 800,000 cédulas y que aquí no votó más de un 25%, que todo eso fue un entramado de conspiración de la Junta Central Electoral con el gobierno. No suministró ninguna prueba, ningún dato concreto en la realidad. Nada de evidencias empíricas. Lo más asombroso, desde la capacidad, quedaría desbordada, fue escuchar “que se indujo” a la abstención para que una parte, una franja de la población con derecho a sufragar, no lo hiciera.

¿Qué es inducir? Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua es “instigar, persuadir, mover a alguien”. Es hacer una cosa que ocurra a otra como reacción o respuesta a ella. Es influir en una persona para que realice una acción o piense del modo que se desea, especialmente si es para que haga algo malo o perjudicial. Lo factual, la realidad real, es que los datos e informaciones suministradas por la Junta Central Electoral, desarticuló aquel marco, la potencial hipótesis, que la verdad desconfiguró. Las elecciones Municipales del 2024 solo se podían comparar con las Municipales del 2020, dado que solo en esas dos se han realizado votaciones separadas para los ayuntamientos. La diferencia es solo de 2.6%, lo que indica que no es significativa ni relevante. ¿Por qué en la Municipal del 2020 votaron más que en 2024? Más allá del Covid-19 hubo un voto emocional, dado la interrupción de las elecciones de febrero de 2020 y el gran movimiento social que se produjo: Plaza de la Bandera y las exigencias de elecciones democráticas y libres.

Finalmente, como pruebas ostensibles de la ilusión, de la psicología del autoengaño, de los puntos ciegos de la partitocracia dominicana, pongamos este último ejemplo: Un dirigente político llegó a decir que por el Aeropuerto del Higüero (Joaquín Balaguer), había llegado un hacker para hackear el EDET de la Junta y vulnerar en consecuencia, la integridad del proceso. Nos preguntamos, ¿con los avances tan extraordinarios de la tecnología, tiene que venir un hacker al país, no lo puede hacer desde Islandia, Irlanda, Rusia o China?

“Nada ocurrió, nada pasó”. Una persona llevó a la Procuraduría General de la República y a la Junta una denuncia de que se iba a realizar un apagón digital. Lo “difícil” fue creer que PLD- Fuerza del Pueblo se harían “eco” de esa denuncia y la “llevaron” tristemente, a la Procuraduría y a la institución llamada a organizar los procesos electorales. En uno de los gobiernos del presidente actual de la Fuerza del Pueblo, privaron de libertad a una de esas personas por delitos cibernéticos. Coincidiría esa denuncia con el proceso del INTRANT.

Estamos solamente poniendo 5 ejemplos para graficar el sentido de gravedad, en que nos encontramos desde la perspectiva del difuminado ético, desde la visión de una ética delimitada, de una ética conductual. Hay un enorme vacío, un espacio abismal entre la sociedad en la que queremos vivir y aquella en la que nos encontramos y ello es así, porque en la práctica, como dice M.H. Brazerman y A.E. Tenbrunsel en su libro Puntos ciegos “somos inconscientes del vacío que existe entre los honrados que pensamos ser y lo que realmente somos”.

Hay una crisis de la partitocracia dominicana, no solo para gestionar conflictos y ponderar los valores de la democracia, sino para interactuar y en consecuencia, generar espacios de ganar en los intereses colectivos, cuando nos hallamos frente a conflictos de valores. Sucumben en los intereses personales y particulares en presencia del más nimio dilema ético. La partitocracia no ha podido en pleno Siglo XXI, en su tercera década, soliviantar la hipocresía moral. Evalúan y miden diferente, dependiendo de los actores involucrados. Frente a un mismo hecho tienen lecturas diferentes. Justifican y adversan en una triste historia de la memoria corta y de la ofensa secular a la inteligencia del pueblo dominicano.

Los partidos políticos representan intereses, relaciones de poder, fuerzas sociales, creencias, valores e ideologías, con respecto a los distintos quehaceres de una sociedad, de un país. Hay que objetivizarlo en esas dimensiones, como el encuentro cierto de su contenido y validez. Empero, hoy en día para evitar su fragmentación y encontrar el espacio de su lucidez y por vía de consecuencia, de ser sostenible en el tiempo, de representar una sociedad dinámica, más observadora, más contestaria, que cuestiona el poder per se y que exige más horizontalidad, más transparencia, más rendición de cuentas, más sustancia, fuera de las sonrisas de las vallas.

La partitocracia de los 34 partidos reconocidos por la Junta, una buena parte se encuentra adocenada, anquilosada, en las ventanas de los puntos ciegos y de la psicología del autoengaño. Un lastre lacerante que le impide renovarse al interior de sus organizaciones. Cuasi no hay renovación ni democracia interna. Los dirigentes de hoy son los mismos desde sus fundaciones. Solo sustituyen por fallecimientos y amplían las matrículas a nivel de las altas instancias y no hay rotación desde la visión de la gestión humana.

Una parte significativa de nuestra partitocracia sufre lo que León Festinger llamó Disonancia Cognitiva, en medio de una sociedad que viene exigiendo más. La parálisis paradigmática que envuelve su praxis política, ha de generarle un displacer constante, ora por entender la necesidad de cambiar ora por defender sus creencias y actitudes, más allá, incluso, de toda lógica y sentido común. Tensión, incomodidad, ansiedad y conflicto, constituyen las llaves abiertas de sus crisis existenciales por más dinero que tengan.

Pero, ¿qué es la Inteligencia Social y el Punto ciego en las categorizaciones de Daniel Goleman en sus libros de Inteligencia Social y Punto Ciego? La Inteligencia social se define como “la capacidad de adaptación del cerebro humano a las situaciones sociales, especialmente los que resultan en emociones o situaciones negativas y como desactivarlas para sacar el mejor partido de estas”. La Inteligencia social no implica la manipulación de los demás. Es la manera de responder proactivamente a la realidad que se nos presenta teniendo como eje nodal, protagónico, la interactuación relacional de ganar – ganar.

La partitocracia dominicana no está entendiendo la frecuencia de la dinámica social, de una sociedad que impugna la jerarquía del poder; que no asume el discurso por la plataforma de la pirámide política-social – institucional, sino, como diría Ortega y Gasset “por los nexos de la ejemplaridad”. Hoy, la autoridad trasciende el cargo o puesto. Lo contiene, empero, ha de trascenderlo por la confianza, que como diría Francis Fukuyama en su libro CONFIANZA (Trust), constituye el peso mayor del capital social, eje medular de las virtudes sociales.

La Inteligencia social, internalizada, disminuirá el peso que hoy tienen los políticos. Parafraseando a Max Weber “que viven de la política y aquellos que viven para la política”. La partitocracia juega, consciente o inconscientemente, a los puntos ciegos. Ello puede dar “resultados positivos” por un tiempo, pues al creerse sus filtraciones, sus percepciones, al seleccionar selectivamente informaciones y datos, se encuentran en el escenario de una obra teatral. “El éxito” en creerse la obra como la realidad misma le permite auto engañarse y expresar “magistralmente” sus mentiras, desinformación, manipulación y posverdad, logrando convencer a una parte del público.

Sin embargo, la verdad, la realidad, está ahí. Es ahí donde entra, para ellos, los puntos ciegos, para evitar enfrentarse a las verdades, que en la mayoría de los casos son incómodas y dolorosas. Deciden no ver y percibir el hecho o el objeto fuera del contexto, de la situación, para no sentirse que el devenir incontenible del desafío de la historia, apunta a una nueva renovación que, por el peso del tiempo y la desconexión, en esta volatilidad de la velocidad de los cambios, relieva y busca otro tipo de dirigentes y liderazgos.

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