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'Haitianólogos' y la realidad

A Haití le conviene, mucho más que a nosotros, que se mantenga siempre el libre flujo comercial a través de la frontera.

En este país tenemos ahora expertos al granel en lo que se refiere a opinar sobre asuntos haitianos, en especial después que han tenido lugar las consabidas malquerencias por los inconvenientes que se han generado con determinados rubros comerciales.

Hay quienes opinan sin control, muchos sin conocimiento de causa, respecto a temas tan espinosos como el manejo del comercio internacional, y las prerrogativas que tiene cada país y sus autoridades de poner en práctica lo que mejor convenga a los intereses nacionales. Y más aún si lo hace a través de medios de comunicación  masiva.

Las pasiones no pueden dominar la entereza de cada individuo al momento de hablar en público, ni en privado, sobre determinada situación. El que así se maneja, nunca tendrá el derecho a la razón, mucho menos a la verdad. Una realidad es que en Haití la gente se entera, porque se divulga, de todo lo que de ellos se dice desde acá, quizás con mayor profusión de lo que sabemos de ellos.

Haití, con la economía más atrasada entre los países del hemisferio, tiene justo derecho a que su pueblo pueda disfrutar de otro estilo de vida, máxime en asuntos que tienen que ver con buscar mejoría en la calidad de vida de su gente.

Pero las autoridades haitianas han faltado a la verdad cuando al poner obstáculos en la comercialización de pollos y huevos informaron al mundo que en República Dominicana hay gripe aviar. Gracias a la intervención de organismos internacionales vinculados a la materia, el mal no fue mayor para nosotros.

Justo derecho tiene Haití y sus autoridades a tomar medidas en favor de llevar mejoría en la calidad de vida de su gente, también en reclamar que los mercados que se habilitan a través de distintos puntos de la frontera se realicen dentro de las reglas que impone el comercio internacional. Y en esto último deben tomar parte los organismos correspondientes de ambas naciones.

A Haití le conviene, mucho más que a nosotros, que se mantenga siempre el libre flujo comercial a través de la frontera. Es lo más asequible para su pueblo, sus empresarios, sus autoridades y otros sectores que se involucran en esos menesteres.

A un empresario o comerciante en Puerto Príncipe, Cabo Haitiano o cualquier otro punto de la geografía del vecino Estado le sale ventajosamente más económico adquirir productos terminados o materia prima en República Dominicana que importarla de Estados Unidos, Canadá, Europa o cualquier otro lugar del planeta.

Datos que aporta la Asociación Dominicana de Exportadores (Adoexpo) refieren que del año 2008 al 2012 las exportaciones nacionales a Haití fueron por US$2,224,228,836.51. En cambio, Haití vendió a los dominicanos en ese período productos por valor de US$175,392,186.32.

En el 2012 las exportaciones nacionales a Haití sumaron US$656,119,045.52, mientras que las de zonas francas fueron por US$478,588,723.15, según refiere Adoexpo.

En resumidas cuentas, todo indica que en Haití hay un despertar que dentro de sus objetivos estaría buscar reducir las compras en el exterior, aún sea la que les llega desde este lado de la frontera, e incentivar la producción local allá, aún sea a costa de aliarse con capitales foráneos.

También eso estaría dentro de lo justo, como tienen legítimo derecho a hacerlo, y lo hacen, comerciantes y empresarios dominicanos afectados por las masivas importaciones de distintos rubros. Claro está, los haitianos deberían hacerlo sin necesidad de mentir y dañar reputaciones de sus vecinos más próximos, que somos todos los dominicanos.

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