Publicidad

"La guerra de la Restauración", de Juan Bosch (2 de 3)

Por Efraim Castillo (2 de 3). Antes del marxismo era muy difícil concebir una guerra de liberación nacional.

Claro, antes del marxismo hubiese sido muy difícil explicar que una guerra podía ser de liberación nacional. Vladimir Ilich Lenin fue precisamente, y aunque parezca increíble, el hombre que estructuró los principios básicos de la coexistencia pacífica, y el vocablo guerra (proveniente del alemán-sajón wer) y su lúgubre contenido resultaba una necesidad de la civilización para pensadores como Joseph-Pierre Proudhon que expresó que la guerra es nuestra historia, nuestra vida, nuestra alma, es la legislación, la política, el estado (1858); o como Rudolf von Ihering, que se atrevió a gritar que la fuerza es la base del derecho (1894); o Hegel que enunció que la guerra es bella, buena, santa y fecunda: crea la moralidad entre los pueblos (ver: R. SCHNUR, Weltfriedensidee und Weltbürgerkrieg 1791-1792); Heinrich von Treitschke quien lanzó a los cuatro vientos que suprimir la guerra sería atentar contra los sentimientos más sagrados del hombre (1879-1880); y otros, por lo que sería impropio el considerar que los héroes de agosto de 1863 tuviesen alguna noción, por vaga que fuese, de que los disparos contra los españoles que hacían, respondían a una guerra de liberación nacional.

La analogía de Bosch entre el ayer y el hoy

En las categorías de relación kantianas entran en función lo que este filósofo determinaba como los principios puros del entendimiento y recibían el nombre de analogías de la experiencia, generalizando su fórmula hacia el enunciado de que la experiencia es sólo posible por la representación de un enlace necesario de percepciones; o que todos los fenómenos están sujetos, en cuanto a su existencia, a reglas a priori que determinan sus relaciones respectivas en un tiempo (1781). Desde luego, Juan Bosch no se ha refugiado en Kant para posibilitar su analogía, sino en las relaciones dialécticas correspondientes que Engels llama análogos, los cuales pueden, no sólo designar los objetos materiales —en este caso de la historia—, sino a los resultados de las acciones del hombre, en tanto que objeto histórico. De ahí a que la apoyatura del escritor se haya fundamentado en la sustancia de las relaciones de producción imperantes en nuestro suelo a la hora de los acontecimientos y sus intereses antagónicos, los índices de miseria generalizada y la discriminación etnosocial a que sometían los españoles nuestro pueblo.

Es decir, Bosch ha tomado los patrones conocidos hoy —y desconocidos ayer en el país, pero existentes— para presentar una teoría que convierte la guerra restauradora en guerra liberadora.

Podría ser una teoría atrevida, sumamente atrevida, si Bosch no estuviese avalado por una analogía que la torna probable por los resortes cognoscitivos ya enumerados. Aún más, Bosch instrumenta su teoría aportando los nexos más estrechos entre los héroes principales de la guerra restauradora (sobre todo la figura de Gaspar Polanco) y los de la revolución de abril (la relación de espontaneidad existente entre la formación de líderes a partir de un fenómeno violento condicionado por parámetros socio-políticos determinados: Polanco-Caamaño, como ejemplo).

Información adicional

volver arriba

Secciones

Noticias Regionales

Nosotros

Síguenos

MunicipiosAlDia Alianzas