Tráfico humano en nuestras propias narices
- Escrito por Javier Genao
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- Publicado en Dajabón

En las aguas mansas del río Masacre y a menos de 15 zancadas, sin mojarse más arriba de la rodilla, está República Dominicana...
Los días de mercado binacional en la frontera son la tormenta perfecta para camuflar el tráfico de niños, en una caótica escena de miles de compradores y vendedores aglomerados en las calles de un pueblo fronterizo.
En medio del bullicio del mercado, entre los puestos callejeros y los carretones de madera cargados de mercancías, el hombre corre mirando a todos lados, como si se sintiera perseguido, hasta llegar a una casa donde se asoman dos brazos que reciben a los niños.
Es una maniobra fácil, certera, enteramente ilegal que se repite una y otra vez en el punto supuestamente más vigilado de la frontera de unos 380 kilómetros entre Haití y República Dominicana.
"Muchos niños son traficados a lo largo de la frontera, todo el mundo hace dinero y recibe beneficios, es su única fuente de ingresos, traficar con los menores" y tratar de proteger a los niños de este cruel negocio es definitivamante un grave problema.
Los dajaboneros somos testigos de cómo los guardias de frontera reciben dinero, así como del proceso abierto del contrabando de niños, los que ofrecen para explotación sexual y servicios domésticos.
Se ha hecho muy poco para fortalecer la seguridad en los cuatro puntos más congestionados de la frontera, entre ellos el río Masacre.
Cuando los países han tomado medidas, los negociantes de ambas comunidades, Quanaminte y Dajabón, se quejan de que el comercio sufre, pero más sufren los niños haitianos que son cruzados hasta por el mismo puente los días de feria sin exigir documento alguno en el paso de la frontera.
Los traficantes sostienen que rutinariamente pagan a guardias haitianos y dominicanos de la frontera para pasar a los niños.
Sólo ha habido dos condenas por tráfico de indocumentados en cuatro años a pesar de que el gobierno dominicano creó una unidad especial para combatir el fenómeno.
Aún cuando las autoridades de Unicef y otras instituciones dominicanas aseguran que están trabajando para combatir el tráfico y el abuso de menores cerca de una quincena de niños y adultos cruzaron ilegalmente por la frontera para saciar el hambre que los ataca por la falta de alimentos.
Se les ve a todas horas del día y la noche en los lugares de ventas de comida rápida, donde son azotados por sus empleados y el público que visita esos lugares los maltrata, quedando muchas veces abandonados en la travesía por los que los traen desde Haití.
Otros corren la suerte de permanecer secuestrados hasta que sus familiares pagan los gastos del contrabando.
El más agitado de estos puntos es el puente sobre el Río Masacre, que une la población de Juanaméndez, en Haití, con Dajabón, en República Dominicana.
Desde allí, una autopista de unos 300 kilómetros conecta la frontera con las ciudades de Santiago de los Caballeros y Santo Domingo.
Dajabón, es la sede del mercado binacional los lunes y viernes. Al despuntar el alba miles de haitianos invaden las calles en búsqueda de una porción de comida y en esta anarquía, los buscones, como se les conoce en esta zona a los traficantes de indocumentados, negocian su mercancía humana.
Al abrirse el portón de metal a mitad del puente, los haitianos tienen autorización de pasar sin presentar documentos migratorios. El proceso de verificación para determinar si los niños vienen con sus padres es selectivo.
Las autoridades migratorias de ambos países sostienen que tratan de detener a los niños que parecen perdidos, o que están bien vestidos como "para un viaje largo".
"Aquí, las autoridades de la oficialidad dominicana siempre son los que han permitido el flujo de migrantes, niños y adultos, mujeres y jóvenes ilegales. Lo han permitido y así lo han querido'', dijo el padre Regino Martínez, director de Solidaridad Fronteriza en Dajabón.
"¡Y el tráfico no se hace gratis, el tráfico es cobrando, son corruptos!'' sentenció el padre, como quien clama en el desierto.
Fotos: Augusto Valdivia y Javier Genao
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