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La angustiante vida de la gente en los barrios de Constanza

La Policía incauta altoparlantes de los sorprendidos en la contaminación acústica, pero al parecer se los devuelven, porque reinciden en las violaciones de la ley. La Policía incauta altoparlantes de los sorprendidos en la contaminación acústica, pero al parecer se los devuelven, porque reinciden en las violaciones de la ley.

Entre los contaminantes acústicos del medio ambiente, además de los altoparlantes en colmados, residencias, talleres, vehículos estacionados y en movimiento, están los disparos de armas de fuego (cosa común en los barrios) y el emitido por las motocicletas, que suelen despertar a las personas en horas de la madrugada, sin que se sepa qué buscan en medio del frío y el peligro de la noche.


Veinte años atrás la población local sentía y expresaba el orgullo de ser una de las comunidades más tranquila de la República Dominicana, caracterizada por gente trabajadora y hospitalaria, con clima templado subhúmedo, y con una exuberante producción agrícola que, según los propios constanceros, representaba el 3.4% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.

En esa Constanza del ayer, bautizada por las perspectivas de márquetin como “La Suiza del Caribe”, la violencia era mínima, y no se conocía el aquelarre de la delincuencia, porque cualquier hecho con esa connotación se consideraba un fenómeno aislado que testiguaba la ausencia de constanceros y la presencia de uno que otro forastero. Sin embargo, de ese nostálgico ayer y esta repulsiva actualidad hay una diferencia como la que tienen el cielo y la tierra.

Hoy los barrios de este municipio vegano de la cordillera Central están a merced de desaprensivos que, actuando al margen del orden y la ley, incuban el miedo, la angustia y la desesperación en muchas familias que, desamparadas de protección oficial, sufren en traumático silencio la violencia de su ruido ensordecedor, sistémico, a cualquier hora del día o de la noche.

Voces desesperanzadas

En razón de esa comprobable realidad, algunas almas atrapadas en ese círculo vicioso de vejámenes e impunidad han querido aprovechar esta plataforma para que se lea su voz, como ya lo hicieron en un reporte anterior los sacerdotes Ambiorix Tolentino, de la Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes, y Heriberto Sánchez Núñez, de La Cátedra de San Pedro, así como la psicóloga María Guzmán Lantigua y el comunicador José Aridio Jiménez.

“Aquí no se duerme. No hay quien pegue los ojos. Yo amanezco trasnochado por completo, porque cuando no es esa música que la apagan a la una o las dos de la madrugada, entonces quedan los carros con el musicón arriba. Cuando terminan los carros entonces quedan los piperos con esos motores, se los aceleran a uno, con el mofle quitado, en la misma cabecera de la cama”, expresó Félix Suriel García, residente en los Envasadores.

El hombre, quien sufre de dolencias en las piernas, dice que en ocasiones tiene que ir a amanecer donde familiares para poder conciliar el sueño. se quejó de la inoperancia de las autoridades para restablecer la paz y el orden, que antes eran prendas de oro de esta localidad.

De su parte, la presidenta de la junta de vecinos del citado sector, Matilde de los Santos Lara, manifestó que la situación en la barriada es desesperante. “Esto por aquí se perdió. Yo tengo tiempo que no duermo. Aquí no se puede ni comer. Creo que no me muero aquí, porque lo que se usa en este lugar no se ve en ninguna otra parte”, indicó.

La dirigente comunitaria dice sentirse avergonzada de no poder hacer nada porque el tigueraje es demasiado grande y las autoridades viven indiferentes. Citó el caso de una familia (Fuifo y su mujer, Chichí, y su hijo, Noelito), que se vieron obligados a dejar su casa y luego venderla, por el ruido infernal que hacen en un establecimiento comercial, a cinco metros de distancia. Dijo que la citada familia llevaba en el barrio toda una vida, porque fueron de los fundadores. Ese caso lo conocen las autoridades de Constanza, pero denotan que les importa un comino.

Casilda Díaz Fernández, una agricultora de toda la vida, que salió del asentamiento agrario de Villa Poppy para instalarse en Los Envasadores, dice estar muchas veces arrepentida de haber llegado al infierno, porque cuando no es el ruido de los altos volúmenes de los equipos de música, es el de las motocicletas, cuyos conductores andan como demonios enfurecidos en las entrañas de la peligrosa noche.

También se queja la señora María Rosario De la Cruz, residente en Las Flores, quien dice estar enferma, y que no duerme por el escándalo (música y bulla) de un villar a poca distancia de su casita. Ella tiene la misma percepción que se generaliza en esta ciudad: de que no hay autoridad para restablecer el orden público.

Medio Ambiente

Ante el clima de zozobra imperante MunicipiosalDía contactó al encargado de la subgerencia del Ministerio de Medio Ambiente en esta ciudad, Ricardo Quezada Vásquez, para conocer su parecer sobre las denuncias de los ciudadanos, pero éste se desligó de responsabilidad, argumentando que para los asuntos de ruido existe el procurador de Medio Ambiente (José Luis Farías), que vive en La Vega, pero tiene una oficina en el palacio de justicia de aquí. El magistrado viene a Constanza una vez al mes.

Expresó que según el Artículo 8 de la Ley 90-19 “la competencia de los ruidos de bocinas la tiene la Policía y la Fiscalía de Medio Ambiente”, agregando que el comandante de la dotación policial local, teniente coronel Luis D. Alcántara Lantigua, está haciendo un buen trabajo.

Pero, a pesar del esfuerzo de la Policía, que son ciertos, los violadores de la referida ley, que estipula multas de varios salarios mínimos y hasta reclusión de uno a tres años, son muchos y están diseminados por casi todos los barrios, con actitud de desafío a la autoridad.

De su parte el empresario, ingeniero agrónomo, Rafael Benito Rodríguez, al ser consultado por este medio manifestó que en el ámbito medioambiental Constanza está mal, porque a su juicio no se está haciendo lo que se debe a fin de cambiar la negatividad que existe en el ambiente. “Creo que está medio abandonada la sociedad, el municipio”, expresó.

Mientras que la encargada de la Unidad de Gestión Ambiental del Ayuntamiento Municipal (UGAM), Martina Valenzuela, dice estar dispuesta a coordinar acciones multisectoriales a fin de enfrentar la endemia de ruido, cuyo impacto en las poblaciones expuestas es sumamente negativo, por la cantidad de dolencias que produce, entre ellas estrés, dolores de cabeza, angustia, ansiedad, miedo, insomnio, trastornos digestivos y cardiovasculares, irritabilidad, falta de concentración, etc.

Entre los sectores más afectados por el ruido, elevado a niveles inconcebibles, están: Los Envasadores, Los Pomos, San Isidro, Las Flores, La Luisa, El Cercado, Los Pinos de Juan Taveras, La Joya, Villa Pinales, El Arenazo, Arroyo Arriba, Ojo de Agua, y los distritos municipales de Tireo y La Sabina.

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