“Aquí están por todos lados y se mueven con plena libertad, sin temor de que ninguna autoridad los va a molestar, exigiéndoles pasaporte o cualquier otro dato que precise su identidad, el lugar de procedencia, cómo llegaron y quién es el responsable de que hayan convertido esta zona en un pequeño Haití”, dijo el labriego Odalís Plasencia, quien se dedica a arar tierra con una yunta de bueyes.