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Se necesitaron 8 millones de árboles para crear parque Las Gaviotas en Colombia

Paolo Lugari, sonrie en un momento de su conferencia en la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña. Paolo Lugari, sonrie en un momento de su conferencia en la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña. Foto: Sanchito Sánchez

Este parque natural con una extensión de 8 mil hectáreas, se ha convertido en un símbolo medioambiental para el planeta, a cuyo director lo han reconocido casi todas las universidades del mundo por los logros alcanzado en post de un mejor vivir con la naturaleza.

 

El parque natural de las Gaviotas, en Colombia, se ha convertido en auto sostenible desde el punto de vista económico y para su desarrollo, la Fundación Centro Las Gaviotas, hubo de sembrar ocho millones de árboles, para convertir la comunidad de Las Gaviotas, en centro de atención medioambiental del mundo.

La comunidad de La Gaviota, ubicada en las montañas del Centro Sur de Colombia, que es auto suficiente en energía renovable a partir de la biomasa, solar hidráulica y cuyo parque los convierte en el más de grande de la república colombiana, con 8 mil hectáreas, logrando así una reforestación biodiversa.

Los datos fueron ofrecidos por el presidente de la Fundación Centro Las Gaviotas, Paolo Lugari, un colombiano de origen italiano, durante una conferencia presentada en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, con un salón lleno a toda capacidad de estudiantes, intelectuales, profesores y empresarios de todos los sectores.

Este parque cuenta con doscientas especies vegetales endémicas y que produce por día 50 mil galones de biodisel, que es usado en las maquinarias pesadas y plantas para producir energía.

"Con este parque se busca una nueva concepción del ambiente que conduzca a pensar una educación ambiental, como educación civica para la formación de un mejor ciudadano en valores y competencias para una sana relación con el ambiente", dijo Lugari

Visto los logros obtenidos en la zona, Paolo Lugari, propone que se puede lograr poblar de árboles el 50 % del planeta, para que tengamos un mejor universo, libre de contaminación y que este sea un compromiso de todos en el mundo.

Los tecnicos de la Unidad Municipal de Programas Especiales (UMPE), de la Liga Municipal Dominicana, representada por los ingenieros Manuel Acosta, Victor Mejía, Amauri Márquez, así como las promotoras Blanca Araujo y Cristina Bautista, estuvieron en la conferencia en representación del secretario de la Liga, Johnny Jones.

PARTE DE LA CONFERENCIA

En Gaviotas, empezamos nuestros ensayos, diciendo que un texto sin contexto, es un pretexto. Pongámonos, pues, en contexto:

Gaviotas nació por casualidad, pasando de la utopía a la topía, es decir del sueño a la realidad, disfrutando la belleza de la extrema dificultad.

Estamos en la búsqueda permanente de verdades temporales, hacia la sustentabilidad tropical, dentro de una racionalidad glocal, que significa actuar localmente con criterio global, mezclando la pasión con la serenidad.

Siempre que disertamos sobre el microcosmos de Gaviotas, asentado en la altillanura cálida colombiana, aquende el Soberbio Río Orinoco, como lo llamara ese suspirador de futuros, Julio Verne, es como si pronunciáramos una conferencia diferente para cada asistente, quien la interpreta de acuerdo a su manera de pensar.

La posibilidad de una interpretación unánime es imposible, porque al pensamiento no lineal de Gaviotas, le es difícil alinearse en formaletas cerebrales preestablecidas.

El hombre en su arrogancia le escribe las leyes a la naturaleza, la clasifica en reinos, con cierta nostalgia monárquica. Por el contrario, en un ecosistema no observamos jerarquías, sino cooperación, con el fin de facilitar las conexiones.

Ese mundo de allá, "una comunidad para reinventar el mundo", como lo llamara Alan Weisman en la portada de su libro sobre Gaviotas, fue surgiendo espontáneamente pasando del caos al cosmos, creyendo en la libertad, sin un esquema predeterminado, siempre basado en la sustentabilidad que mereció una inspiradora obra de teatro de Robin Lane, llamada Entusiasmo, en Pórtland, Oregón.

Allá no sucede lo que en otras latitudes, la gran desconexión entre lo individual y lo comunitario, entre lo artístico y lo científico. Compartimos valores, lazos comunes, que nos permiten estar en paz con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con la naturaleza. No podemos considerarnos sobrenaturales. Para llegar a ser un verdadero individuo, se necesita ser parte de una comunidad. Los avances tecnológicos de Gaviotas no disminuyen el contacto humano y el que debe existir con la naturaleza.

Pasemos a explicar, en lo posible, nuestra forma de pensar: Las culturas deben configurarse para poder superar las crisis, máxime si nos estamos

aproximando al traspaso de los umbrales vitales de nuestra casa planetaria. Nos preguntamos que sentido tiene estar científicamente en la era espacial, si seguimos atados a la edad de piedra destruyendo lo que más queremos, y nuestra mayor riqueza: LA VIDA, en todas sus manifestaciones, que continúa siendo el mayor misterio del Universo.

A pesar de ello, nos autodenominamos Homo Sapiens Sapiens, pero somos entre cuarenta millones de especies, la más irascible de todas. Sin capacidad de reconocernos los unos con los otros, hemos comprometido los mayores esfuerzos de la humanidad a lo largo de la historia, en conflictos y guerras que no es otra cosa que el fracaso de la inteligencia.

Ahora esa misma intensidad debe ponerse al servicio de la sustentabilidad del planeta, de nuestra propia existencia, ratificando la indivisibilidad ecológica, volviendo los odios biodegradables, como corresponde a verdaderos seres humanos. Parece que estamos olvidando que la tierra es hasta ahora el único planeta que alberga el código de la vida: el A.D.N.

Primero hubo vida,  que  engendró  la atmósfera  tal como la conocemos. La vida es la encargada de renovarla y equilibrarla constantemente. La atmósfera  anterior estaba compuesta por gases que no hacían  posible la vida.

De nosotros depende la conservación de su frágil y estrecha composición química,  de su estabilidad dinámica, de sus proporciones y su patrón de comportamiento, los cuales están articuladas a los sistemas vivos, a la biomasa, que garantizan su continuidad.

En consecuencia la protección de la bioquímica atmosférica  debe ser declarada de seguridad mundial por todas las Naciones. Estamos jugando con la clave de la vida misma. Debemos propugnar por una declaración mundial de interdependencia.

No podemos seguir alterando letalmente la matriz de la vida y sus ciclos, mantenidos e impulsados por la energía de la radiación solar.  Estamos al borde de un callejón sin salida, a punto de superar por la velocidad de nuestra carga destructiva y crecimiento exponencial, la resiliencia de una tierra finita, redonda,  en donde  todo se vuelve a encontrar.

Combatamos la calvicie de la tierra, en otras palabras, recuperemos gran parte de su biomasa, de su piel original replantándola, además de actuar sobre la protección e incremento de  la vida vegetal de los Océanos. Como lo expresé en la conferencia que dicté en el Laboratorio de los Álamos, en New México.

Los ciudadanos hablan en nombre de las Naciones, pero ¿quien habla lo hace en nombre de la vida?

El futuro, que ya es presente, no puede concebirse fuera de la ecuación población, ciencia y naturaleza.

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