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Opinión: La última reelección presidencial

El doctor José Francisco Peña Gómez,  hablaba de manera recurrente de lo que consideraba una  maldición  dejada por el dictador Rafael Leónidas Trujillo  Molina, en algún lugar del palacio nacional, que hace  efecto  en los presidentes electos, para que,  pese a tener las mejores intenciones de cumplir el juramento de cumplir con la constitución, se entusiasman tanto con el cargo que, traicionan sus propias convicciones y hacen cualquier diablura para tratar de perpetuarse en el poder, a ese fenómeno,  Peña lo denominó “La maldición de la reelección, inculcada a los presidentes de turno, por el fantasma de Trujillo que deambula en el palacio nacional”.

 

Lo cierto es que la mayoría de las modificaciones a nuestra carta magna se han realizado  para quitar o poner la reelección presidencial en su texto.  Ha sido recurrente, que cuando se es aspirante a la presidencia de la Republica, se suele calificar la reelección presidencial como algo perverso, pecaminoso o nocivo  para la democracia y para la institucionalidad del país, pero ha resultado que en  la mayoría de los casos, quienes eso afirman antes de llegar al palacio, lo han  intentado con pocas excepciones.

El tema de la modificación constitucional para establecer por la vía de la reforma  la reelección ´residencial es recurrente generando la sensación de que vivimos una especie de Deja vu que mantiene en vilo a toda la nación, al final de cada mandato presidencial, donde la mayoría de colaboradores cercanos a los presidentes de turno la promueven como “la única vía que tiene el país para seguir la ruta del desarrollo y el progreso”.  El tema, tanto ayer como ahora genera enemistades y divisiones en los partidos de gobierno, imponiendo muchas veces situaciones que alteran la estabilidad, la economía  y en ocasiones la paz social.

Esa es una discusión que debe terminar para siempre, con una reforma a la constitución cierre  para siempre la posibilidad de reponer la reelección presidencial, mas allá de dos (2) periodos consecutivos, y para ello se hará necesario  imponer  parámetros que resulten imposibles de superar,  como por ejemplo introduciendo el presente texto en nuestra constitución:

 Art. 124:  El presidente de la República será electo por un periodo de cuatro años, pudiendo ser postulado al periodo inmediatamente siguiente, en caso de no presentarse, de presentarse sea que alcance la posición o no, jamás podrá aspirar al cargo de presidente, ni a al vicepresidente de la República.

Párrafo I: Una reforma de la presente constitución que verse sobre sobre la reelección presidencial,  necesitará la asistencia del 100% de los legisladores de ambas cámaras y del voto favorable de la totalidad de los legisladores  presentes, siendo que en caso de lograrse la votación indicada, esta no entrará en vigencia  hasta tanto  sea ratificada en un referéndum nacional.

Párrafo II: El referéndum de ratificación a la reforma constitucional que verse sobre la reelección presidencial se realizará  al cumplirse  ocho (8) años de promulgada la Ley de reforma, debiendo  en dicho referéndum ejercer  el sufragio el 90% de los ciudadanos aptos para votar  y debiendo el SI  obtener a no menos  del 75% de los votos emitidos.

Párrafo: III.  Los expresidentes de la República pasarán a ocupar una curul en el Senado de la República, en la cual permanecerán en calidad de senadores hasta que cumplan los 75 años de edad, momento en que su retiro será automático.

El texto anterior colocado en nuestra constitución  eliminaría lo que Peña Gómez llamaba  “la maldición de la reelección”, pues dudo que nunca nadie que atrevería  a intentarlo cerrando para siempre el suspenso recurrente que tiene que vivir el país.

El autor es docente universitario y dirigente del PTD.

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Opinión: La última reelección presidencial

El doctor José Francisco Peña Gómez,  hablaba de manera recurrente de lo que consideraba una  maldición  dejada por el dictador Rafael Leónidas Trujillo  Molina, en algún lugar del palacio nacional, que hace  efecto  en los presidentes electos, para que,  pese a tener las mejores intenciones de cumplir el juramento de cumplir con la constitución, se entusiasman tanto con el cargo que, traicionan sus propias convicciones y hacen cualquier diablura para tratar de perpetuarse en el poder, a ese fenómeno,  Peña lo denominó “La maldición de la reelección, inculcada a los presidentes de turno, por el fantasma de Trujillo que deambula en el palacio nacional”.

 

Lo cierto es que la mayoría de las modificaciones a nuestra carta magna se han realizado  para quitar o poner la reelección presidencial en su texto.  Ha sido recurrente, que cuando se es aspirante a la presidencia de la Republica, se suele calificar la reelección presidencial como algo perverso, pecaminoso o nocivo  para la democracia y para la institucionalidad del país, pero ha resultado que en  la mayoría de los casos, quienes eso afirman antes de llegar al palacio, lo han  intentado con pocas excepciones.

El tema de la modificación constitucional para establecer por la vía de la reforma  la reelección ´residencial es recurrente generando la sensación de que vivimos una especie de Deja vu que mantiene en vilo a toda la nación, al final de cada mandato presidencial, donde la mayoría de colaboradores cercanos a los presidentes de turno la promueven como “la única vía que tiene el país para seguir la ruta del desarrollo y el progreso”.  El tema, tanto ayer como ahora genera enemistades y divisiones en los partidos de gobierno, imponiendo muchas veces situaciones que alteran la estabilidad, la economía  y en ocasiones la paz social.

Esa es una discusión que debe terminar para siempre, con una reforma a la constitución cierre  para siempre la posibilidad de reponer la reelección presidencial, mas allá de dos (2) periodos consecutivos, y para ello se hará necesario  imponer  parámetros que resulten imposibles de superar,  como por ejemplo introduciendo el presente texto en nuestra constitución:

 Art. 124:  El presidente de la República será electo por un periodo de cuatro años, pudiendo ser postulado al periodo inmediatamente siguiente, en caso de no presentarse, de presentarse sea que alcance la posición o no, jamás podrá aspirar al cargo de presidente, ni a al vicepresidente de la República.

Párrafo I: Una reforma de la presente constitución que verse sobre sobre la reelección presidencial,  necesitará la asistencia del 100% de los legisladores de ambas cámaras y del voto favorable de la totalidad de los legisladores  presentes, siendo que en caso de lograrse la votación indicada, esta no entrará en vigencia  hasta tanto  sea ratificada en un referéndum nacional.

Párrafo II: El referéndum de ratificación a la reforma constitucional que verse sobre la reelección presidencial se realizará  al cumplirse  ocho (8) años de promulgada la Ley de reforma, debiendo  en dicho referéndum ejercer  el sufragio el 90% de los ciudadanos aptos para votar  y debiendo el SI  obtener a no menos  del 75% de los votos emitidos.

Párrafo: III.  Los expresidentes de la República pasarán a ocupar una curul en el Senado de la República, en la cual permanecerán en calidad de senadores hasta que cumplan los 75 años de edad, momento en que su retiro será automático.

El texto anterior colocado en nuestra constitución  eliminaría lo que Peña Gómez llamaba  “la maldición de la reelección”, pues dudo que nunca nadie que atrevería  a intentarlo cerrando para siempre el suspenso recurrente que tiene que vivir el país.

El autor es docente universitario y dirigente del PTD.

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