Nos protegería de tanto niño maltgratado, tanto abandono devenido en hombe o mujer, ansiosamente en búsqueda de una madre o padre que pudiera sostener al calabozo de su voluntad; de feos hombres y mujeres, como el feo enano que acaba de asesinar, a un muchacho que conmovía al país con su rostro de niño grande. Villegas, el risueño poeta bonachón, le abrió los brazos, como todo el país, a Orlando y a Leticia, los dos niños de esa pareja presidencial que, como los Kennedy, logró que sus dos hijos fueran adoptados por el corazón de la colectividad.

Menos mal que en esta media isla, que hoy se amuralla de armas, un feo enano mato físicamente a Orlando, pero no a su moral, la única muerte real, en un país de jóvenes donde, la madre que no estuvo, ese conviene en la obsesión por una yipeta, un apartamento en la playa, una cuenta de Banco, una mina de cemento, o un "éxito profesional".