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Criptos, anticristos, coptos y la época actual

Faustino Collado. Faustino Collado.

Hay palabras de temporada y otras que marcan épocas. Son épicas. Basta recordar "Los años oscuros" (476-1492, Petrarca), referidos a la Edad Media; "Los años locos", "La pesadumbre de entreguerras", el "crac del 29" o "La Gran Depresión", todo tras la I Gran Guerra; "La sociedad del espectáculo" (Guy Debord, 1967), descripción pos mitad del siglo XX, tras el envanecimiento por los "30 años gloriosos" del capitalismo neocolonial.

¿Cómo llamar a la época actual?: la del posmodernismo, del neoliberalismo privatizador y el "Dios mercado", la de las cuarta y quinta revoluciones industriales, de la incertidumbre, de los fakes news que recuerdan a Campoamor(nada es verdad ni es mentira...), del aislamiento individual en el móvil y las transferecias, la globalización, virtualidad, la vuelta de la ultraderecha, la guerra comercial y antiinmigrante de Trump. En fin, mucha "sociología planetaria" para un solo tiempo, o, ¿es que la velocidad del siglo XXI nos ha sumergido en variados tiempos orbitales?

Por eso, hablo de CRIPTOS, los impulsores fantasmagóricos de las criptomonedas, porque estas son y no son monedas, es y no es dinero, siendo fuente de engaño y especulación, diciendo, al mismo tiempo, que el viejo dinero, simbolizado en el dólar, está siendo negado,  como el ser y no ser en filosofía, estando pendiente una sola moneda mundial. Se está, entonces, ante una crisis de identidad monetaria, que refleja otras crisis ontológicas.

Hablo de ANTICRISTOS, porque en la cultura occidental, de base cristiana, se repite que vendrá el "Anticristo", (Apocalipsis, 13:1-18...), que, según el relato de Juan, es un ser maligno que aparecerá antes de la "segunda venida de Cristo" para confundir y engañar, diciendo que es el Cristo de los cristianos, pero, que no es ni una cosa ni la otra. Hablar de anticristos cibernéticos parece acercarnos al calificativo de globalismo del engaño.

Recordanos, también, a los COPTOS, porque estos cristianos, disidentes originales dentro del catolicismo, dejan a Cristo en dos personas, que es una y dos al mismo tiempo, y no creen en las llamadas "tres divinas personas", más específicamente en el "espíritu santo", que  viene a ser hoy el espíritu del globalismo conservador dominante. Sentimientos guiados y envueltos en la ideología del brillo y la apariencia.

¿En esa ambivalencia existencial cómo se podría calificar la sociedad de hoy?

Es sumamente difícil, pues nos hemos venido internando en una especie de incriptación social, en que la "Era digital", como ya muchos llaman a estos tiempos, que realmente no caracteriza, sino que clasifica, es un amacijo de byte, de ceros y unos, que reflejan nuestro mimetismo y predecibilidad. Por eso, se podría hablar de época o sociedad del reflejo.

Sin embargo, las cosas reflejadas, las razonadas, incluida la ciencia, así como las sentidas e imaginadas, buscan ir más allá de la predecibilidad, dejando espacio a la utopía, época aparentemente de incertidumbre, de partícula y onda, que caminan superpuestas, siendo las dos reales y aspiracionales. De ahí que, en la vida cotidiana, en la cultura, hay más que superposición y, lamentablemente,  cada vez más suplantación: de faz, iris y carácter.

Así que, estamos en la época de la suplantación,  con o sin inteligencia artificial. El reto, más que epocal, sino de especie, de ciencia, mirada y sentimientos, será distinguir. Distinguir, distinguir y distinguir. En el fondo se trata de más conocimiento. De todo tipo de conocimiento. Eso es lo que nos revalidará como especie, máquina biológica y cultural insustituible e irremplazable, aunque evolucionemos a saltos y seamos clonados.

 

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