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La reducción de riesgo de desastres en el nivel local

La población y la economía mundial son hoy en día predominantemente urbanas en América Latina más del 75 por ciento de la población, habita espacios urbanos de diversos tamaños. La concentración de la economía, de la cultura, de la inversión y del poder político es aún más acentuada. La mayoría de las mega-ciudades del mundo están ubicadas en áreas de gran amenaza física, como lo son infinitos números de ciudades de tamaño intermedio y pequeño. En los países en vías de desarrollo estas ciudades están tipificadas por niveles altos y crecientes de vulnerabilidad social, vulnerabilidad que encuentra su expresión también en las ciudades de los países avanzados, esta vulnerabilidad no solamente se expresa en términos de los impactos sufridos, sino también en lo débil de los esquemas de respuesta y las dificultades experimentadas en la rehabilitación y la reconstrucción, tanto en países atrasados como  los supuestamente avanzados.

Sin lugar a dudas el problema de riesgo ambiental y desastre urbano es sumamente serio. Esta situación tiende a aumentar su gravedad con el paso del tiempo y el inexorable aumento en la concentración urbana, producto de procesos económicos y de cambio social aparentemente irreversible, los cuales requieren de la concentración urbana, aún cuando sea en formas distintas a las experimentadas históricamente. Sin embargo, ha faltado atención suficiente al problema, tanto por parte de los investigadores y practicantes  del desarrollo y planificación urbana, no dejemos de mencionar a los gobiernos locales y al gobierno central,  como por parte de quienes se dedican a los riesgos y desastres. Solamente durante la pasada década se ha experimentado un aumento importante en la investigación y discusión en torno al problema, pero aún queda muy lejos de lo deseado y necesario.

El problema de riesgo ambiental y desastre urbano gira en torno a tres tipos de problema, los cuales están de por sí irremediablemente relacionados. Primero, el problema de los factores causales, que tienden a aumentar, y explican el riesgo en las ciudades y su naturaleza cambiante y las opciones de gestión de este riesgo en aras de su reducción o control, segundo, el problema de la respuesta social a los desastres una vez ocurridos, y los condicionantes impuestos por las características multifacéticas de las ciudades como entornos de acción: y, tercero, la problemática de la reconstrucción en el  entorno urbano. La discusión de estas tres vertientes debe permitir la identificación de opciones reales para la gestión de la  reducción del riesgo ambiental y la vulnerabilidad de las ciudades hacia el futuro y para el mejoramiento de los sistemas de respuesta.

Desde las repetidas destrucciones de la Ciudad de Antigua de Guatemala durante los siglos 18 y 17, pasando por los severos daños  sufridos en la ciudad de Cartago en Costa Rica en 1910, hasta los conocidos y más recientes terremotos que severamente afectaron las ciudades de Managua y Guatemala en la década de los 70 y San Salvador en 1986 y 2001, y Haití en el 2010, Centroamérica y el Caribe son testigos de los impactos negativos que sus ciudades pueden sufrir enfrentado con una geodinámica local y regional inestable. No solamente los terremotos sin embargo causan daños sino también huracanes, inundaciones y deslizamientos se han hecho presentes conduciendo a perdidas millonarios y varias decenas de miles de muertos. No olvídenos caso del Huracán Mitch y la tormenta Noel y Olga en el 20

Aun cuando es difícil distinguir con precisión las perdidas asociadas con el medio urbano, por la forma en que se presentan los resúmenes estadísticos en general, los datos globales sobre los grandes desastres que han sucedidos son elocuentes. Más de 20 mil muertos en el terremoto de Guatemala, 8,000 en Managua, 1,000 en El Salvador en 1986, 8,000 en Honduras con el Huracán Fifí y cerca de 20,000 con Mitch en 1998. Seis billones de dólares de pérdidas directos con Mitch en Centroamérica, cerca de 1.6 billones en El Salvador en 2001, 1.8 en Guatemala en 1986.

La tormenta tropical Noel provoco inundaciones y deslizamientos en el 80% del territorio dominicano, dejando 79,246 desplazados, 87 muertos y 48 desaparecidos. La tormenta tropical Olga dejo  33 muertos, el desplazamiento temporal de 61,000 personas. El total de danos de ambas tormentas se calcula en 120 personas murtas, 48 resultaron desaparecidas y 140,246 desplazadas, mientras los daños y pérdidas se estiman en más de US$439 millones, según reportes de la CEPAL. En Haití 222.570 muertos y ha causado daños por valor de 7.754 millones de dólares (algo más de 5.600 millones de euros), Durante los últimos 30 años La CEPAL  estima las pérdidas directas asociadas con grandes desastres en la región en cerca de 30 billones de dólares. Los impactos de estas pérdidas en el potencial de desarrollo de la región no pueden ser subestimados.

La ubicación originaria de un número importante de los centros urbanos a escala mundial se explica por su proximidad a diversos recursos naturales, aún cuando, con cambios en las estructuras y lógicas económicas y en las tecnologías de comunicación y transporte, estos factores hayan perdido peso con el paso del tiempo. La proximidad a mares, océanos, lagos y ríos o a depósitos de minerales; y la ubicación en valles intermontaños tectónicos o en las faldas de volcanes, entre otras, se explica por el acceso a recursos que facilitan el transporte de bienes, la producción pesquera, agrícola o industrial y la interrelación comercial y poblacional en general.

Sin embargo, por el mismo proceso de la naturaleza, los  recursos que ofrecen oportunidades para la vida humana se convierten en distintos momentos en amenazas para  ella misma y sus creaciones. Los mares y océanos normalmente benignos, se convierten en amenazas por la presencia cíclica de huracanes y tormentas tropicales, mareas altas combinadas a veces con descargas fluviales anormales, y la probabilidad de un aumento en sus niveles por el impacto del cambio climático global y el efecto invernadero; factores que condicionan la existencia de inundaciones de gran escala, erosión costera y vientos de alta velocidad. Los ríos que ofrecen oportunidades de producción, acceso a agua y medios de transporte y aspectos estéticos de gran valor, además de la refertilización natural de sus zonas de inundación, cíclicamente producen inundaciones de magnitudes anormales que ponen en peligro a la comunidad establecida en sus proximidades. Las faldas de los volcanes que proveen importantes recursos edáficos y minerales, se transforman en lugares de peligro frente a la posibilidad de la renovada actividad volcánica.

La relación dialéctica entre recursos y amenazas es consustancial con el desarrollo de la tierra y de la sociedad. La tierra es por naturaleza un lugar a veces peligroso. La amenaza natural, asociada con los procesos geológicos, geomorfológicos, climáticos, y oceanográficos tiende a ser una constante en términos de un número importante de los centros urbanos grandes, medianos y pequeños del mundo. Debido a los procesos contradictorios del crecimiento urbano, ésta aumenta, pues los centros urbanos se expanden hacia zonas de mayor peligrosidad, excediendo los límites de las áreas más seguras, que adoptaron los primeros pobladores para asentarse. Visto desde esta perspectiva, es claro que hasta los eventos físicos extremos asociados a procesos naturales pueden transformarse en amenazas, solamente por intermediación humana, lo cual significa que el concepto mismo de amenaza es socialmente construido.

Los procesos y eventos  naturales establecen límites o fronteras "naturales" al desarrollo de la sociedad y de las ciudades. Son inmutables, en gran medida, a pesar de que la tecnología permite, en determinadas circunstancias, una modificación de su comportamiento e impacto en la sociedad, como es el caso con la construcción de presas, diques, paredes de retención etc.

Sin embargo, existe una serie creciente de eventos físicos que afectan a las ciudades, que aparentan ser naturales, pero en su esencia son creados por la intervención humana. Estos eventos se gestan en la intersección de la sociedad con los procesos de la naturaleza, y pueden convenientemente denominarse eventos o, en su caso, amenazas socionaturales. Aquí se trata, en particular, de los casos de inundaciones, deslizamientos, hundimientos y de sequías que afectan a muchas ciudades, particularmente en los países pobres, cuyos orígenes se encuentran en el inadecuado manejo del entorno natural de la ciudad y de su región circundante.

La construcción de la ciudad implica automáticamente un cambio en los sistemas ecológicos y ambientales  originarios. El ambiente natural se transforma en un ambiente construido, o social. La conversión de suelos naturales en tierras urbanas significa la remoción de la cobertura vegetal natural y su sustitución con asfalto, cemento u otros materiales industriales. Esto inevitablemente cambia la dinámica de  las descargas pluviales y la dinámica fluvial de los ríos "urbanos", con graves consecuencias en términos de inundaciones, si el proceso natural de control pluvial y fluvial no es compensado por la construcción de adecuados sistemas de drenaje urbanos. El minado, tanto de materiales para la construcción, como del agua subterránea, para proveer la ciudad de recursos y medios para su crecimiento, conduce muchas veces a procesos de hundimiento, deslizamiento o de sequía urbana. La contaminación de aguas, tierras y aire, por desechos industriales y  domésticos, transforman  los recursos en  amenazas para la vida humana, minando las bases de la salud y de la productividad del medio. Pero, a diferencia de los eventos de verdaderas características naturales, son previsibles y prevenibles a través de la acción humana planificada, consciente del impacto negativo de la transformación social sobre el ambiente.

La ciudad y los centros urbanos en general son el lugar de asentamiento privilegiado de las facilidades de producciones modernas y artesanales y los nodos del tránsito y transporte en el ámbito local, regional, nacional e internacional. El uso de tecnologías modernas y artesanales en la producción y el transporte son fuente de posibles amenazas por problemas de control, reglamentación o fallas en los sistemas mecánicos o eléctricos. La incidencia de los llamados "accidentes" tecnológicos aumenta continuamente en los centros urbanos, creando a veces condiciones de verdadero desastre. Explosiones, conflagraciones, escapes de materiales tóxicos, entre otros, son reportadas diariamente en ciudades de todas partes del mundo. Solamente hay que recordar las grandes explosiones en la ciudad de Guadalajara y en la ciudad de México asociados con la producción petrolera, la conflagración en un centro comercial en Sao Paulo y en una zona de producción artesanal de fuegos artificiales en la ciudad de México, durante la presente década, para reconocer los peligros asociados con el inadecuado uso de la tecnología. Estos eventos y aquellos como Chernobyl y Bhopal durante los años ochenta, representan el límite extremo de un tipo de fenómeno que se convierte en una costumbre en las ciudades y que amenaza con crecer en intensidad en el futuro.

Las ciudades son lugares privilegiados, por el impacto que tienen por la violencia social de tipo protesta y terrorista. La historia de las últimas décadas está repleta de incidentes de violencia en ciudades alrededor del mundo, y la vigilancia ejercida durante los últimos tiempos del milenio en ciudades de los Estados Unidos, en particular frente al temor de ataques terroristas contra edificios y zonas estratégicas, nos recuerda que aún estamos lejos de eliminar las manifestaciones de diversos descontentos sociales del medio en que vivimos. La ciudad, por la aglomeración que significa y el impacto simbólico que representa, siempre será el lugar privilegiado para diversas formas de manifestación social violenta. Esta se suma a las amenazas más tradicionales que enfrentan los centros urbanos hoy en día.

La suma de los diferentes tipos genéricos de amenaza con posible impacto en los centros urbanos, se complica por la forma interactiva en que pueden funcionar en espacios confinados y densamente ocupados, las formas en que las distintas amenazas presentes en el contexto de las ciudades sufren de formas de concatenación y sinergia, de transformación y renovación que constantemente complican el proceso de previsión y control. Sismos y huracanes pueden generar situaciones de conflagración, derrumbe,  inundación, ruptura de líneas de transporte  o contenedores de materiales tóxicos, entre otros. La descarga de materiales tóxicos al ambiente puede conducir a sinergias que aumenten el potencial dañino de los productos finales. Descargas pluviales fuertes, inundaciones y deslizamientos pueden destruir sistemas de distribución de agua potable y de aguas negras, contaminando los ríos urbanos en que dependen muchos pobladores urbanos pobres, cocina y limpieza, con los riesgos de enfermedad y epidemia que esto trae consigo.

Elementos para la reducción de riesgo de desastres en el nivel local

1.     Metodología que garantice que los proyectos de inversión evalúen los riesgos y diseñen acciones para mantenerniveles de seguridad y protección socialmente aceptables.

2.     Normas de ordenamiento territorial y uso del suelo para dar seguridad a las personas y las inversiones.

3.     Búsqueda de usos alternativos para terrenos peligrosos que se usen como viviendas.

4.     Establecer normas de incentivos para construir con seguridad, utilizando material apropiado, de origen local y de costo accesible.

5.     Fortalecimiento de los gobiernos locales y comunitarios responsables de la gestión de riesgo que se pongan de acuerdo con la sociedad civil en planes claros y viables.

6.     Capacitación de la sociedad que incida en respuestas colectivas al riesgo y en una conciencia preventiva. Forjar amplias alianzas entre pobladores, autoridades locales, sector privado, educadores, comunicadores, gobierno central, ONG, etc.

7.     Fortalecer la capacidad de denuncia de los sectores que sufren riesgos provocados por terceros.

8.     Orientar los proyectos económicos con el fin de lograr la sostenibilidad ambiental.

9.     Incorporar en el currículo escolar la problemática de riesgo en la sociedad, sus causas y posibles mecanismos de control.

10.  Fomentar una cultura global de seguridad y una cultura de gestión continua de riesgo.

11.  Promover iniciativas innovadoras en el ámbito local y formular políticas regionales y nacionales que promuevan mejores prácticas de gestión de recursos.

12.  Generar incentivos económicos para la reducción del riesgo como, por ejemplo, primas de seguros más favorables a las actividades y construcciones de más bajo riesgo.

La clave de la reducción del riesgo está en el entendimiento del riesgo mismo, en la educación acerca de él, y en la participación decidida y comprometida de todos los actores sociales, privados y públicos, en su resolución.

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La reducción de riesgo de desastres en el nivel local

La población y la economía mundial son hoy en día predominantemente urbanas en América Latina más del 75 por ciento de la población, habita espacios urbanos de diversos tamaños. La concentración de la economía, de la cultura, de la inversión y del poder político es aún más acentuada. La mayoría de las mega-ciudades del mundo están ubicadas en áreas de gran amenaza física, como lo son infinitos números de ciudades de tamaño intermedio y pequeño. En los países en vías de desarrollo estas ciudades están tipificadas por niveles altos y crecientes de vulnerabilidad social, vulnerabilidad que encuentra su expresión también en las ciudades de los países avanzados, esta vulnerabilidad no solamente se expresa en términos de los impactos sufridos, sino también en lo débil de los esquemas de respuesta y las dificultades experimentadas en la rehabilitación y la reconstrucción, tanto en países atrasados como  los supuestamente avanzados.

Sin lugar a dudas el problema de riesgo ambiental y desastre urbano es sumamente serio. Esta situación tiende a aumentar su gravedad con el paso del tiempo y el inexorable aumento en la concentración urbana, producto de procesos económicos y de cambio social aparentemente irreversible, los cuales requieren de la concentración urbana, aún cuando sea en formas distintas a las experimentadas históricamente. Sin embargo, ha faltado atención suficiente al problema, tanto por parte de los investigadores y practicantes  del desarrollo y planificación urbana, no dejemos de mencionar a los gobiernos locales y al gobierno central,  como por parte de quienes se dedican a los riesgos y desastres. Solamente durante la pasada década se ha experimentado un aumento importante en la investigación y discusión en torno al problema, pero aún queda muy lejos de lo deseado y necesario.

El problema de riesgo ambiental y desastre urbano gira en torno a tres tipos de problema, los cuales están de por sí irremediablemente relacionados. Primero, el problema de los factores causales, que tienden a aumentar, y explican el riesgo en las ciudades y su naturaleza cambiante y las opciones de gestión de este riesgo en aras de su reducción o control, segundo, el problema de la respuesta social a los desastres una vez ocurridos, y los condicionantes impuestos por las características multifacéticas de las ciudades como entornos de acción: y, tercero, la problemática de la reconstrucción en el  entorno urbano. La discusión de estas tres vertientes debe permitir la identificación de opciones reales para la gestión de la  reducción del riesgo ambiental y la vulnerabilidad de las ciudades hacia el futuro y para el mejoramiento de los sistemas de respuesta.

Desde las repetidas destrucciones de la Ciudad de Antigua de Guatemala durante los siglos 18 y 17, pasando por los severos daños  sufridos en la ciudad de Cartago en Costa Rica en 1910, hasta los conocidos y más recientes terremotos que severamente afectaron las ciudades de Managua y Guatemala en la década de los 70 y San Salvador en 1986 y 2001, y Haití en el 2010, Centroamérica y el Caribe son testigos de los impactos negativos que sus ciudades pueden sufrir enfrentado con una geodinámica local y regional inestable. No solamente los terremotos sin embargo causan daños sino también huracanes, inundaciones y deslizamientos se han hecho presentes conduciendo a perdidas millonarios y varias decenas de miles de muertos. No olvídenos caso del Huracán Mitch y la tormenta Noel y Olga en el 20

Aun cuando es difícil distinguir con precisión las perdidas asociadas con el medio urbano, por la forma en que se presentan los resúmenes estadísticos en general, los datos globales sobre los grandes desastres que han sucedidos son elocuentes. Más de 20 mil muertos en el terremoto de Guatemala, 8,000 en Managua, 1,000 en El Salvador en 1986, 8,000 en Honduras con el Huracán Fifí y cerca de 20,000 con Mitch en 1998. Seis billones de dólares de pérdidas directos con Mitch en Centroamérica, cerca de 1.6 billones en El Salvador en 2001, 1.8 en Guatemala en 1986.

La tormenta tropical Noel provoco inundaciones y deslizamientos en el 80% del territorio dominicano, dejando 79,246 desplazados, 87 muertos y 48 desaparecidos. La tormenta tropical Olga dejo  33 muertos, el desplazamiento temporal de 61,000 personas. El total de danos de ambas tormentas se calcula en 120 personas murtas, 48 resultaron desaparecidas y 140,246 desplazadas, mientras los daños y pérdidas se estiman en más de US$439 millones, según reportes de la CEPAL. En Haití 222.570 muertos y ha causado daños por valor de 7.754 millones de dólares (algo más de 5.600 millones de euros), Durante los últimos 30 años La CEPAL  estima las pérdidas directas asociadas con grandes desastres en la región en cerca de 30 billones de dólares. Los impactos de estas pérdidas en el potencial de desarrollo de la región no pueden ser subestimados.

La ubicación originaria de un número importante de los centros urbanos a escala mundial se explica por su proximidad a diversos recursos naturales, aún cuando, con cambios en las estructuras y lógicas económicas y en las tecnologías de comunicación y transporte, estos factores hayan perdido peso con el paso del tiempo. La proximidad a mares, océanos, lagos y ríos o a depósitos de minerales; y la ubicación en valles intermontaños tectónicos o en las faldas de volcanes, entre otras, se explica por el acceso a recursos que facilitan el transporte de bienes, la producción pesquera, agrícola o industrial y la interrelación comercial y poblacional en general.

Sin embargo, por el mismo proceso de la naturaleza, los  recursos que ofrecen oportunidades para la vida humana se convierten en distintos momentos en amenazas para  ella misma y sus creaciones. Los mares y océanos normalmente benignos, se convierten en amenazas por la presencia cíclica de huracanes y tormentas tropicales, mareas altas combinadas a veces con descargas fluviales anormales, y la probabilidad de un aumento en sus niveles por el impacto del cambio climático global y el efecto invernadero; factores que condicionan la existencia de inundaciones de gran escala, erosión costera y vientos de alta velocidad. Los ríos que ofrecen oportunidades de producción, acceso a agua y medios de transporte y aspectos estéticos de gran valor, además de la refertilización natural de sus zonas de inundación, cíclicamente producen inundaciones de magnitudes anormales que ponen en peligro a la comunidad establecida en sus proximidades. Las faldas de los volcanes que proveen importantes recursos edáficos y minerales, se transforman en lugares de peligro frente a la posibilidad de la renovada actividad volcánica.

La relación dialéctica entre recursos y amenazas es consustancial con el desarrollo de la tierra y de la sociedad. La tierra es por naturaleza un lugar a veces peligroso. La amenaza natural, asociada con los procesos geológicos, geomorfológicos, climáticos, y oceanográficos tiende a ser una constante en términos de un número importante de los centros urbanos grandes, medianos y pequeños del mundo. Debido a los procesos contradictorios del crecimiento urbano, ésta aumenta, pues los centros urbanos se expanden hacia zonas de mayor peligrosidad, excediendo los límites de las áreas más seguras, que adoptaron los primeros pobladores para asentarse. Visto desde esta perspectiva, es claro que hasta los eventos físicos extremos asociados a procesos naturales pueden transformarse en amenazas, solamente por intermediación humana, lo cual significa que el concepto mismo de amenaza es socialmente construido.

Los procesos y eventos  naturales establecen límites o fronteras "naturales" al desarrollo de la sociedad y de las ciudades. Son inmutables, en gran medida, a pesar de que la tecnología permite, en determinadas circunstancias, una modificación de su comportamiento e impacto en la sociedad, como es el caso con la construcción de presas, diques, paredes de retención etc.

Sin embargo, existe una serie creciente de eventos físicos que afectan a las ciudades, que aparentan ser naturales, pero en su esencia son creados por la intervención humana. Estos eventos se gestan en la intersección de la sociedad con los procesos de la naturaleza, y pueden convenientemente denominarse eventos o, en su caso, amenazas socionaturales. Aquí se trata, en particular, de los casos de inundaciones, deslizamientos, hundimientos y de sequías que afectan a muchas ciudades, particularmente en los países pobres, cuyos orígenes se encuentran en el inadecuado manejo del entorno natural de la ciudad y de su región circundante.

La construcción de la ciudad implica automáticamente un cambio en los sistemas ecológicos y ambientales  originarios. El ambiente natural se transforma en un ambiente construido, o social. La conversión de suelos naturales en tierras urbanas significa la remoción de la cobertura vegetal natural y su sustitución con asfalto, cemento u otros materiales industriales. Esto inevitablemente cambia la dinámica de  las descargas pluviales y la dinámica fluvial de los ríos "urbanos", con graves consecuencias en términos de inundaciones, si el proceso natural de control pluvial y fluvial no es compensado por la construcción de adecuados sistemas de drenaje urbanos. El minado, tanto de materiales para la construcción, como del agua subterránea, para proveer la ciudad de recursos y medios para su crecimiento, conduce muchas veces a procesos de hundimiento, deslizamiento o de sequía urbana. La contaminación de aguas, tierras y aire, por desechos industriales y  domésticos, transforman  los recursos en  amenazas para la vida humana, minando las bases de la salud y de la productividad del medio. Pero, a diferencia de los eventos de verdaderas características naturales, son previsibles y prevenibles a través de la acción humana planificada, consciente del impacto negativo de la transformación social sobre el ambiente.

La ciudad y los centros urbanos en general son el lugar de asentamiento privilegiado de las facilidades de producciones modernas y artesanales y los nodos del tránsito y transporte en el ámbito local, regional, nacional e internacional. El uso de tecnologías modernas y artesanales en la producción y el transporte son fuente de posibles amenazas por problemas de control, reglamentación o fallas en los sistemas mecánicos o eléctricos. La incidencia de los llamados "accidentes" tecnológicos aumenta continuamente en los centros urbanos, creando a veces condiciones de verdadero desastre. Explosiones, conflagraciones, escapes de materiales tóxicos, entre otros, son reportadas diariamente en ciudades de todas partes del mundo. Solamente hay que recordar las grandes explosiones en la ciudad de Guadalajara y en la ciudad de México asociados con la producción petrolera, la conflagración en un centro comercial en Sao Paulo y en una zona de producción artesanal de fuegos artificiales en la ciudad de México, durante la presente década, para reconocer los peligros asociados con el inadecuado uso de la tecnología. Estos eventos y aquellos como Chernobyl y Bhopal durante los años ochenta, representan el límite extremo de un tipo de fenómeno que se convierte en una costumbre en las ciudades y que amenaza con crecer en intensidad en el futuro.

Las ciudades son lugares privilegiados, por el impacto que tienen por la violencia social de tipo protesta y terrorista. La historia de las últimas décadas está repleta de incidentes de violencia en ciudades alrededor del mundo, y la vigilancia ejercida durante los últimos tiempos del milenio en ciudades de los Estados Unidos, en particular frente al temor de ataques terroristas contra edificios y zonas estratégicas, nos recuerda que aún estamos lejos de eliminar las manifestaciones de diversos descontentos sociales del medio en que vivimos. La ciudad, por la aglomeración que significa y el impacto simbólico que representa, siempre será el lugar privilegiado para diversas formas de manifestación social violenta. Esta se suma a las amenazas más tradicionales que enfrentan los centros urbanos hoy en día.

La suma de los diferentes tipos genéricos de amenaza con posible impacto en los centros urbanos, se complica por la forma interactiva en que pueden funcionar en espacios confinados y densamente ocupados, las formas en que las distintas amenazas presentes en el contexto de las ciudades sufren de formas de concatenación y sinergia, de transformación y renovación que constantemente complican el proceso de previsión y control. Sismos y huracanes pueden generar situaciones de conflagración, derrumbe,  inundación, ruptura de líneas de transporte  o contenedores de materiales tóxicos, entre otros. La descarga de materiales tóxicos al ambiente puede conducir a sinergias que aumenten el potencial dañino de los productos finales. Descargas pluviales fuertes, inundaciones y deslizamientos pueden destruir sistemas de distribución de agua potable y de aguas negras, contaminando los ríos urbanos en que dependen muchos pobladores urbanos pobres, cocina y limpieza, con los riesgos de enfermedad y epidemia que esto trae consigo.

Elementos para la reducción de riesgo de desastres en el nivel local

1.     Metodología que garantice que los proyectos de inversión evalúen los riesgos y diseñen acciones para mantenerniveles de seguridad y protección socialmente aceptables.

2.     Normas de ordenamiento territorial y uso del suelo para dar seguridad a las personas y las inversiones.

3.     Búsqueda de usos alternativos para terrenos peligrosos que se usen como viviendas.

4.     Establecer normas de incentivos para construir con seguridad, utilizando material apropiado, de origen local y de costo accesible.

5.     Fortalecimiento de los gobiernos locales y comunitarios responsables de la gestión de riesgo que se pongan de acuerdo con la sociedad civil en planes claros y viables.

6.     Capacitación de la sociedad que incida en respuestas colectivas al riesgo y en una conciencia preventiva. Forjar amplias alianzas entre pobladores, autoridades locales, sector privado, educadores, comunicadores, gobierno central, ONG, etc.

7.     Fortalecer la capacidad de denuncia de los sectores que sufren riesgos provocados por terceros.

8.     Orientar los proyectos económicos con el fin de lograr la sostenibilidad ambiental.

9.     Incorporar en el currículo escolar la problemática de riesgo en la sociedad, sus causas y posibles mecanismos de control.

10.  Fomentar una cultura global de seguridad y una cultura de gestión continua de riesgo.

11.  Promover iniciativas innovadoras en el ámbito local y formular políticas regionales y nacionales que promuevan mejores prácticas de gestión de recursos.

12.  Generar incentivos económicos para la reducción del riesgo como, por ejemplo, primas de seguros más favorables a las actividades y construcciones de más bajo riesgo.

La clave de la reducción del riesgo está en el entendimiento del riesgo mismo, en la educación acerca de él, y en la participación decidida y comprometida de todos los actores sociales, privados y públicos, en su resolución.

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