La indigencia y las enfermedades mentales vistas como estigma, no es un mal exclusivo de República Dominicana. Lo que si puede ser típico de este país, es la manera indiferente con que ciudadanos y autoridades tratan a quienes se encuentran en esta condición de debilidad humana. Todo indica que muy pocos alcanzan a ver que un indigente, mendigo, drogadicto o enfermo mental es en esencia, un ser especial. En tal sentido, el tratamiento para integrar este sector social al proceso productivo del desarrollo, debe ser tan creativo que raye en la locura.