La delincuencia que se manifiesta a todos los niveles en San Cristóbal, es la consecuencia de la migración desordenada, el hacinamiento de grandes conglomerados humanos en la periferia, un sistema judicial cuestionado y la convivencia de autoridades con personas de conductas sospechosas.

Esa es la impresión de dirigentes comunitarios, eclesiales y de particulares ante la ola delictiva que se expresa en asaltos, robos, atracos, tráficos de drogas y corrupción de las autoridades municipales.

Responsabiliza además a los ciudadanos los cuales temen hasta querellarse ante la policía cuando son víctimas, tal como sucedió la semana pasada cuando a una joven le arrebataron un teléfono celular y no hizo la denuncia porque el asaltante vive cerca de su casa.

Consideran que viven la "dictadura del miedo", de ahí que la gente no sale a la calle en horas de la noche, razón por la que los centros de diversión nocturna han cerrado sus puertas.