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Chile reduce a 40 horas semanales la jornada laboral

La idea de acogerse a las 40 horas laborales surgió de los colaboradores de Eglovex. Y, cuando se lo plantearon, mucho antes de que fuera ley, Castillo accedió de inmediato. La idea de acogerse a las 40 horas laborales surgió de los colaboradores de Eglovex. Y, cuando se lo plantearon, mucho antes de que fuera ley, Castillo accedió de inmediato.

Fueron seis años de tramitación legislativa, hasta que, por una amplia mayoría, el Congreso chileno aprobó el martes la reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. Es una ley que se aplicará progresivamente durante los próximos cinco años, que favorecerá a 4,7 millones de empleados y que el presidente de izquierdas, Gabriel Boric, promulgó tres días después en una ceremonia en el Parque de la Familia en el municipio Quinta Normal, una zona céntrica de Santiago. “Durante mucho rato nos dijeron que esto era imposible en Chile, que era un acto de voluntarismo y que era cosas para Europa, que aquí se necesita trabajar mucho más. Y la verdad es que estamos dando un paso en el camino hacia un mayor bienestar y mejor calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras”, dijo el mandatario.

El respaldo casi transversal a la ley ha sido una de las pocas buenas noticias para el oficialismo de izquierdas en las últimas semanas, porque la agenda pública ha estado marcada por la crisis de seguridad que vive Chile y por las fuertes divergencias en el Parlamento. “Se opuso la ultraderecha, representada en el Partido Republicano, y se logró un acuerdo entre la alianza de Gobierno y la derecha democrática”, dijo Boric durante la promulgación de la ley, en un nuevo llamamiento al diálogo. “Necesitamos poder conversar y salir de las trincheras. Lo necesitamos también para la agenda de seguridad y en donde hemos tenido trabas hasta ahora: la reforma tributaria y de pensiones”.

La iniciativa fue presentada en 2017 por las diputadas comunistas Karol Cariola y Camila Vallejo, hoy portavoz del Gobierno de Boric. Arrancó con muchas críticas pero, según varios sondeos, entre ellos la encuesta Pulso Ciudadano del 23 de marzo pasado, un 73% de los chilenos consultados se manifestó a favor de la ley de 40 horas. En seis años, sin embargo, el proyecto tuvo una serie de modificaciones. Fue la ministra del Trabajo, Jeanette Jara, del Partido Comunista, quien lideró las negociaciones con la oposición y distintos sectores empresariales. “Quiero destacar el papel que tuvo en esto el diálogo social”, dijo el presidente en referencia al profundo diálogo que posibilitó la iniciativa.

Chile se suma Ecuador y Venezuela como los únicos países de América Latina en lograr las 40 horas semanales de trabajo, el promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Hasta ahora, el país sudamericano era el tercero con más horas del organismo, solo detrás de Colombia y México, donde la ley establece 48 horas. El Gobierno colombiano de Gustavo Petro presentó una reforma laboral que incluye reducir la jornada a 42 horas -gradualmente, una hora menos por año-.

América Latina es una de las regiones con jornadas laborales más extensas: Brasil, El Salvador y Guatemala trabajan por ley entre 42 a 45 horas semanales, mientras que Argentina, Bolivia, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, además de los ya mencionados México y Colombia, 48 horas, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), informa AFP.

Previo a la promulgación de ley, más de 500 empresas se sumaron voluntariamente a reducir la jornada laboral, las que recibieron la certificación de un sello de 40 horas que otorga el ministerio que encabeza Jara. EL PAÍS consultó a cinco de ellos –dueños y trabajadores–, sobre el efecto que ha provocado la medida en sus compañías y en sus propias vidas.

En 2015, Juan Carlos Castillo, de 44 años, fundó una pequeña empresa en Chile, que hoy tiene una filial en Perú, que comercializa insumos médicos como tapabocas, guantes quirúrgicos, trajes desechables y cubre calzados, entre otros. Dice que, aunque hoy es el gerente general de Eglovex, no olvida que, en su pasado, él también fue un empleado que apenas tenía tiempo para compatibilizar sus labores con sus estudios nocturnos.

Castillo nació en La Pintana, el municipio más pobre de la Región Metropolitana de Santiago. Fue la comuna que eligió también como sede de su empresa, aunque él hoy no vive ahí.

Su emprendimiento acaba de recibir el sello 40 horas que otorga el Ministerio del Trabajo chileno. “Nosotros queremos tener trabajadores comprometidos con la empresa y que esta calidad de vida sea traspasada a todos. Porque esto no es solo reducir la jornada laboral, sino que también es tener más tiempo para tu familia, hacer actividades al aire libre o capacitarte”.

Castillo dice que, más allá del sello, que exhibe en un cuadro de vidrio con marco de madera, ellos quieren verse “como una empresa distinta que fortalece su relación con los trabajadores”. Cuenta que desde 2015 son siete colaboradores y que nunca han desvinculado a nadie, pese a las dos crisis que han enfrentado: primero con el estallido social de octubre de 2019 y luego con la pandemia. “Pase a que todos creen que en la pandemia los insumos médicos fue lo mejor, la verdad es que fue algo muy atípico, pues hubo problemas infinitos, como de abastecimiento y distribución. Tuvimos que aplicar una reingeniería y reinventarnos”.

La idea de acogerse a las 40 horas laborales surgió de los colaboradores de Eglovex. Y, cuando se lo plantearon, mucho antes de que fuera ley, Castillo accedió de inmediato. “Yo mismo trabajaba de lunes a domingo”, recuerda. “Hay empresas que dicen que con esto van a perder plata, pero si tú lo ves así, porque obviamente tiene un costo, yo veo el beneficio. Antes de ser empresario, fui trabajador y sé lo que significa estar del otro lado. Y si hoy me puedo permitir estar con mi familia ¿por qué no también nuestros trabajadores? Finalmente, lo que todos queremos es gente que esté comprometida. Son personas que se la juegan por ti”, dice.

En la empresa donde trabaja Lidia Figueroa (44) hay ocho colaboradoras mujeres y solo dos hombres. Uno de ellos es el dueño, José Gabriel Aedo (42), quien dice que optó porque su firma estuviera constituida de esa manera porque es feminista y porque quería que todas tuvieran tiempo para la familia. Aedo cuenta a EL PAÍS que su vida estuvo marcada por haber crecido en el Servicio Nacional de Menores (Sename), el organismo del Estado a cargo de los menores en riesgo. Por eso, dice que si bien el sueldo mínimo en Chile es de 410.000 pesos (unos 515 dólares), su piso es de 500.000 (630 dólares).

Entomo Circular Planet, una empresa sustentable dedicada a la seguridad alimentaria mediante el uso de insectos, fue creada a mediados de 2021. Está ubicada en Buin, un municipio a 43 kilómetros al sur de Santiago. Lidia lleva un año allí, donde la jornada laboral es ahora de 35 horas. Cada mañana viaja en metro o en un taxi colectivo desde la comuna de San Bernardo, en la zona sur de la capital, y tarda aproximadamente media hora en llegar.

“Estoy feliz de trabajar aquí. Es súper bueno, porque tengo tres hijos, dos mujeres de 22 años y uno de 12. Ahora puedo ir a dejarlo al colegio”, cuenta a EL PAÍS.

Lidia dice que el cambio de jornada laboral tuvo un impacto directo en su vida cotidiana. En su trabajo anterior entraba a las ocho de la mañana, mientras que hoy es las 10. Su hijo menor tiene un trastorno del espectro autista (TEA) y, por primera vez, dice que ha contado con tiempo para ir a las reuniones con los profesores.

“Me ha cambiado la vida bastante. Puedo ver a mis hijos en la mañana y hacer mis cosas. Antes no alcanzaba, pues tenía que salir a las ocho. Tenía que pagarle a alguien para que llevara al menos al colegio o pagar un furgón escolar”, dice Lidia.

En 2017, el ingeniero civil industrial Matías Lacramprette, de 31 años, se asoció junto con Cristóbal Saénz y fundaron Chile Lentes, una óptica que, aunque tiene una oficina en un exclusivo sector del municipio de Las Condes, en Santiago, destaca por las ventas online. Es un equipo pequeño, en el que trabajan cinco personas.

La firma hoy tiene el sello 40 horas del ministerio del Trabajo. Pero la idea de una jornada laboral flexible, en la que trabajan hasta el mediodía del viernes, arrancó desde la fundación. “Con mi socio siempre pensamos que la idea es que nuestros trabajadores no odien su trabajo. Yo he visto empresas nacer y empresarios de más o menos nuestra edad y no todos tienen este mismo valor. Y por mucho que yo sea ingeniero, también tengo mi pensamiento sobre el sueldo mínimo. Es una ley sobre cuánto es lo mínimo que puedes pagar, pero nadie te está obligando a pagarle lo mínimo a un trabajador”.

Parte de tener una jornada laboral diferente también tiene que ver con la propia historia de Lacramprette, pues recuerda que, antes de emprender, trabajaba en el rubro de las consultorías y, por su papel, se le aplicaba el artículo 22 del Código del Trabajo. “Para mí era una mala práctica laboral. Porque, en el fondo, quien trabajaba más, era mejor visto. A grandes rasgos, ese artículo dice que, de acuerdo con tus funciones, tú tienes que estar dispuesto a cumplir cualquier necesidad que tenga la empresa. Está pensado para gerentes, pero también lo han mal usado″, dice.

El ingeniero cuenta que siempre quiso emprender y que, al hacerlo, tomó como ejemplo lo que vivió en sus trabajos anteriores y también la historia de su padre. “Él tiene una empresa. Ha sido un innovador y tuvo desde siempre tuvo home office. En base a esas dos experiencias, cuando me reuní con mi socio e hicimos los contratos, la idea era que el ambiente fuera grato y que a la gente que trabajara con nosotros le gustara. Hemos visto empresas que mueren, porque al final el trabajador se cansa y se va”.

En su empresa, cuenta, todos los viernes almuerzan juntos. También, hacen senderismo. “Tenemos una muy buena relación laboral. Somos un equipo chico, pero muy cohesionado”.

Hace 11 años que Jael Álvarez (36) y su marido chef crearon Sushi Thai, en Maipú, un municipio grande y popular de la zona poniente de Santiago de Chile. Recuerda que partió como un pequeño local de delivery de comida japonesa y tailandesa en el trabajaban junto a un repartidor. El negocio creció y hoy es un restorán con un equipo de 27 colaboradores.

Antes de convertirse en emprendedora, Jael trabajó en empresas del retail, de tiendas por departamentos. “Siempre tuve en mi mente que yo quería ser una buena empleadora, porque no tuve buenas experiencias. Quería tener un buen ambiente laboral y que los trabajadores tuvieran una manera digna de trabajar”, dice.

Fue el 1 agosto de 2022 que decidieron reducir la jornada laboral. “Llevamos mucho tiempo en esto y sabemos lo duro que es trabajar en un restorán, con turnos muy largos. Nuestra jornada era de seis días por uno de descanso. Pero nos fuimos dando cuenta que al final el domingo se destinaba netamente a descansar y no había tiempo para nada más que eso”, cuenta Jael.

Para reducir el trabajo a 40 horas semanales, comenzaron a abrir el restorán los domingos a cambio de que todo el equipo trabajara cinco días y tuviera días dos libres.

“La vida de todos cambió del cielo a la tierra. Este es un trabajo muy desgastante y ahora tú ves un mejor rendimiento, gente con más ganas de hacer las cosas. Hay mayor puntualidad y menor deserción. Y ocurre ahora que nos llueven los currículums”, relata.

La dueña del restorán dice que sabe que, en su rubro, hay muchos otros empresarios o pequeños empresarios que no se quieren acoger a las 40 horas “porque, para hacerlo, hay que hacer una reformulación completa de la empresa para cubrir los turnos”. “Pero mi experiencia es que se puede”, dice convencida.

Esa reformulación, explica, implicó que tuvieron que contratar más personal para cubrir los turnos de los días libres: “Lo importante como empleador y dueño de un restorán es tener gente feliz y contenta trabajando, personas que tengan tiempo. Y tener un ambiente laboral armonioso, que no sea desgastante. Es súper importante la vida personal”.

Claudia Gatica, de 44 años, viaja todos los días desde el municipio de San Bernardo, en el sur de Santiago, al de Providencia, en el centro. Lo hace parra llegar a su trabajo, UCORP, una empresa de tecnología educativa donde está encargada de los recursos humanos hace un año. Tarda casi una hora en llegar en el transporte público. Allí hizo su práctica profesional y luego la contrataron.

Cuando Claudia llegó a la empresa hace seis meses, UCORP ya había implementado la jornada de 40 horas, lo que, dice, fue un incentivo para ella. “A mi he cambiado la vida, porque salir una hora antes del trabajo se agradece mucho. Es muy importante compartir más minutos con la familia. Me ha impactado positivamente, porque tenemos bastante flexibilidad en los horarios, más aún cuando una vive lejos”.

Claudia estudia ingeniería en administración con mención en personas. Tiene hijas gemelas de 24 años y uno niño de 10. “Mi hijo es pequeño. Puedo disfrutar y estudiar con él. Entrar a las nueve de la mañana me favorece, porque lo puedo pasar a dejar al colegio. Después, me vengo tranquilamente al trabajo y llego a la hora”, cuenta la trabajadora chilena.

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