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Coronavirus: antes que nos gane la batalla

Hemos visto como a partir del anuncio oficial de la existencia del Coronavirus o Covid-19, identificado en diciembre de 2019 en Wuhan, por las autoridades de salud de China; su crecimiento en diferentes países ha sido directamente proporcional a las migraciones comerciales o de turismo en países ricos.

Según señala el espeleólgo Domingo Abréu, la primera pandemia en el continente Americano o Abya Yala, como le llamaban sus aborígenes, fue producto de la viruela traida por los españoles, dejando como resultados millones de muertos en México, Centro América y el Caribe; siendo los nativos los más afectados por ser poblaciones altamente vulnerables.

Curiosamente en la actualiadad, el temor de muchos de que el Coronavirus afecte a los países con menos condiciones de salud no ha sido la norma de propagación; algunos porque geográficamente se encuentran en la zona donde el clima es más caluroso y el contagio ha venido creciendo en los países con temperaturas por debajo de los diez grados celcius, en ciudadades con alto poder adquisitivo; y otros porque no han recibido viajeros desde los países afectados.

A pesar de los grandes movimientos de personas a nivel interno en la mayoría de países, los puertos y aeropuertos han sido las principales fuentes de amenza para la propagación del Coronavirus, por lo que la medida más eficiente para su control ha sido la cancelación de vuelos y desembarco de personas en cruceros turísticos desde una ciudad con ciudadanos infectados a otra donde no hay infectados.

Parece ser, que la fórmula de lavarse las manos frecuentemente, mantener una distancia prudente con un infectado o sospechoso de estarlo, así como el uso de mascarillas en algunos casos para evitar propagar las salivas infectadas, han venido a hacernos creer que el virus es mucho más fácil de controlar que lo que pensamos, pero la percepción hace que el voz populi recurra a argumentos como que, “es por falta de educación por la que seguimos así”, reproduciendo erróneamente la idea de que el virus tiene mayores probabilidades de propagarse entre los más pobres.

Pero todo parece indicar, que la propagación continuará afectando a los más ricos o a los que tienen contacto con ellos, que son los que pueden tomar un vuelo o un crucero e irse de estudios, trabajo o vacaciones; siendo así que tener unas buenas finanzas y formación académica, no nos librará del contagio.

El turismo en los países del trópico depende de viajeros de países fríos, que como las ballenas jorobadas, buscan el confort de climas más cálidos en las aguas del Caribe cuando el suyo se torna intensamente frío, convirtiéndo nuestra oferta turística en casi un paraiso, que de no tomarse medidas a tiempo, podría ser desastroso para nuestro país en términos sanitarios con consecuencias impredecibles para el turismo.

Me pregunto, ¿hasta qué punto podemos mantener un flujo de viajeros acompañados del “Coronavirus pasivo”, aquel que todavía no ha sido descubierto por falta de síntomas. ¿Sera cierto que se comportará como una simple gripe, como han pronosticado destacados infectólogos, o esperaremos a vernos en el espejo de Italia, un país desarrollado y educado, con hábitos de higiene diferente a los nuestros, donde se han desbordado las capacidades de atenciones a los pacientes, creciendo el contagio de manera exponencial?.
 
¿Se ha hecho un ejercicio económico de cuanto perderá el país si el Coronavirus afecta nuestra economía, nuestro turismo, nuestra producción interna, nuestra educación, nuestro sistema de salud, en fin, nuestras vidas; y lo perdemos todo, versus si se paraliza momentaneamente el ingreso por puertos y aeropuertos por 30 días como han dispuesto otras naciones y decidimos declarar la isla (incluyendo Haití) con una cuarentena colectiva, asumiendo las consecuencias de dichas pérdidas.
 
En la calle, el tema de las Elecciones Extraordinarias Municipales compite con el tema del Coronavirus y se escucha una sola voz de que las autoridades gubernamentales deberían declarar una cuarentena colectiva de puertos y aeropuertos, pero quizás sin ser tan extremistas, se podrían rehacer los protocolos y permitir que la tripulación de barcos y aviones lleguen solamente hasta los puertos y aeropuertos para que se mantenga el flujo de las importaciones y exportaciones, sin que el personal pase por migración, para que no circulen por las calles y podamos mantener en jaque el posible contagio hacia la ciudadanía.
 

Algunos podrían decir que es una idea descabellada, que no le gustará para nada al sector turismo, pero podríamos jugárnosla el todo por el todo, manteniendo el sector con un turismo interno sano y altas probabilidades de salir airoso al final del camino, o arriesgarnos a perderlo todo por no arriesgar nada.

 
Olvidémosno de las cifras económicas y enfoquémosnos en las vidas, olvidémosnos si habrá pérdidas y pensemos en las ganancias, olvidémosnos del mundo y pensemos en la isla, a nadie le conviene que el Coronavirus nos gane la batalla.

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