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La Bienal 27, la sociedad dominicana y los lastres culturales

Carlos Francisco Elías escribe un extenso artículo publicado en acento.com.do a propósito de los ataques que ha recibido el Museo de Arte Moderno y su directora María Elena Ditrén, así como las tres jurados que otorgaron los premios en la XXVII Bienal de Artes Visuales, el cual reproducimos con el propósito de aportar voces al debate de los cuestionados premios y organización del evento.

Tesis 1. Bienal y Sociedad.

Una Bienal Nacional de Artes  Visuales, se produce en un contexto determinado, se alimenta de teorías y suposiciones, especulaciones, ilusiones y posibles realizaciones, lo que es más importante aún: una Bienal depende de las visiones de quienes desde el Estado, difunden sus propios criterios culturales cuyas metas desde hace décadas en verdad desconocemos interesados, especialistas  y gente común.

En otras palabras, la preparación de una bienal tiene un marco de negociaciones previas, que  se reflejan en el seno de una institución del Estado, junto a los intereses de la propia sociedad.

No es posible mirar las bienales en abstracto, las bienales interactúan con la sociedad, porque en cierta manera a ella se deben.

Desde 1942, la Bienal Dominicana es un patrimonio artístico de los capitaleños, es decir un patrimonio urbano. Es  el acontecimiento cultural que une los lazos con la animación de la cultura heredada de los exilados españoles, artistas con los que luego sería la cultura de la transición.

Sin olvidar que es el Balaguerato que la restituye, ya antes Trujillo la había amparado para sus intereses. A pesar de ello, La Bienal, como institución cultural, generó una memoria positiva, la misma que aún moribunda hoy la preserva, látidos dignos de recuperar con la mayor de las pasiones irrenunciables.

La XVII Bienal Nacional de Artes Visuales, de 1990 realizada en un contexto social difícil, exceso de migración de la clase media hacia Miami,  últimos coletazos del  Balaguerismo histórico y la colaboración de Frank Marino Hernández -tiempos de Porfirio Herrera- para la celebración de una Bienal conspirativa, subversiva, desde sus inicios.

Esa XVII Bienal Nacional dejó una herencia, que en el tiempo todas las otras Bienales de oficio no supieron recoger: la participación masiva de los capitaleños, el interés real de los medios de comunicación (no para chismes o escándalos), en la divulgación del acto cultural en sí, colocando al Museo de Arte Moderno (MAM) en el foco del interés público, por la oferta de una actividad que es de todos los contribuyentes del país. Colocando al Museo de Arte Moderno como el espacio visitado con libertad por todos los dominicanos y dominicanas, que sí tienen pasión por las artes...

Cada vez más, las instituciones culturales del Estado viven en ese limbo, que hace posible que una clase corsaria se crea en el deber de rescatar, para imponer ideas de elitismo decimonónico. Hay que vigilarlas, porque bajo normas privadas se creen intocables y están creado un destino manifiesto para la actividad artística del país, se creen imprescindibles, conocedores de plusvalía. Sin embargo, a esa clase le es más fácil pagar bien a los extranjeros que a los dominicanos.

Detrás de esta crisis de Bienal 27, larvado viene el problema arriba planteado.

Bajo la sombra del amor a la cultura de Don Juan Bosch, muchos ilusos pensaron que estos años serían los años dorados de la cultura dominicana, curiosamente, el elitismo funcionó promovido con los propios fondos del Estado, vaya paradoja...

El deber de una persona que dirige un museo de Artes es saber que tiene un sagrado compromiso con la difusión masiva de lo que en el museo acontece. El museo tiene un compromiso pedagógico no sólo con la capital, sino con la nación, y para ello debe hacer programas de extensión incluyentes, con profunda intención provincial, que no ha sido el caso en muchos años.

En el caso del MAM, Su  directora debe dar la cara y la voz con la debida responsabilidad, con un nivel de convicción que no siempre he visto en la actual incumbente. Por cierto, si en nueve años no aprendió, y miren que es grandecita ya,  no creo que en  otros nueve podrá aprender, se le pasó el tiempo. Y no siempre los asesores en  tiempo de crisis pueden corregir toyos y otros claros despropósitos.

Un incumbente, si es competente en su materia, tampoco tiene que tener esa maldita sumisión seráfica a un ministro, es lo que he visto en los 9 años de la distinguida María Helena Ditrén.

Porque en última instancia: ¿Quiénes son los verdaderos propietarios de la Bienal Nacional de Artes Visuales? Son los dominicanos y las dominicanas que pagan sus impuestos, que a veces ni se enteran que existe una bienal, un evento que les pertenece y que el propio Estado vía sus instituciones referidas, ha ido asesinándole la mística en los últimos 10 años.

Son esas grandes masas ignoradas, a quienes el arte, al menos, pudo haber dado un respiro estético en un panorama social difícil, lleno de deberes impositivos y de pocos incentivos generales.

Tesis 2: Confusiones de roles en los debates posteriores a los premios de la Bienal 27

En este momento, lo que habría que hacer  es un buen debate sobre las bienales últimas, hacer un debate (no chismes de farándulas) sobre el valor de la propia bienal, como una de nuestras más vieja instituciones culturales, sumergida en una crisis de muerte desde hace bastante tiempo, mientras florecían con grandes presupuestos eventos como la Feria del Libro, por ejemplo.

Las artes visuales no han tenido incumbentes de cultura que sean dolientes de las mismas. Por esa razón, con el tiempo, las bienales se han ido convirtiendo en bienales de oficio, ramplonas, de pequeños círculos del arte, masturbadores de palacetes elitistas, que dialogando entre ellos creen que la misión del arte y del museo está cumplida. Diletantes de toda  ralea, rancia herencia de las viejas oligarquías exclusivistas, hacia esa meta retrógrada nos dirigimos.

El actual debate sobre los Premios de la 27 Bienal, lo que sí revela es una confusión de roles que nace desde el propio Museo de Arte Moderno. Por ejemplo, en este sentido Porfirio Herrera, confrontador y furioso como un trueno, dio cátedras de manejo individual, con sentido de responsabilidad y respetando a sus asesores; nunca se metió con el jurado y sabía bien su rol como director de Museo de Arte Moderno, mientras transcurría la bienal.

Porque el rol de una directora de museo es de vigilancia, no de entorpecimiento. La Comisión de la Bienal, que adh doc es el órgano rector de esas actividades mientras dura la bienal, puede consultar y llamar al jurado, discutir situaciones etc.

Es muy probable que la falta de experiencia de este jurado, su pasión ultra vanguardista creara un desequilibrio en los premios -notorio- que ha sido piedra de escándalo.

Mientras tanto se quiere pasar por la oscuridad, debajo de la mesa, que hay una profunda crisis de creatividad en la pintura dominicana contemporánea, y que el mejor lugar para que ella se refleje es la 27  Bienal Nacional de Artes Visuales. Un jurado de una bienal, en sus preferencias, no es responsable de la crisis estética de un país. Ahora bien ¿Por qué hay una preferencia tendenciosa a premiar instalaciones?...

Los Jurados hablan con sus premios, el resto en una sociedad democrática, donde la gente tiene derecho a ejercer libre la expresión de su opinión, eso es otra cosa.

Las instalaciones como expresión de lo contemporáneo, son un lenguaje y una expresión. Hay excelentes artistas que están en dominio de ella, de modo que evitemos la satanización.

¿Pueden coexistir instalaciones y artes plásticas en un mismo certamen?... Hasta el momento, a pesar de las precariedades, ha existido un sensato equilibrio, en la medida en que la plástica mostraba calidad y vocación.

No creo que el tema del premio sean unos penes inofensivos, detrás de este debate, al margen de su documento y protesta legítima, el propio CODAP (Colegio de Artistas Plástico) debe plantearse el tema de la calidad de nuestras artes plásticas, la enseñanza, los aprendizajes, las vocaciones y los resultados finales.

Los jurados tienen todo el derecho a defender  los premios otorgados, pero en un  debate de buena lid, no con alusiones personales que terminan en chismes de patio y restan al debate la calidad y la autenticidad  necesarias para otorgarle la credibilidad debida.

Si algo tienen las bienales en todas partes del mundo es que post bienal hay debates con altos niveles de pasión, como debe ser en una visión del arte vivo con ganas y trascendencia.

¿Existe un protocolo de funcionamiento durante la Bienal entre Comisión, Jurado y Dirección del Museo? Esa es otra pregunta  a la que habría que buscar respuesta.

Que yo recuerde, las veces que he sido jurado de la  Bienal sólo la  Bona Fides era un poco la norma, la responsabilidad asumida para que todo quede bien, tengo un grato de recuerdo de Antonio Prats Ventós, quien encarnó ese espíritu en el jurado de la XVII  Bienal Nacional de Artes Visuales, 1990.

Debe existir un protocolo donde los campos de protagonismo, luego de la bienal, estén asumidos.

En este caso, por ejemplo, el Museo de Arte Moderno debió tener un vocero o una vocera.

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