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Los Desastres Naturales: Causa y efecto de los fracasos del desarrollo

Los desastres naturales se encuentran íntimamente ligados a los procesos de desarrollo humano. Provocados por fenómenos naturales, los desastres hacen peligrar las ventajas que ofrece el desarrollo. A su vez, las decisiones que toman los individuos, comunidades y naciones en materia de desarrollo pueden implicar una distribución desigual del riesgo de desastre.

 

En las comunidades y países afectados, las pérdidas asociadas a desastres hacen extremadamente difícil cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Los desastres conllevan la destrucción de infraestructuras, el deterioro de los medios de vida, el daño a los ecosistemas y al patrimonio arquitectónico, así como un sinfín de heridos, enfermos y muertos. Pero las pérdidas por desastres interactúan con otras fuentes de tensión tales como las crisis financieras, los conflictos políticos o sociales, las enfermedades (especialmente el VIH/SIDA), y el deterioro del medio ambiente, pudiendo incluso agravarlas.

Asimismo, las pérdidas ocasionadas por desastres pueden retrasar o erosionar las inversiones sociales dedicadas al alivio de la pobreza y el hambre, a la educación, a los servicios de salud, a una vivienda digna, al agua potable y saneamiento, o a la protección del medio ambiente, así como las inversiones económicas que generan empleo e ingresos. Por otra parte, hoy parece ampliamente demostrado que el riesgo de desastre se acumula históricamente debido a prácticas de desarrollo desacertadas. Los hospitales y escuelas que se derrumban en un terremoto o las carreteras y puentes que son arrasados por las aguas en una inundación fueron, en su día, proyectos de desarrollo. Otros ejemplos de cómo el desarrollo puede contribuir a aumentar el riesgo de desastre serían la urbanización y la concentración de la población en zonas de alta amenaza y en edificaciones poco seguras, los altos índices de pobreza (que reducen la capacidad humana para hacer frente y recuperarse del impacto de los desastres), así como el deterioro del medio ambiente que agudiza amenazas como inundaciones y sequías.

La relación entre desarrollo y riesgo de desastre es claramente visible con un simple repaso a las informaciones que se tienen de los mismos. En torno al 75% de la población mundial vive en zonas que, al menos una vez entre 1980 y 2016, han sido afectadas por terremotos, ciclones tropicales, inundaciones o sequías. Los desastres provocados por estos fenómenos naturales han ocasionado más de 184 muertos diarios en distintas partes del mundo. La pérdida de vidas humanas, que presenta cifras desiguales alrededor del planeta, es sólo la punta del iceberg, ya que además es preciso considerar la pérdida en calidad de vida, medios de supervivencia y desarrollo económico. Si bien sólo el 11% de las personas expuestas a amenazas naturales viven en países con un bajo índice de desarrollo humano, estos representan más del 53% del total de los muertos. Es evidente que el grado de desarrollo y el riesgo de desastre están íntimamente relacionados. Las políticas de desarrollo que realmente reduzcan el riesgo de desastre pueden contribuir en gran medida al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ya que reducen las pérdidas materiales y humanas, protegen los logros en materia de desarrollo y evitan que generen otro tipo de amenazas.

La reducción de los riesgos y el desarrollo humano sostenible son, por lo tanto, objetivos a los que hay que apoyar simultáneamente, ya que también contribuyen a mitigar la pobreza, promover la participación de grupos sociales marginados y a avanzar en la igualdad entre los géneros. La reducción del riesgo de desastre puede ser de vital importancia en poblaciones sumamente vulnerables, como las que viven en los pequeños estados insulares en desarrollo o en sociedades debilitadas por conflictos armados y el VIH/SIDA. Todavía hoy los desastres son considerados como sinónimo de fenómenos naturales extremos que interrumpen el desarrollo humano y requieren de acciones humanitarias para mitigar las pérdidas que ocasionan. Aunque reconocemos  la creciente influencia que tienen los desastres en el desarrollo, se hace especial hincapié en cómo el propio proceso de desarrollo genera riesgos de desastre. La experiencia demuestra que países con características similares en cuanto a la exposición a amenazas naturales presentan niveles sumamente diferentes de riesgo de desastre y que estos riesgos han sido determinados por las alternativas y los procesos de desarrollo elegidos. El riesgo de desastre no es inevitable sino que, por el contrario, puede manejarse y reducirse aplicando políticas y programas de desarrollo adecuadas a nivel local, regional o nacional, el riesgo de desastre es un problema de desarrollo no resuelto, debemos reconocer y promover políticas de desarrollo alternativas que contribuyan a reducir esos riesgos.

El Prof. Jorge Reyes, Coronel C. B. (DGR), es especialista en Gestión Integral de Riesgos a Desastres

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Los Desastres Naturales: Causa y efecto de los fracasos del desarrollo

Los desastres naturales se encuentran íntimamente ligados a los procesos de desarrollo humano. Provocados por fenómenos naturales, los desastres hacen peligrar las ventajas que ofrece el desarrollo. A su vez, las decisiones que toman los individuos, comunidades y naciones en materia de desarrollo pueden implicar una distribución desigual del riesgo de desastre.

 

En las comunidades y países afectados, las pérdidas asociadas a desastres hacen extremadamente difícil cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Los desastres conllevan la destrucción de infraestructuras, el deterioro de los medios de vida, el daño a los ecosistemas y al patrimonio arquitectónico, así como un sinfín de heridos, enfermos y muertos. Pero las pérdidas por desastres interactúan con otras fuentes de tensión tales como las crisis financieras, los conflictos políticos o sociales, las enfermedades (especialmente el VIH/SIDA), y el deterioro del medio ambiente, pudiendo incluso agravarlas.

Asimismo, las pérdidas ocasionadas por desastres pueden retrasar o erosionar las inversiones sociales dedicadas al alivio de la pobreza y el hambre, a la educación, a los servicios de salud, a una vivienda digna, al agua potable y saneamiento, o a la protección del medio ambiente, así como las inversiones económicas que generan empleo e ingresos. Por otra parte, hoy parece ampliamente demostrado que el riesgo de desastre se acumula históricamente debido a prácticas de desarrollo desacertadas. Los hospitales y escuelas que se derrumban en un terremoto o las carreteras y puentes que son arrasados por las aguas en una inundación fueron, en su día, proyectos de desarrollo. Otros ejemplos de cómo el desarrollo puede contribuir a aumentar el riesgo de desastre serían la urbanización y la concentración de la población en zonas de alta amenaza y en edificaciones poco seguras, los altos índices de pobreza (que reducen la capacidad humana para hacer frente y recuperarse del impacto de los desastres), así como el deterioro del medio ambiente que agudiza amenazas como inundaciones y sequías.

La relación entre desarrollo y riesgo de desastre es claramente visible con un simple repaso a las informaciones que se tienen de los mismos. En torno al 75% de la población mundial vive en zonas que, al menos una vez entre 1980 y 2016, han sido afectadas por terremotos, ciclones tropicales, inundaciones o sequías. Los desastres provocados por estos fenómenos naturales han ocasionado más de 184 muertos diarios en distintas partes del mundo. La pérdida de vidas humanas, que presenta cifras desiguales alrededor del planeta, es sólo la punta del iceberg, ya que además es preciso considerar la pérdida en calidad de vida, medios de supervivencia y desarrollo económico. Si bien sólo el 11% de las personas expuestas a amenazas naturales viven en países con un bajo índice de desarrollo humano, estos representan más del 53% del total de los muertos. Es evidente que el grado de desarrollo y el riesgo de desastre están íntimamente relacionados. Las políticas de desarrollo que realmente reduzcan el riesgo de desastre pueden contribuir en gran medida al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ya que reducen las pérdidas materiales y humanas, protegen los logros en materia de desarrollo y evitan que generen otro tipo de amenazas.

La reducción de los riesgos y el desarrollo humano sostenible son, por lo tanto, objetivos a los que hay que apoyar simultáneamente, ya que también contribuyen a mitigar la pobreza, promover la participación de grupos sociales marginados y a avanzar en la igualdad entre los géneros. La reducción del riesgo de desastre puede ser de vital importancia en poblaciones sumamente vulnerables, como las que viven en los pequeños estados insulares en desarrollo o en sociedades debilitadas por conflictos armados y el VIH/SIDA. Todavía hoy los desastres son considerados como sinónimo de fenómenos naturales extremos que interrumpen el desarrollo humano y requieren de acciones humanitarias para mitigar las pérdidas que ocasionan. Aunque reconocemos  la creciente influencia que tienen los desastres en el desarrollo, se hace especial hincapié en cómo el propio proceso de desarrollo genera riesgos de desastre. La experiencia demuestra que países con características similares en cuanto a la exposición a amenazas naturales presentan niveles sumamente diferentes de riesgo de desastre y que estos riesgos han sido determinados por las alternativas y los procesos de desarrollo elegidos. El riesgo de desastre no es inevitable sino que, por el contrario, puede manejarse y reducirse aplicando políticas y programas de desarrollo adecuadas a nivel local, regional o nacional, el riesgo de desastre es un problema de desarrollo no resuelto, debemos reconocer y promover políticas de desarrollo alternativas que contribuyan a reducir esos riesgos.

El Prof. Jorge Reyes, Coronel C. B. (DGR), es especialista en Gestión Integral de Riesgos a Desastres

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