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Iván Tovar: El lenguaje de un surrealista dominicano internacional

Iván Tovar: El lenguaje de un surrealista dominicano internacional. Entre el desafío de la gravedad y el poder místico de la sombra como acto-reflejo de su pintura. Iván Tovar: El lenguaje de un surrealista dominicano internacional. Entre el desafío de la gravedad y el poder místico de la sombra como acto-reflejo de su pintura.

El pintor latinoamericano Iván Tovar (San Francisco de Macorís, República Dominicana, 1942–Santo Domingo, 2020), la personalidad más elevada en el plano internacional de la pintura dominicana de los siglos XX-XXI, trazó sus primeros pasos por el arte, sintiendo en su entorno las voces más inquietantes de la metáfora y el símbolo, porque ante su espejo de referencia, y durante el proceso formativo de su pensamiento, sus oídos se nutrían de voces intelectualmente muy racionales que le hablaban a la breve comunidad cultural del país, de movimientos poéticos modernos de una resonante carga de vigor fantástico, como lo fueron el Vedrinismo, el Postumismo y el estremecimiento lúdico-imaginacional de La Poesía Sorprendida, a cuya revista homónima, tiempos después, no tan lejos, se vincularía el artista refugiado y republicano español Eugenio Fernández Granell (1912-2001). 

Granell viene a República Dominicana como músico en 1940, incorporándose años después a la Orquesta Sinfónica Nacional y al periodismo cultural en las páginas del diario La Nación, hasta convertirse en celebridad del surrealismo dominicano y posteriormente europeo, gracias al estímulo de su amigo, el poeta, pensador y pintor francés André Breton (1896-1966), patrón y fundador del movimiento surrealista internacional.

Al referirme al movimiento literario y revista de vanguardia La Poesía Sorprendida (publicada desde 1943 hasta 1947), hablo de un burbujeante laboratorio del pensar, forma del decir y sentir la verdad interior, emocional y espiritual a través de la poesía, fundado en la construcción de una cadena metafórica de símbolos que desbordó estructura y contenido en una especie de surrealismo primario e intuitivo; surrealismo cero, metáfora del miedo. Eso era entonces La Poesía Sorprendida.

Porque esta apuesta a la poesía y al pensamiento moderno, solo se trataba de una inteligente y sensible ecuación político-sociocultural para evadir la interrogación directa a la devastadora presencia de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en la escena política de la República Dominicana. Tras esa historia y entramado de acción creativa, nacieron y abrieron los ojos del artista Iván Tovar para conocer las primeras ideas de criticidad ideológica y cultural sobre las que debía erigirse su futuro pensamiento visual, aún antes de conocer las luces del París de la postguerra, donde el creador dominicano se formaría artísticamente de forma integral, y definiría la personalidad creativa del auténtico surrealista que fue y seguirá siendo por siempre.

Interesado por el arte desde los trece años, según testimonio del propio Iván, años después ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde egresa a los 17 años de edad. Posteriormente instalado en París desde 1963, donde vivió por unos 20 años, ya en su bitácora de viaje el surrealista dominicano llevaba en su memoria, marca y huella del deseo de ser, y el conocimiento sobre el selecto núcleo de artistas e intelectuales refugiados en República Dominicana desde 1939, como consecuencia de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, algunos de los cuales Tovar tuvo el privilegio de conocer, destacándose su vínculo con el pintor surrealista Eugenio Fernández Granell. 

Sin embargo, justo es reconocer que el acento para la conexión primaria, en su país, con el acto y proceso creativo, el artista nativo de San Francisco de Macorís lo recibió de quien él mismo define como “mi maestro”, el pintor dominicano Gilberto Hernández Ortega (1924-1978).

Destaco como registro histórico importante, que Granell llegó al país como músico y periodista cultural, reformado en la pintura durante sus años entre nosotros, emergiendo como una de las más prominentes e influyentes figuras del surrealismo español del siglo XX; quien tiempo después configuraría una relación de camaradas, en la hermandad del arte y la vida, con el pintor surrealista dominicano Iván Tovar. El primer encuentro directo y personal entre Granell y Tovar se produce durante el primer viaje del joven dominicano a la ciudad de Nueva York a principios de la década de los 70s.

La más poderosa heredad de esa presencia cultural europea, en tiempo y espacio, la absorbió sensible e intelectualmente Iván Tovar, porque como consecuencia de ese histórico acontecimiento de impacto cultural, social y académico en República Dominicana, tuvimos el privilegio de recibir, en una atmósfera de confraternidad y convivencia solidaria, al poeta André Breton, celebrado mundialmente como la mente brillante que le dio corporeidad de pensamiento moderno al movimiento surrealista internacional.

Breton, con dos visitas documentadas al país, 1941 y 1946, —la primera de ella junto a otro surrealista universal, el cubano Wifredo Lam (1902-1982)— siembra en nuestro territorio cultural la semilla del Surrealismo, que desde antes de la Segunda Guerra Mundial pregonaba como estética y doctrina por Europa y América, incluyendo a Latinoamérica y el Caribe, clave para la expansión y asiento de este movimiento estético-ideológico en México, Argentina, Perú y, obviamente, en Haití y Santo Domingo, para citar solo algunos casos.

Cuando Tovar se instala en París no es ajeno ni al simbolismo en la poesía ni a la cultura y tradición surrealista, mucho menos al más luminoso liderazgo ideológico de este pujante movimiento estético y estilístico que terminó convirtiéndose en fenómeno de atención en todo el mundo, incluyendo su gravitación notable durante la Guerra Fría, puesto que André Breton avanzó en su estrategia expansiva del movimiento, estableciendo un estrecho vínculo con los preceptos conceptivos e ideológicos de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS).

Hago la precedente reflexión histórica para referir como recurso afirmativo, que personalidad y obra surrealista de Iván Tovar están direccionadas en la misma escena histórico-cultural que desde el Surrealismo internacional, con Breton como pensador y guía, el movimiento penetró y expandió como fórmula de estímulo para la formación de los primeros asientos del Surrealismo en América Latina. Hablo de la presencia primaria de esta corriente estilística y estética en Lima, Perú, con la presentación en 1935 de la primera expo¬sición surrealista en América Latina, una iniciativa de César Moro (1903-1956) y Emilio Westphalen (1911-2001), plantándose con fuerza en México en 1940, bajo la acción operativa de los mismos personajes limeños, aunque con la protección estratégica directa y personal del propio Breton.

Desde esos dos laboratorios expansivos de la idea estética e ideológica del Surrealismo internacional, fluye lo que históricamente vendría a cono¬cerse como la simiente del Surrealismo latinoamericano, o Surrealismo en América Latina; no sin antes documentar como valor histórico, que André Breton llega a las tierras del Caribe en 1941, primero a la isla Martinica, junto a camaradas surrealistas de altísimo perfil filosófico, artístico e intelectual como el pintor André Masson (1896-1987) y el artista plástico multidisciplinario Max Ernst (1891-1976), acompañados del sociólogo y antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss (1908-2009), acogidos en Martinica como amigos refugiados por el también surrealista internacional Wifredo Lam.

A pesar de su juventud, Iván Tovar no es ajeno al poder determinante de esas informaciones e ideas del arte moderno que circulan en los más exclusivos núcleos políticos e intelectuales de la época. De ahí que los nombres de estos personajes del arte y pensamientos siglo XX, no les son extraños al joven Tovar cuando inicia su andar por las calles y galerías del París de postguerra, porque son los mismos nombres con los que ya en el pretienpo, como diría el poeta Manuel del Cabral, había comulgado de oídas en la comunidad artística y cultural en su país natal, República Dominicana.

Es por lo que mi hipótesis propone que la formación del Surrealismo latinoamericano se ecuaciona en la misma frecuencia histórica en que el revolucionario movimiento da sus primeros pasos en Santo Domingo, desde donde emerge triunfante de la mano de Breton el surrealista español Eugenio Fernández Granell, por lo que el rango y dimensión internacional de Tovar como parte de la plataforma integral del Surrealismo internacional, está en correspondencia con el nivel de grandes surrealistas latino¬¬americanos como Roberto Matta (1911-2002), Wifredo Lam (1902-1982), Leonora Carrington (1917-2011), Remedios Varo (1908-1963), entre otros.

Ese es el justo espacio y dimensión histórica que le corresponde ocupar, porque legítimamente le pertenece al dominicano Tovar, quien ya de la mano y con el estímulo de la más rigurosa élite intelectual de Montparnasse, exponía sus pinturas desde 1963 en la Tercera Bienal de París, en 1965 en la Cuarta Bienal de la ciudad luz, y en la expo-sición Pintores Latinoamericanos de París, presentada en el Museo de Arte Moderno de Francia, permitiéndole exhibir consecutivamente la hermética formulación compositiva y volumétrica de su arte en los países de mayor prestigio y dominio cultural de Europa, como fueron sus muestras presentadas en Canadá, Portugal, Italia, Bruselas, Alemania, Londres, Roma, Suecia, Dinamarca, Noruega y Suiza; lo mismo que en varias ciudades de Estados Unidos y América Latina.

Ampliando y consolidando su presencia en Francia y el resto de Europa, consagrándose como un connotado pintor surrealista, con el asiento de su nombre y arte documentados en la bibliografía especia-lizada de mayor perfil académico internacional sobre el Surrealismo, como son, entre otras: René Passeron, “Enciclopedia del Surrealismo”, Ed. Somogy, París, 1977; Adam Biro y René Passeron, “Diccionario general del Surrea¬lismo”, Ed. PUF, París, 1982; Jun Ebarra. “El Surrealismo en París”, Tokio, 1971; J.H. Matthews. “El imaginario del Surrealismo”, Universidad de Syracuse, Estados Unidos, 1977; Jacques Barón, “Antología plástica del Surrealismo”. Ed. Filipachi, París, 1990; y una presencia de referencia y consulta internacional obligada en el muy acreditado “Diccionario Enciclopédico del Surrealismo”, Benezit, tomo 10, París. 

Y de manera muy destacada, figurando su nombre y registros icono-gráficos de sus pinturas en las más acreditadas bibliografías históricas y críticas de artes plásticas de la República Dominicana, destacándose entre otros escritos de críticos e historiadores de arte: Manuel Valldeperes, Darío Suro, María Ugarte, Antonio Fernández Spencer, Jeannette Miller, Danilo De los Santos, Cándido Gerón, Marianne de Tolentino, Humberto Soto Ricart,Amable López Meléndez, Laura Gil, Delia Blanco, Fidel Munich, Odalís Pérez, Olivier Batista, Arnulfo–Miñín–Soto, Efraim Castillo, Virginia Goris, Sara Hermann, Paula Gómez, Gía Caro y Lilian Carrasco. Uno de los textos de autores dominicanos de mayor hondura y cercanía emocional con Tovar los leí, escritos por don Marcio Veloz Maggiolo, en la antigua Revista Rumbo, y en un catálogo de obras sobre papel presentada por Lile O. Ritzel.

Con este breve pasaje por la memoria histórica sobre el asiento de las ideas estéticas, fundamentos filosóficos y recursos técnicos que definen la presencia del Surrealismo en Latinoamérica, es que asumo y reconozco intelectual y críticamente la revelación textural y factural del lenguaje eminentemente universalista que define la limpieza y tipología estilística del discurso de Tovar, dejando claro que la calidad y trascendencia de su obra bien merece situarlo como punto de atención y estudio en la agenda de las mesas académicas de investigaciones internacionales más exigentes que, desde la perspectiva de los nuevos análisis de la historia del arte moderno siglo XX-XXI, se estudian bajo principios de la crítica de arte ética, honrada e incluyente, que se desarrollan actualmente como planes y programas de investigación artística internacional sobre la estética y mirada del Surrealismo y evolución de este movimiento artístico del siglo XX.

Reclamo que se prioricen y reconozcan como singulares aportes a la evolución y enriquecimiento de la pintura surrealista, las formulaciones mistéricas y herméticas que auscultan, bajo carga de severa sensibilidad poética, la arquitectura y espacio-dinámico interior las pinturas que sentimos y palpamos del Iván Tovar, que desde los dominios técnicos de una paleta cromática apastelada y de referencia vegetal, hidráulica y mecánica, ha sido capaz de encender en sus telas la llamarada del deseo, del deslumbramiento emocional, de la justicia, del sexo, del placer y de la libertad espiritual, del que se sumerge, mira y vive en el cuerpo interior de su arte.

Su racional capacidad de construcción de una espacialidad visiva desafía la clásica composición plástica surrealista que se acantona en la estridencia, en nombre del sueño y el automatismo. Tovar nos revela una tabla cromática recia y lúdica en su exposición de formas y pensamientos estéticos nuevos en los que éste celebra la poesía, gracia, fuerza y poder del cuerpo de la mujer; la anatomía vigorosa de sus senos, de sus nalgas, de su sexo dulce o trágico, de su belleza y capacidad de situar nuestros pasos por los filos más temerarios del delirio y la seducción narcótica como fulgurante llamado de atención sobre la belleza que resuena desde las metafóricas formaciones, masa y vacío que sentimos en la arquitectura interior de su pintura.

Iván Tovar, con memoria y paleta propias, ha revisitado el alfabeto plástico visual para proponernos, en asociación con la alquimia y arqui-tectura de su técnica y estilo, un lenguaje nuevo, único y personal en la historia del arte moderno y contemporáneo internacional.

Al citar de manera taxativa mi propia expresión, el alfabeto plástico visual, para referirme a la sustanciación plástica que define la corporeidad técnica, estética y plástica en la pintura de Tovar, me llega a la memoria, y cito, un fragmento del penetrante ensayo de la escritora y artista plástica española Ánxeles Penas, que en su texto: “Presentación del Alfabeto Tovar en Fundación Granell”, aborda con lucidez y mirada visionaria, trazada en perspectiva, la hondura mística que caracteriza la obra de Iván Tovar. 

Su analítica fortalece el batallón de miras con el que durante años he investigado y estudiado la obra de este gran pintor, poeta y creador dominicano: “Visionaria es la obra de Tovar, ya que se configura de encuentros extraños y aparentemente fortuitos, y de abrazos, enlaces y fusiones de lo dispar. Las suyas son criaturas que emergen de la insondable noche o, si se quiere, de lo que ahora llaman los astrofísicos la materia oscura, y que, en su misma extraordinaria aparición, solo pueden calificarse de milagro; pero el milagro se agranda cuando su mismo repertorio de formas y posturas, de encuentros y fusiones, puede multiplicarse hasta el infinito, exactamente igual que la vida, exactamente igual que el lenguaje que nos hace humanos”. 

El alfabeto Tovar fue dibujado por Iván y publicado con una edición limitada de 300 ejemplares, 20x39 cms, de los cuales 50 ejemplares están en vitela de Arches coloreados a mano, y 250 en negro, tirados en papel San Francisco. Se imprimieron en los talleres de la imprenta Clot, Bramsen et Georges, en febrero de 1971, París.

La organicidad, conjugaciones elípticas de masa y vacío en espaciali-dad compartida definiendo un único estado corpóreo, incluyendo mistéricos y esotéricos artefactos como la plomada mística y la silla, presentes en sus pinturas y dibujos, se elevan a formulaciones opticiales desde las que Iván Tovar se atreve con genialidad, maestría y destreza a conformar una apuesta negadora del azar y la improvisación, desde donde emergen fluidos como la materia orgásmica, la sangre, el olor líquido del sexo, el agua o una lágrima, o bien la ingravidez de la materia.

Conjunto de universos estéticos, armónicos y cruzados a la vez, que siendo rigurosamente personales en sus telas, conforman un repertorio simbólico en el que prevalecen el reino de la naturaleza y la infinitud composicional y espacial compleja de un lenguaje visivo, desde el que Iván celebra bajo un mismo espacio, los enigmas del dolor, el placer, la reflexión, la poesía (porque Tovar es un exquisito y hondo poeta) y la rabia, como un acto de reconocimiento a la raíz espiritual, filosófica y existencial de la función del arte como liturgia arrebatadora desde la que se crea el parimiento de la belleza, y nada más.

“Qué hermosa es una gota de agua!/Partí para encontrar mi punto de salida/Toda una noche rasguño un muro con un tenedor/No encontré nada, salvo la miseria humana/Me escondo con mis peces transparentes/Decepcionado, continúo mi carrera llegando a hablar sin pronunciar la mínima palabra”. Iván Tovar, Fragmento del poema “Autorretrato”, Navidad, 1973. Tomado del libro-catálogo monográfico TOVAR ANTOLÓGICA, Fundación Eugenio Granell, págs. 17-21, 2014.

Esto, y así lo siento, lo planta Tovar en sus telas, asumiendo el canon de un neohumanismo convictivo, normado por un principio espiritual, ético y moral de fe en todo aquello que doctores del arte como Leonardo da Vinci, vieron como posible para el advenimiento de la esperanza en icónicas obras como El Hombre de Vitruvio.

Hace ya muchos años, más bien décadas, que vengo transitando por los caminos trazados por las formas simbólicas que como constructo dan forma, estructura y contenido a la obra de Iván Tovar; de manera concreta desde los días en que colaboraba como encargado de Prensa y Comunicación en el antiguo Centro de Arte Sebelén, cuando el fundador y director de esta institución que funcionaba en el corazón de Ciudad Colonial como galería de arte y centro cultural, y su director, Ranier Sebelén, asumió con pasión la obra de Tovar, instituyendo allí una especie de santuario por donde desfilaban artistas, escritores e intelectuales dominicanos de las más variadas disciplinas y géneros creativos.

Seguidos por mí esos pasos, de cuando cola¬boraba en 1992 como curador y museógrafo de la firma dealer de arte internacional George Nader Latin American Art, liderada por el galerista George Nader, presentamos en las salas de la Galería de Arte Nader-Piantini una memorable exposición de pinturas de Iván Tovar, captadas por Nader en colecciones de Bruselas, Francia, Nueva York y otros países europeos. Su trabajo fue apasionado, afanoso, consistente y de compromiso con la proyección internacional de Tovar, por lo que este proyecto se amplió con una exposición de sus obras en la entonces muy celebrada Feria Art Miami 93.  Bien recuerdo, durante la apertura, la presencia entusiasta del celebrado músico dominicano Juan Luis Guerra, y numerosos coleccionistas de arte dominicanos.

Esa colaboración de la firma George Nader Latin American Art se afianzó con la producción y publicación del libro monográfico “Iván Tovar”, con textos del crítico de arte francés Jesús Michel Goutier; diseño editorial de Camilo Paredes y créditos fotográficos de: Tiziano de Stefano, J. J. Tuati, Claire Niggli, Marcel Lannoy y Marie-Linne Ersine.  Impreso en Colombia en el año 2001 bajo la firma D’ Vinni Ltda. Durante la exposición de Santo Domingo circuló un catálogo con textos críticos de Ragnar von Holten, José Pierre y Tor Ulven.

Mejor momento para celebrar el 80 aniversario del nacimiento del Maestro Tovar, así como la extraordinaria trayectoria artística e intelectual del poeta, pintor, dibujante, escultor y pensador de la imagen moderna y contemporánea que es Iván, a quien desde hace unas dos décadas, prestigiosas casas de subastas de arte proponen como uno de los referentes de mayor atención y crecimiento para la inversión inteligente en el mercado de arte internacional, y a quien, adelantándonos a esos acontecimientos en curso, su país, República Dominicana, le otorgó el Premio Nacional de Artes Visuales 2018, como el más alto galardón que el Gobierno Dominicano y el país le confieren a través del Ministerio de Cultura a un artista vivo como reconocimiento a su trayectoria de toda una vida.

Me privilegio haber sido y seguir siendo miembro del Comité Selector que cada año confiere, en nombre del Estado y el Gobierno dominicanos, el Premio Nacional de Artes Visuales, junto a reconocidos profesionales y personalidades del arte nacional.

Una de las informaciones más relevantes y recientes en torno a la dimensión, trayectoria y trascendencia del arte y vida de Iván Tovar, lo constituyó la compra de su pintura “La amenace/La amenaza”, vendida por la Casa de Subasta Internacional Sotheby’s por 250 mil dólares, situando obra y personalidad de Tovar como uno de los referentes emergentes de mayor atención en el mercado de arte internacional, correspondiente al capítulo de arte latinoamericano.

Iván Tovar recibe el PNAV 2018, cuatro años después de su retorno a Europa, esta vez a España, en el 2014, en ocasión de la preparación y presentación de su memorable exposición TOVAR ANTOLÓGICA, exhibida en las salas del Museo-Fundación Eugenio Fernández Granell, en Santiago de Compostela. 

Su más reciente muestra individual en España, titulada “El universo surreal de Iván Tovar”, se presentó con notable éxito en la Galería de Arte David Bardía, dentro del contexto de la Feria Internacional de Turismo, FITUR 2019, con la colaboración de la Embajada de la República Dominicana en Madrid. 

* Crítico de arte. Curador. Consultor cultural. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte AICA-Unesco, y de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte ADCA. Premio Curador del Año, otorgado en el 2000 por la ADCA. Miembro del Consejo Nacional de Cultura, del Comité Selector del Premio Nacional de Artes Visuales, y del Comité Permanente de la Bienal. Durante dieciséis años se ha desempeñado como Asesor Cultural de la Cámara de Diputados de la República Dominicana. Santo Domingo, D.N., Rep. Dominicana / 2022

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