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Niños y redes: los nuevos tiranos

Melvin Mañón. Melvin Mañón.

¿Un niño no quiere la comida? La madre le ofrece otra cosa para complacerlo. No lo educa en la importancia de comer lo que hay.

¿un niño rehúsa irse a dormir cuando se le ordena?

¿No atiende a las ordenes de venir, sentarse, hacer algo, ponerse a estudiar, vestirse, etc?

¿Cuantos padres tienen tiempo y vocación y además conocimiento para invertirlo en educar a sus hijos? No dije “criarlos” dije “educarlos” y ¿saben que? además de las enormes dificultades de educar ahora muchos padres se han vuelto temerosos de que sus propios hijos los demanden, desafíen, amenacen someterlos o los chantajeen.

Pero todo esto tiene una historia mas larga, en parte por los abusos que anteriormente protagonizaba cualquier padre o madre, pero también, al democratizarse las sociedades, por el ingreso a la maternidad de padres sin educación, formación ni criterios para educar.

Cuando los padres quieren calmar al niño, callarlo o de cualquier manera interrumpir una perreta lo sobornan, lo complacen y le hacen concesiones basadas no en la educación que deben proporcionarles sino en el momento. La peor creencia es aquella de que los niños se aburren y no deben cuando pocas cosas son mas productivas y fecundas que un niño aburrido puesto que de ahí suele brotar el ingenio y la creatividad.

Hay una peligrosa y acaso trágica similitud entre la popularidad de los “likes” y las malacrianzas y bellaquerías de los niños de hoy. Los políticos hacen lo mismo. Se lanzan a apoyar reclamos, a decirle que si a todo y con ello, frecuentemente se hacen “populares” pero no son lideres de igual manera que los otros tampoco son padres.

La tiranía desatada y vigente en las redes sociales es solamente una exageración de un mal que ya venía caminando desde antes. Educar es siempre mas difícil y complejo que ser simpático y complaciente. Ceder a la presión es mas fácil que resistirla. Entonces, así como los padres aprendieron a sobornar a sus hijos con regalos en un intento de compensar sus ausencias del hogar, así mismo la vida cotidiana se hace aparentemente mas fácil cediendo que educando.

Los dirigentes políticos, no solamente los revolucionarios educaban y entendían que parte de su deber era llevar a la gente y a la sociedad por el buen camino incluso si eso implicaba contrariar creencias y actitudes enraizadas, pero de alguna manera dañinas.

Las cosas cambiaron, los revolucionarios descarrilaron y los dirigentes encontraron mas fácil complacer, decir que si, que educar. En la familia pasó lo mismo. Cada vez había menos tiempo para educar por la necesidad de producir mas dinero, mas consumir y defender el estatus. Las inconductas de muchos muchachos pasaron a convertirse en un estorbo. La calle, el entorno, la TV y luego las redes crearon una nueva cultura que glorifica la complacencia. De ahí salen figuras populares, pero no lideres, aunque con frecuencia los primeros llegan a creer que están en el lugar de los segundos.

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