Hoy en mi cúpula montañosa donde no falta nada, ya tomé mis reguladores naturales que curan hasta las críticas ácidas de algunos entornos azufrados.

Tuna, jengibre, cúrcuma, y hojas de guayaba.

Triglicéridos, glucosa, presión, y dolores articulares.

A la mayoría de mercaderes de la medicina esto no les agrada. Jamás. Ellos viven de los enfermos. Sobretodo, de los que nunca buscan opciones naturales, económicas, y menos efectos secundarios.

Vivimos bajo guerras sanitaria, climática, y antrópica. Esta última, los riesgos que el mismo hombre construye cuando los cálculos les salen mal en políticas de desarrollo.

Ahora bien, a parte de la terrible guerra epidemiológica qué nos ataca invisiblemente, la guerra más temible es la de la inseguridad ciudadana.

Estamos en frenesí. Super asustados hasta de lo que no estamos viendo. Porque donde quiera aparece un enfermo emocional que hace estallar su descarga.

En fin, volviendo otra vez al tema entre té, tisana e infusión, mi recomendación se orienta hacia depender menos de los médicos.

Hay pacientes más graves por los efectos devastadores que genera el hospital.

Gracias a Dios coincido muchísimo con mi extraordinario amigo Praxedes Polanco, un médico epidemiólogo de verdad. Tremendo ser humano y profesional. Con éxitos internacionales que nos honra como nación.

Él también apasionado a las montañas, también acude a la tierra como ente de salvación. Ah, debo agregar que también fue mi asesor de tesis, en compañía del ilustre científico Luís Carvajal.

Por consiguiente, bajemos presión a la fármaco dependencia

Recordemos que las plantas sanan, nutren, y protejen. Ellas lo tienen todo y algo más. Incluso, todos esos fármacos con sabor a dinero tienen su génesis en la industria de las plantas y sus frutos.