El cambio climático y la migración: un desafío de largo plazo
- Escrito por Coronel C. B. Prof. Jorge Reyes
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- Publicado en Opinión
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Los migrantes climáticos en la República Dominicana ponen de relieve la migración inducida por el clima, incluyendo aquellos factores derivados de la degradación de los recursos naturales.
La migración climática en la República Dominicana está influenciada por factores como la disponibilidad de agua, el aumento del nivel del mar y la productividad agrícola. La tendencia muestra un desplazamiento de zonas rurales a urbanas, con la capital, Santo Domingo, proyectada como principal destino hasta 2050. Sin embargo, para 2100 podría convertirse en una ciudad emisora de migrantes debido al estrés hídrico y la densidad poblacional. La ciudad de Santiago, la segunda más grande del país, también podría experimentar una pérdida de población por razones similares. Algunos migrantes optan por la agroforestería como estrategia de adaptación, aunque enfrentan desafíos económicos.
Latinoamérica y el Caribe son de las regiones más afectadas por el cambio climático, por lo que deben integrar políticas climáticas y migratorias con un enfoque multisectorial para lograr un desarrollo sostenible. El aumento de la temperatura, las variaciones en las lluvias, las sequías, las inundaciones y el incremento del nivel del mar afectan la disponibilidad de agua, la producción agrícola y la salud de las personas, impactando especialmente a los más vulnerables.
La migración, ya sea interna o internacional, es una de las principales estrategias de adaptación ante los efectos del clima. Sin embargo, conlleva desafíos tanto para quienes abandonan sus hogares como para las comunidades de acogida y los gobiernos locales, que deben prepararse para gestionar estos cambios. El impacto climático en las economías locales hace que la migración se perciba como una alternativa atractiva. Cuando los ingresos disminuyen debido a condiciones climáticas adversas, las brechas entre los países o regiones de origen y destino se amplían, incentivando una mayor migración.
El impacto del cambio climático no es igual en todas las regiones. Sus efectos sobre los ingresos de los hogares, y en consecuencia sobre la migración, son más pronunciados en los países más vulnerables. Las naciones cuya economía depende directa o indirectamente de la agricultura son particularmente susceptibles, ya que la rentabilidad de la tierra y la producción agrícola se ven reducidas. Cuando las oportunidades económicas disminuyen, los primeros en migrar suelen ser los jóvenes, quienes buscan estabilidad en otras regiones y envían remesas a los familiares que permanecen en las áreas afectadas.
Latinoamérica y el Caribe son altamente expuestos, vulnerables y fuertemente impactados por el cambio climático. Según el Informe Groundswell del Banco Mundial, para 2050, la región podría alcanzar los 17 millones de migrantes internos debido al cambio climático. Esta situación se agravaría por la inequidad, la pobreza, el crecimiento poblacional, los cambios en el uso de la tierra, la degradación del suelo y la alta dependencia de los recursos naturales y la producción de bienes primarios. Además, la gobernanza deficiente del agua, el acceso desigual al recurso y la falta de infraestructura y financiamiento reducen la capacidad de adaptación, incrementando la vulnerabilidad de la población.
En América Central, 10.5 millones de personas habitan en el llamado Corredor Seco, una región con una estación seca prolongada y patrones de lluvia cada vez más erráticos, lo que afecta la seguridad alimentaria y fomenta la migración. En esta zona, los jóvenes tienen más probabilidades de migrar, ya sea internamente hacia grandes ciudades o internacionalmente a Estados Unidos, en respuesta a huracanes y especialmente a sequías, lo que disminuye la disponibilidad de mano de obra en los lugares de origen.
En el Caribe, los huracanes y las olas de calor extremo son cada vez más frecuentes e intensas. La región ha experimentado un aumento en la temperatura promedio del aire y eventos meteorológicos extremos. Además de la devastación causada por los desastres naturales, los países deben afrontar inundaciones costeras y la intrusión de agua salada como consecuencia del aumento del nivel del mar.
Frente a estos desastres y los impactos del cambio climático, muchas personas y familias en el Caribe han migrado en busca de seguridad o mejores oportunidades económicas. Solo durante la temporada de huracanes de 2017, casi tres millones de personas en 17 países del Caribe fueron desplazadas por los huracanes Irma, Harvey y María. El riesgo de desplazamiento aumenta cuando se consideran las dimensiones poblacionales y territoriales de la región.
En Sudamérica, las amenazas climáticas e hidrometeorológicas representan la principal causa de desplazamientos por desastres, con un 64% del total entre 2008 y 2020, en comparación con un 46% atribuido a amenazas geofísicas, como sismos. Entre los fenómenos climáticos, destacan las inundaciones, responsables de más de siete millones de desplazamientos.
La relación entre cambio climático y migración es heterogénea. En las regiones amazónicas, las inundaciones y sequías extremas impulsan la migración del campo a las ciudades en busca de mejores ingresos, condiciones de vida y acceso a servicios. En las zonas andinas, los patrones de migración son circulares, con desplazamientos diarios que combinan ingresos agrícolas y urbanos sin un abandono total de la actividad agropecuaria.
En Sudamérica, la variabilidad climática aumenta la probabilidad de migración interprovincial, principalmente hacia regiones urbanas. Si bien las ciudades pueden ofrecer mayores oportunidades, también pueden agravar las desigualdades preexistentes, como la pobreza, la informalidad laboral y la vulnerabilidad ante desastres, ya que los migrantes suelen asentarse en zonas de alto riesgo en los márgenes urbanos.
Esta nueva realidad representa desafíos internos para los países, pero también es una respuesta de miles de familias que recurren a la migración como estrategia de subsistencia.
Ante este panorama, los responsables de política deben prepararse para gestionar el desplazamiento de quienes abandonan sus hogares y las condiciones de las comunidades de acogida.
La ciencia es clara: el cambio climático nos afecta a todos. Constituye una “amenaza al bienestar humano y a la salud del planeta” (Informe del GTII del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático).
Las consecuencias de la crisis climática en la movilidad humana son profundas. Solo en 2021, los desastres provocaron 23.7 millones de desplazamientos internos (Informe Mundial 2022 sobre Desplazamiento Interno del Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento).
La acción climática no puede esperar. Según el Banco Mundial, sin una intervención climática y de desarrollo concertada y temprana, más de 216 millones de personas podrían convertirse en migrantes climáticos internos para 2050.
Debemos actuar con urgencia, involucrando a toda la sociedad. Es fundamental fortalecer la resiliencia de las comunidades y pasar de las negociaciones a la implementación.
El autor es especialista en Gestión de Riesgos y Cambio Climático