Celeste Woss y Gil: “Yo soy mía; mi cuerpo es mío”
- Escrito por Ylonka Nacidit-Perdomo
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- Publicado en Cultura

Fue el mismo diez de enero de 1942 justo el mismo día en que se dio apertura a la Primera Exposición Nacional de Bellas Artes en los salones del Ateneo Dominicano, a las cinco de la tarde, en que nos hicieron adultas... Y lo hizo, Celeste Woss y Gil, nacida el 5 de mayo de 1890.
En las paredes del Ateneo, Celeste Woss y Gil, feminista, sufragista y artista del pincel, de imponente estatura, atractiva y elegante, mostraba sus estupendos lienzos de mujeres desnudas para asombro de la provincial ciudad de Santo Domingo, que al decir de un cronista anónimo del oficialista matutino La Nación: «Su presentación ha causado verdadera sensación en el público que en su mayoría ha mirado con desconcierto, como mira siempre el público, la firmeza con que Celeste Woss y Gil rompe todos los amaneramientos y hace obra de arte de alta categoría».
Celeste provocaba resquebrajamientos, y dejaba caer al suelo, hechas añicos, las ortodoxas convenciones sociales desde el arte. No hacía lo «políticamente correcto»; declaraba su subversión hacia los estereotipos preconcebidos en torno al ideal de sumisas, pudorosas, y sin techos de cristal que romper que les pretendían los otros.
Su paleta desplegando su valentía femenil, su creatividad en lo cromático y en libertad absoluta -porque así fue-, es lo extraordinario de su legado. Conquistó su destino de asumirse mujer, y extinguió las ataduras a su existencia, y a su «valoración subliminal» como sujeto que los otros pretendían.
Con sus desnudos puso en movimiento, sin lugar a dudas, una formidable acción política. Sabemos, no obstante, la preeminencia de su origen de clase, de su círculo social y de su entorno familiar. Sin embargo, ella gritó, dándole una fuerte bofetada en el rostro a los asambleístas, y al exponer al frente del "Jefe", y de su entorno de acólitos, lo que ya no podía estar velado, ocultado, independiente de lo que dijera la inquisitoria Iglesia Católica, Apostólica y Romana: «Yo soy mía; mi cuerpo es mío».