Mujeres en peligro de extinción

Por: Patricia Báez Martínez

En República Dominicana, al nacer, las mujeres tienen las mismos derechos y oportunidades que los hombres, eso dicen las normas y los padres tienen –hasta cierto punto- ese espíritu, pero a medida que van pasando los años y sus cuerpos adquieren líneas curvas, de la misma manera la sociedad tuerce sus derechos hasta volverlos añicos y dejar solo los deberes, y con ello convertir a la mitad de la población en un ser de segunda categoría.

La mujer tiene que luchar con la maraña de responsabilidades que por ser mujer se le imponen en el hogar, aprender a sentarse y comportarse de forma correcta, porque desde el hogar las avergüenzan de su feminidad. En el mejor de los casos debe elegir una carrera acorde con lo que se espera de ella, nada extremo ni que implique el abandono de sus obligaciones como mujer. Hay un juez, el padre, que la va moldeando y preparando para que otro hombre la maneje de manera fácil y la hija no sea devuelta al lar familiar a seguir esquilmando las finanzas del patriarca.

Algunas son empujadas a temprana edad a los brazos de un viejo "rabo verde" que le puede "garantizar un mejor futuro" a la niña o adolescente –y a la familia también-, o si la joven queda embarazada, los padres optan por un matrimonio forzado y complejo con tal de no enfrentar el supuesto escarnio de un embarazo en la familia. La forma es priorizada ante el fondo: y el fondo es que la joven generalmente paraliza sus estudios, se convierte en madre y ama de casa a temprana edad y, en muchos casos, es víctima de violencia por parte de su pareja.

Las que logran entrar a la universidad deben enfrentar, como prueba de fuego o "peaje", las miradas y comentarios vulgares de sus profesores o cualquier otra autoridad universitaria. Algunas pasan este calvario desde el bachillerato, padeciendo –incluso- los abusos de profesores que ante la negativa de una joven a aceptar sus proposiciones, le ponen una baja nota o reprueban a la estudiante que no accede a sus chantajes y bajos instintos. Es difícil que en estos casos aparezca una autoridad que haga valer los derechos de la estudiante, la salida más fácil es "dejar eso así".

El cuerpo de la mujer se convierte de esa forma en su cárcel, en una condena que se arrastra desde la concepción, desde la noticia: Es una niña. Debiendo significar el goce de un sexo invicto, y de la posibilidad de dar vida, ser mujer es para muchas de nosotras una batalla diaria. No haber sido objeto de una violación sexual, un hito. Cuando se ha escapado de tres intentos de violación sexual es fácil pensar que la cuarta será la vencida, porque ante tanta violencia contra la mujer, cómo es posible pensarse intocable si el denominador común de la violencia hacia nosotras es el género femenino, para muchos representado sólo por el sexo físico.

Cada una de las mujeres que han muerto a manos de hombres machistas, misóginos, acomplejados, intolerantes, incompetentes e impotentes, nos advierten que cualquiera de nosotras puede ser la próxima víctima. No hay excusa que valga: estrato social, profesión, lugar de residencia, etcétera; nos convierte en víctimas mortales el tener un clítoris y tener entre 15 y 50 años de edad. Es un crimen prehistórico, no pasan los instintos por el razonamiento, es la aniquilación de una especie por otra. La mía es la humana, la de ellos no sé.

"Desde la concepción hasta la muerte", reza sobre la "imperturbabilidad" de la vida el artículo 37 de la violada Constitución dominicana, sin embargo, la otra mitad de la población decide hasta cuando respiramos las definidas como la "ayuda idónea". Ellos le ponen un límite a nuestros días sin que los autores del artículo 37 hagan nada, y presumo que se debe a que ellos también son machistas, misóginos, acomplejados, intolerantes, incompetentes e impotentes, y feminicidas en potencia.

@pbaezperiodista