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Siempre serás... querido Cuquito

A medida que va pasando el tiempo a más personas despedimos, y amigo Cuquito Peña ésta noche me entero que te has ido, pienso, estoy muy sorprendida, me entristece saber que ya no estás, pienso y me duele, que lástima que aquella amistad que teníamos por asunto tan terrenales cómo tu machismo la hayas puesto en hibernación, me digo que voy a chequear a todas las personas que han dejado de hablarme ó que yo no le hablo, que son pocas, pero que son muy queridas e importantes en mi vida, y voy a buscar la manera de retomar la amistad, no quiero que esto me vuelva a suceder.

Ésta noche sólo he querido hablar con una de esas pocas mujeres que amaste tanto, recrearnos en buscar los puntos positivos que tenías, que sí que los tenías, recrearnos en tus chistes, en tus picardías, mirar aquellos tiempos en que compartíamos largas conversaciones y risas con pastelitos de queso, con té en la Equizofrenia, después de la noche de don Víctor Villegas y su Cacibajagua en el Colegio de Artistas Plásticos.

Y hemos señalado que tú no sabías fingir, que si decías que querías a alguien podías jurar que era cierto, pero si decía que odiabas a alguien también lo mantenías.

Hemos hablado de tú difícil carácter, que no era siempre, que era muy a veces, pero que lo era. Sabes se acostumbra mucho después de la partida a hablar sólo de las bondades, pero dada mi personalidad que creo tiene matices parecidos a la tuya, no voy a hacerlo, por ser tú a pesar de ti y por ser yo a pesar de yo y por ser la persona con la que he conversado ésta noche, ella es muy a pesar de sí también. Entonces tenemos que hablar tal y como somos.

Hemos hablado de  la verticalidad de tu coherencia, de tu crítica al poder, las rojas flores de tu dignidad, el color verde de tu orgullo de ser pobre, el amarillo pollito  de tu humildad, el arcoíris que representaba tu autenticidad en el orgullo de ser negro y considerarte negro.

En tus luces, las creencias en Dios no brillaban, porque decías que no creías en él, porque todo el daño que recibiste en tu vida provenía de gente que decían creer en Dios.

Hablamos de los albores de tu solidaridad con las personas rectas, con las personas de bien y esa reafirmación en cada paso que dabas en tu vida de que no practicabas la doble moral, por lo contrario sólo existían las aguadas en las acuarelas que pintabas, cómo excelente maestro acuarelista que eres.

Y he de recordar, aquel acto de solidaridad, hermoso, que tuvimos con los haitianos, amigos que conocimos ese mismo día, pues una amiga común nos puso en contacto con ellos para que los ayudemos a llegar a Haití, venían desde Canadá, estaban destrozados, su familia había perecido en el terremoto y tú abriste tú casa, lo fuimos a buscar en tu vehículo, eran momentos en que la solidaridad nos aclamaba a todos/as. Y tú no dudaste en ser solidario, con prácticamente desconocidos. Ellos siempre me escriben y me recuerdan ese hermoso gesto que tuviste para con ellos.

Recuerdo, que en esa semana del terremoto, tenías una exposición de tus pinturas en la Funglode y que me pediste que te hiciera la gestión de donar un cuadro en el maratón que hicieron en Color Visión, me enviaste la foto del cuadro para que lo presentaran en televisión y así algún amante del arte lo comprara y el dinero fuera donado a la causa haitiana. Exigieron que se llevara el cuadro pero el cuadro no podía moverse, estaba en exposición, al final no hicieron lo que pedías y sé que no te sentiste feliz, pues no pudiste hacer la donación que querías.

También conversamos de tu condición de artista, genuino artista que practicabas la soledad, hablamos de cómo decías "que las personas que se amaban a sí mismas adoraban la soledad", disfrutaban la soledad, como sabemos que tú la disfrutaste.

Nos saboreamos los tiempos en que queríamos aprender a escribir y conformamos el taller de literatura Julio Cortázar que dirigía el poeta Pedro Pablo Fernández, cuántas anécdotas pululan entres las paredes de la Academia de la Lengua o de la Cafetera del Conde.

Quedamos en que siempre te veremos en el verde esperanza que bordea el horizonte de tu palacete de la Colonia de los Doctores en Villa Mella, ese casa con el color gris de los bloques, esos mismo bloques que me contaste que fueron tus diseños, "fueron diseñados por mi propias manos", y para tener latente en la mirada sus textura, nunca los pintaste ni empañetaste, esa casa es el dueño. Cuánto de ti hay en ella, ojalá se pueda convertir en el Museo Cuquito Peña para que todos los niños y niñas vayan a reencontrarte.

Eras tan legítimo, que siempre reafirmaste, que tú como artista no te prostituías, ni tu arte tampoco y que en tu trabajo artístico no aceptabas directrices de nadie.

Hablamos de tu pasión por los niños, y que, como un niño amabas jugar con los colores... hay que ser muy niño y muy maestro para decir esto.

Sólo decirte que ella me dice al leerle ésta líneas "pon ahí también que yo lo amé y lo amo".

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