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¡Presidente! ¡Presidente! ¡su Gobierno no se siente!

Ya hace un año que el Presidente lleva en el poder y por lo tanto ha consumido el 25% del tiempo que los electores le han prestado para que cumpla con su mandato y con las promesas que hizo para subir al poder. El actual gobierno, sucedió a uno anterior que finalizo agotado y arropado por más de una década de corrupción sin precedentes, junto a sus amigas inseparables, la tolerancia y la impunidad. Mantuvo una enorme inercia social que dejó postergadas las clases sociales medias y las más débiles del país, gozó de una vergonzosa política de derroche, y aplicó una fácil solución económica a base de préstamos y más préstamos. Todo ello, por junto, y por separado, nos llevó a una crisis de enorme envergadura, que ni la durísima reforma fiscal de finales del año pasado ha podido paliarla hasta el momento.

Es verdad que el nuevo mandatario ha implantado una política presidencial más cercana y austera, sin parafernalias bullosas, y aplica puntualidad en los compromisos. También se ha hecho algo a favor de la transparencia en áreas de contrataciones, ha iniciado una campaña de alfabetización, aún muy débil, y otras cosas más cierta de importancia. Y es también es sabido que el presidente, a saltos de grillo inquieto, va recorriendo el país oyendo con una oreja extendida problemas de la población y todo esto le ha granjeado una cierta simpatía personal.

Hasta aquí bien, muy bien todo.... Pero... aquí viene el bendito Pero. En general, se siente que son cosas puntales que tratan de solucionar problemas también puntales, pero no se percibe que se esté aplicando ningún proceso de transformación importante que pueda hacer cambiar el país, y ponerlo de una vez por todas en los carriles del desarrollo y la modernidad que tanto necesitamos, y en consecuencia hay una sensación de es un Gobierno tibio y que, de seguir así, acabará en el clásico "más de lo mismo".

Hay muchas cosas, demasiadas, que a estas alturas no han llevado a cabo. Los corruptos anteriores no han sido tocados ni con el pétalo de una rosa. Los irritantes y medievales privilegios de barrilitos, dietas, sueldos millonarios y pensiones enormes de funcionarios, pese a los primeros amagos al conocer algunos de sus montos, continúan desangrando el Estado. El asunto tan oneroso que son las cantidades exageradas funcionarios en exteriores que cobran botellas en pesos y dólares, muchos sin siquiera ir a sus trabajos asignados, está como el whisky aquel, tan campante La energía eléctrica sigue por sus fueros ancestrales que son los apagones, su mala calidad y sus tarifas.

El dinero en la calle y en los negocios está más escaso que muela de gallo, pese a unas inyecciones de unos cuantos millones, las actividades productivas ni lo han notado. La delincuencia se ha burlado una vez más de los programas aplicados en su contra, y los ciudadanos siguen con miedo metido en el cuerpo. Los precios de la canasta básica familiar y de cualesquier otros productos están compitiendo, en altura y velocidad, con los ascensores del famoso Empire State. La gasolina llega ya a los seis dólares y medio el galón, y lo que falta por ver... y así podríamos continuar con las deficiencias de siempre, sanidad, trabajo, educación, pensiones... Señor Presidente, no se deje llevar por algunos cantos de sirena del primer aniversario.

Lo más importante está por ha hacer, y el tiempo se escurre entre los dedos. Lamentamos decírselo, pero su gobierno todavía no se siente. Haga algo grande y trascendente que nos saque del cajón en que estamos metidos. Aún se puede.

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¡Presidente! ¡Presidente! ¡su Gobierno no se siente!

Ya hace un año que el Presidente lleva en el poder y por lo tanto ha consumido el 25% del tiempo que los electores le han prestado para que cumpla con su mandato y con las promesas que hizo para subir al poder. El actual gobierno, sucedió a uno anterior que finalizo agotado y arropado por más de una década de corrupción sin precedentes, junto a sus amigas inseparables, la tolerancia y la impunidad. Mantuvo una enorme inercia social que dejó postergadas las clases sociales medias y las más débiles del país, gozó de una vergonzosa política de derroche, y aplicó una fácil solución económica a base de préstamos y más préstamos. Todo ello, por junto, y por separado, nos llevó a una crisis de enorme envergadura, que ni la durísima reforma fiscal de finales del año pasado ha podido paliarla hasta el momento.

Es verdad que el nuevo mandatario ha implantado una política presidencial más cercana y austera, sin parafernalias bullosas, y aplica puntualidad en los compromisos. También se ha hecho algo a favor de la transparencia en áreas de contrataciones, ha iniciado una campaña de alfabetización, aún muy débil, y otras cosas más cierta de importancia. Y es también es sabido que el presidente, a saltos de grillo inquieto, va recorriendo el país oyendo con una oreja extendida problemas de la población y todo esto le ha granjeado una cierta simpatía personal.

Hasta aquí bien, muy bien todo.... Pero... aquí viene el bendito Pero. En general, se siente que son cosas puntales que tratan de solucionar problemas también puntales, pero no se percibe que se esté aplicando ningún proceso de transformación importante que pueda hacer cambiar el país, y ponerlo de una vez por todas en los carriles del desarrollo y la modernidad que tanto necesitamos, y en consecuencia hay una sensación de es un Gobierno tibio y que, de seguir así, acabará en el clásico "más de lo mismo".

Hay muchas cosas, demasiadas, que a estas alturas no han llevado a cabo. Los corruptos anteriores no han sido tocados ni con el pétalo de una rosa. Los irritantes y medievales privilegios de barrilitos, dietas, sueldos millonarios y pensiones enormes de funcionarios, pese a los primeros amagos al conocer algunos de sus montos, continúan desangrando el Estado. El asunto tan oneroso que son las cantidades exageradas funcionarios en exteriores que cobran botellas en pesos y dólares, muchos sin siquiera ir a sus trabajos asignados, está como el whisky aquel, tan campante La energía eléctrica sigue por sus fueros ancestrales que son los apagones, su mala calidad y sus tarifas.

El dinero en la calle y en los negocios está más escaso que muela de gallo, pese a unas inyecciones de unos cuantos millones, las actividades productivas ni lo han notado. La delincuencia se ha burlado una vez más de los programas aplicados en su contra, y los ciudadanos siguen con miedo metido en el cuerpo. Los precios de la canasta básica familiar y de cualesquier otros productos están compitiendo, en altura y velocidad, con los ascensores del famoso Empire State. La gasolina llega ya a los seis dólares y medio el galón, y lo que falta por ver... y así podríamos continuar con las deficiencias de siempre, sanidad, trabajo, educación, pensiones... Señor Presidente, no se deje llevar por algunos cantos de sirena del primer aniversario.

Lo más importante está por ha hacer, y el tiempo se escurre entre los dedos. Lamentamos decírselo, pero su gobierno todavía no se siente. Haga algo grande y trascendente que nos saque del cajón en que estamos metidos. Aún se puede.

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