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Hablemos de vulnerabilidad

Cuando Felipe Pinillo tomó la decisión de abandonar el campo para irse a vivir a la ciudad, seguramente pensó que la ciudad le ofrecía mejor oportunidad en término de trabajo, de salud, de educación de servicios públicos, etc.

Aunque a muchos campesinos que, atraídos por las luces de la ciudad toman esa misma decisión, le sucede lo mismo que a las mariposas que se le queman las alas cuando vuelan hacia los bombillos cautivadas por su luz, en el caso de Felipe sí se cumplieron muchas de sus expectativas: logró conseguir un empleo aceptable, aprendió un oficio, logró montar su propio taller y, pese al desastre del que fue víctima en el 1983 y cuyos efectos se logró recuperar (el banco que le refinanció la deuda y le prestó el dinero para reconstruir su casa y su taller, le exigió asesorarse de un ingeniero experto en estructuras sismo-resistentes).

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