Hablemos de vulnerabilidad
- Escrito por Jorge Reyes
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Cuando Felipe Pinillo tomó la decisión de abandonar el campo para irse a vivir a la ciudad, seguramente pensó que la ciudad le ofrecía mejor oportunidad en término de trabajo, de salud, de educación de servicios públicos, etc.
Aunque a muchos campesinos que, atraídos por las luces de la ciudad toman esa misma decisión, le sucede lo mismo que a las mariposas que se le queman las alas cuando vuelan hacia los bombillos cautivadas por su luz, en el caso de Felipe sí se cumplieron muchas de sus expectativas: logró conseguir un empleo aceptable, aprendió un oficio, logró montar su propio taller y, pese al desastre del que fue víctima en el 1983 y cuyos efectos se logró recuperar (el banco que le refinanció la deuda y le prestó el dinero para reconstruir su casa y su taller, le exigió asesorarse de un ingeniero experto en estructuras sismo-resistentes).
Cuando el terremoto del 1983 azotó la ciudad, Felipe no resultó tan afectado como en el terremoto del 1992, a pesar de que en la época del primer evento su situación no era tan buena como cuando sucedió el segundo terremoto. En el primer caso (1983), Felipe era más débil económicamente y sí, por ejemplo, hubiera tenido que someterse a una operación o asumir el sostenimiento de su familia en el campo, no habría contado con los recursos necesarios para hacerlo. En cambio en termino de vivienda, la rustica ramada en donde funcionaba el taller se fue al suelo, pero los daños que causó fueron mínimo y la pudo volver a levantar con facilidad (si la amenaza no hubiera provenido de un terremoto sino de un fuerte invierno, seguramente lo hubiera protegido mejor la casa de ladrillo, que la ramada rustica).
En 1992, sí bien la situación económica de Felipe era mejor, el vivir en una casa de cuatro pisos construida sin una buena tecnología en termino de sismo-resistencia, lo hacía mucho más débiles frente a los terremotos, como eran más débil también sus familiares, que antes vivían repartidos en pequeñas casas de madera.
A esa debilidad que en el 1983 era de tipo económico y el en 1992 era de tipo tecnológico o técnico, se le da el nombre de vulnerabilidad. Sí en el 83 Felipe hubiera necesitado una operación urgente, esa situación se habría convertido en un desastre, porque él no contaba con la capacidad económica para enfrentarla. Pero paradójicamente, esa misma prosperidad económica determinó que en el 1992 Felipe quedara más expuesto y fuera más vulnerable frente a los terremotos.
Así mismo, cuando Felipe era un hombre pobre que apenas tenía en los bolsillos lo del diario, la posibilidad de que alguien lo amenazara con intención de sacarle dinero o de hacerlo correr del negocio, era mínima. En cambio, al convertirse en un hombre prospero, al mismo tiempo se volvió vulnerable frente a ese tipo de amenaza, los terremotos.
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