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¡Gabo, Nobel de América!

La mañana del pasado 6 de Abril cuando saliste al portal 144 de la calle fuego del barrio San Miguel, en el DF, atraído por el mariachi y los amigos que celebraban tu cumpleaños, ya no eras tú; no era, ni Gabriel García Marques, ni el Gabo, ni el hijo del telegrafista de Aracataca, fue a otro que sedujeron las notas de "Las mañanitas del rey david"; saliste sin saberlo, oteando en la distancia sin tiempo como a quien le atrae el Olor de la guayaba...

la sirena de un barco que nunca trae lo esperado, el alboroto de las gallinas del patio, el estruendo de los cachivaches de gitanos, la parranda de borrachos, el lejano rumor de un diluvio proverbial y el ruido obstinado de menudos instrumentos que no servirán nunca. Se notó que dos prendas y elementos indispensables en la totalidad de tu obra, el Poder y la Soledad, también te habían abandonado; la ausencia del poder de tu mente prodigiosa para saber quiénes y por qué te idolatraban a tu puerta, el poder de demostrar tus emociones por los actos sencillos, y la soledad por no saber quien eras tú mismo, quien estaba allí, impecable, sonriente, con su eterna flor amarilla, si un remedo de tu propia persona o uno de tus más tristes personajes. ¡Ahora que ha muerto el hombre, empieza a vivir el mito y la leyenda! Fíjate Gabo las cosas que provocas aun estando muerto, como zarandeas el azar y el juicio, con tu último aliento, tembló la tierra en el estado guerrero, ósea, en la playa de Acapulco done tumbado en la arena junto a Mercedes fraguaste las primeras líneas de Cien años de Soledad, qué es esto si no lo Real y lo Maravilloso.Gabo coño, hijo e puta, me has dejado triste, muy triste, afectado, en orfandad de ánimo, compungido, sólo y en una inestable sensación de vacío, pero a la vez, convencido de tener que ser más mundano, más bohemio, menos creyente, más rumbero, menos decente, más nómada, menos sedentario, más irreverente, menos pendejo y más lucido para ser más libre y más sabio; estoy dolido y apenado porque ¡Macondo está de luto!.

Vete sonriendo, burlesco, jocoso y jodiendo a tu Macondo cualquiera, aun Aracataca en el cielo; vete pícaro y obsceno con tu bigote mojado de aguardiente, con tu camisa abierta y despeinado por tu última batalla de amor.

Vete lejos y para siempre en tu tren amarillo lleno de bananas, calderos, gallinas, espuelas, mariposas, diluvios, naranjas, piedras de colores, botas desgastadas, guayabas, tijeras, plátanos, cuadernos, cencerros, relojes, tinajas, limones, armarios, canciones, pistolas y besos, frijoles y hambre, lámparas y sueños. Allá, en el páramo infinito que ahora habitas Gabo, en la larga noche cósmica que te aguarda, como quien espera aun compadre para echar cuentos, desgranar maíz o jugar gallos, serán tus ojos de buey dos astros luminosos para seguir viendo el ruidoso espectáculo de este mundo desde arriba, tus manos, racimos de estrellas agrupadas que orienten la pluma del joven escritor hacia el tintero que dejaste abierto en la noche cualquiera de la tierra junto a la lumbre de tu herencia común para toda la humanidad, tu sonrisa, una línea infinita de sonidos extraños en el espacio ignoto del universo que juegan a hacerse cuentos y leyendas sin lectores, tus sueños, rincón impreciso de un tajo de cielo desde el que mires y evoques a Aracataca en Colombia, porque el otro, el que inventaste, lleno de putas tistes, coroneles, jubilados, perros de ojos azules, niñas cándidas, abuelas desalmadas, amores y cóleras, viajes clandestinos, olores de guayabas, muertes anunciadas, locos geniales, sabios retraídos, grandes funerales, niños con rabos, camas voladoras y hielos que queman, se llama Macondo, un lugar cualquiera en el mundo y allá lo habitaras tu.

Metiste el mundo mágico en el real, lo sobrenatural en el convencional y aparecieron espejos que reflejaban todo menos lo que tenían en frente, hombres toscos y descomunales que comían por todo una comarca, gallinas que ponían huevos gigantes y planetarios, imanes que arrastraban barcos, mujeres con bigotes y adivinas, cabellos que crecían muerto el cuerpo, niños más grandes que sus padres; pensaste desde la hipérbole y el exceso terrible todo lo que habito en la tierra, peor, te inventaste lo que no existía. Ante ti, la creación divina es un espectáculo menor, un breve sainete de nadie, un entremés para luego seguir tejiendo el mundo o mejor, una estafa de la creación.

Te esperan tus cómplices y amigos para hacer un avatar del mundo en el más allá,(amigo, amistad, la palabra que más defendiste), te aguadan a que llegues vestido de Liqui-liqui, modestia y pobreza de campesino, del que fue así a aceptar el nobel, porque siempre recordaste que no fuiste más que el hijo del telegrafista de tu pueblo, te ven llegar: Carlos Fuentes que como un Gringo Viejo, te espera en una Región Más Transparente que el oscuro pasadizo de la muerte, Álvaro Mutis, con sus Relatos de mar y tierra, José María Pérez Gay, Juan Gelman, con sus Poesías Reunidas para ti y José Emilio Pacheco, que sabía que te esperaría junto al silencio de la luna Tarde o Temprano. ¡Saludos a Aureliano B, Úrsula I, Santiago Nasar, florentino A, Fermina D, Petra Cotes, José Arcadio, a la Viuda de Montiel, al Patriarca y al Coronel, feliz viaje en tus próximos Cien años de Soledad!.
Gracias por intentar dese tu pluma, tu genio y tu humor hacer el mundo más justo y mejor, los oprimidos de siempre te lo agradecen, quizás recordando lo que dijiste en el Otoño del Patriarca "El día que la mierda tenga valor, los pobres nacerán sin culo"

¡Gabo, Nobel de América!

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