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La unidad como el amor, sin límites ni reservas

Semanas atrás, en el marco de una reunión del Comité Político, Franklin Almeyda Rancier denunció que se ha montado una campaña de descrédito contra el presidente Danilo Medina. Un colega suyo le espetó: "esa campaña la encabeza usted, compañero Franklin."

Es que Almeyda deja ver el refajo con facilidad, y no le importa. Con su estela de controversia se afana en poner piedras en el camino a quienes se supone son danilistas en Santiago, provincia a la cual concentra su actividad pública en la coyuntura actual.

Su misión es cobrarle a Julio César Valentín lo que él considera una traición grupal. El senador por Santiago votó en contra de la reelección de Medina en la dramática reunión del CP en Juan Dolio. Pero al perder, y después de noches de insomnio, asumió lo que ordenan los estatutos del partido y el sentido común.

Fue entonces cuando Valentín se envalentonó y declaró: "Yo me acojo al centralismo democrático, metodología que aprendí desde que llegué al PLD. El centralismo democrático establece que la minoría se subordina a la mayoría... el CP acordó por mayoría apoyar la reelección del presidente Medina Sánchez. Esa es la decisión del partido y yo soy, antes que cualquier otra cosa, un dirigente del partido."

Pero Almeyda no es un galante de la política y, por tanto, no perdona eso. Dice que Valentín ya no es confiable para Leonel Fernández. Que Leonel Fernández tiene que poner en claro si quiere o no a Valentín como candidato a senador por Santiago.

Ese es el contexto y el pretexto del lanzamiento de la candidatura a alcalde de Abel Martínez. Es decir, el puesto que con ardor realmente ansía es el de senador. Nada más y nada menos quiere la cabeza de Julio César Valentín ¿No se han dado cuenta de que su campaña repite con insistencia que es el líder más popular, no sólo en el municipio, sino en la provincia?

De modo que Franklin Almeyda deviene en una suerte de quinta columna en Santiago. Papel que sirve de acicate a Abel Martínez y, por extensión, al leonelismo local.

Y por esa misma lógica se entiende la campaña soterrada de Abel promoviéndose como el salvador del PLD. "Sólo con él se gana", "Abel es el más popular en la provincia", etc.

Recuérdese que primero sus aspiraciones se encumbraban a la vice-presidencia.  Y al no encontrar coro, las orientó a ser senador. No le importó que es una candidatura reservada, puesto que la senaduría la considera de su grupo y no del ocupante de manera personal. Por eso decidió lanzar su candidatura a alcalde, porque entiende que competir con Monchy Rodríguez le metería presión al Presidente Medina.

La estratagema luce simplista. Se trata de tensarle la cuerda a Monchy Rodríguez, un cuadro histórico del danilismo, para obligar a Danilo a negociar con Abel. El argumento de los leonelistas también es baladí: que Danilo Medina no puede tener a los dos candidatos a las dos principales posiciones en la provincia.

Concretamente, están sacando a Valentín de su grupo y, con serrucho afilado, poniéndolo en las filas de Danilo Medina. Más claro de ahí ni el agua.

Entre tanto, Ramón Ventura Camejo, uno de los santiagueros miembros del CP, se planteó mediar entre Abel y Monchy. Justo lo que aspiraba Abel.

El propósito de la mediación de Camejo sería la de garantizar la unidad del PLD en Santiago. Pero "unidad, unidad, unidad..." es el mantra preferido de los políticos de todas partes.

En la política criolla cuando un político aboga por la unidad, lo que está pidiendo es que se unan a él. Piden, como el amor, una entrega sin límites ni reservas.

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