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Hambre, desigualdad y oportunidad

Todavía está muy fresca en mi memoria la imagen de aquel profe explicando que la igualdad matemática “es la proposición de equivalencia existente entre dos expresiones algebraicas conectadas a través de dos segmentos de recta horizontales y paralelos (signo =), como indicativo de que ambas expresan el mismo valor”.

Después intentó alguien hacerme entender que, entre los seres humanos, unos somos más iguales que otros. Desde ese momento comenzó un problema que todavía espera solución.

Ahora renuevo mi deseo de encontrar respuesta, de resolverlo, a propósito de que cada 16 de octubre, desde 1979, es la fecha en que se conmemora el Día Mundial de la Alimentación.

Se trata de una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con el objetivo de disminuir el hambre en el mundo. Este propósito ha sido renovado por la Agenda 2030, de Naciones Unidas, con su meta “hambre cero”.

Para este 2020 se hace un llamamiento mundial a la solidaridad para conseguir que los alimentos saludables lleguen a todos los rincones del planeta. Como es lógico entender, la crisis provocada por la pandemia de moda orienta el énfasis de la campaña hacia los lugares más desfavorecidos y que han resultado más afectados.

Otro componente clave de cara al Día Mundial de la Alimentación 2020 es rendir un homenaje a los “Héroes de la Alimentación” de todo el mundo, en alusión a quienes plantan, cultivan, pescan o transportan los alimentos. Por ello se ha escogido como lema para este año "Cultivar, nutrir, preservar. Juntos".

Retomo el reto de aquella vieja explicación porque sigo encontrando que no somos tan iguales ante situaciones como el real impacto del hambre en el mundo y el particular trastorno provocado por la pandemia Covid-19. Pues Covid-19 ya ha cobrado la vida a más de un millón de personas (un poco menos que las muertes provocadas por enfermedades diarreicas en el año 2016), según el informe mundial sobre las crisis alimentarias 2019.

En un documento conjunto, la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y el Programa Mundial de Alimentos han revelado que “alrededor de 113 millones de personas en 53 países experimentaron inseguridad alimentaria aguda en 2018”.

Siguen las desigualdades. Mientras Covid-19 es un tema de hace menos de un año, lo del hambre ya lleva un record odioso. Dicen los referidos organismos mundiales que el 2018 fue “el tercer año consecutivo en que esa categoría máxima de la crisis alimentaria se sitúa por encima de los cien millones de personas”. Y también lo es para “los altos niveles de desnutrición aguda en los niños que viven en situaciones de emergencia”, según se reseña en el informe.

¿Cuál es, entonces, la diferencia? El contraste podría estar en que la pandemia de moda le puede tocar a cualquiera que simplemente respire. De hecho, ha tocado a jefes de gobierno del denominado primer mundo. Pero los ocho países más afectados por crisis alimentaria son Afganistán, Etiopía, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen.

Pero no vayamos a pensar que se trata de eso a lo que decimos “que por allá llegue y aquí no pegue”. Porque más de cuatro de los 113 millones de personas que sufren hambre en el mundo viven en América Latina. De esos seres humanos, la mitad está en el lado oeste de nuestra isla, sufriendo inseguridad alimentaria aguda.

Por fortuna, ya vamos encontrando innovadores que iniciaron como pioneros y se van convirtiendo en referentes. Hay quienes ya entienden muy bien que para poder continuar necesitamos operar con reales criterios de sustentabilidad.

Ellos también entienden que la verdadera comunicación implica conexión. Y hasta asumen pasar del dicho al hecho. Por eso, para no quedarse en pura teoría, lo traducen así: Entre el interés particular y el interés general hay una zona en común que se llama valor compartido. Con esto conecta la FAO cuando invita a "Cultivar, nutrir, preservar. Juntos".

Entonces una de dos: entendemos y aplicamos valor compartido, o alguien podría encontrar una fórmula -quizás muy riesgosa- para esclarecer aquellos problemas con la igualdad.

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