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Agricultura urbana

Ramón Bienvenido Ramírez Vásquez. Ramón Bienvenido Ramírez Vásquez.

A partir del año 1980 la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), definió su importancia en múltiples vertientes socioeconómicas.

La FAO en aquella ocasión proyectó con una fina visión holística el deprimente escenario que hoy sacude a los pueblos: gestión alimenticia, gestión ambiental, gestión de residuos, y expansión demográfica.

En países con enormes extensiones geográficas como España, Estados Unidos, y Colombia la agricultura urbana es una realidad con amplio impacto social. Lo mismo ocurre en Cuba, guardando distancia en la proporción de terrenos; Incluso, ya en Ámsterdam, como capital de los Países Bajos, se celebran grandes eventos que incentivan su desarrollo.

Vista esa panorámica mundial muy resumida, es para que los dominicanos pensemos en ampliar la cobertura de producción agropecuaria en todos los espacios públicos disponibles. Incluyendo Asociaciones de Vecinos dispuestos a instalar pequeños huertos urbanos.

Me preocupa que de los 48,442 kilómetros cuadrados del territorio de la media isla, los terrenos llanos periurbanos estén ocupados por vertederos, mientras los más altos donde están nuestras cuencas hidrográficas, sean asentamientos de extranjeros haitianos. Una realidad en las montañas de la provincia Hato Mayor, por sólo comentar un caso palpable.

Aunque el párrafo anterior luzca distante de la temática, no lo es. Todo lo contrario. Ilustra las grandes amenazas a que somos sometidos en materia de agua, contaminación y degradación de suelos.

La agricultura Urbana como alternativa vinculante a las políticas públicas, resuelve y minimiza el acelerado impacto ambiental que drena la calidad del dominicano. Pero más allá del alcance económico a nivel familiar, también conecta afectivamente a los barrios ociosos en busca de empleos oficiales que nunca llegan.

A través de la Agricultura Urbana también se trabaja la agricultura regenerativa. Una opción sencilla de abonar los suelos a partir de la biomasa que la misma población va generando. Es decir, todo bajo un esquema de Economía Circular.

En ese sentido, creo que el gobierno podría desarrollar un amplio programa, tomando como epicentro los centros educativos públicos y privados, basado en un enfoque integral: académico, ambiental, cultural, social, y económico.

Esa supraindicada estrategia, podría también incentivar hacia el futuro estudio de la carrera de agronomía, cuyos profesionales estamos en acelerada vía de extinción.

Por consiguiente, la idea procura llamar la atención, repensar, y evaluar en perspectiva cómo podríamos aprovechar holísticamente los espacios marginales de las ciudades. Conjugando políticas públicas y comunidades. Sobretodo, en enclaves urbanos de extrema vulnerabilidad socioeconómica.

Finalmente, desde la construcción de la estrategia en el Máster Plan, bastaría con apoyarse en las Alcaldías, las Iglesias, los Clubes, y las Juntas de Vecinos. Sirviendo el Ministerio de Educación como eje transversal en la gestión logística, en coordinación con el Fondo Especial para el Desarrollo Agropecuario, FEDA, como garante técnico y logístico.

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