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Haití en prosas

Ramón Bienvenido Ramírez Vásquez. Ramón Bienvenido Ramírez Vásquez.

Desde el extremo Oeste insular que los irriga, ruge el mar embravecido. Rompiendo farallones de corales muertos. Justo ahí, donde las anclas piratas depredaron hasta la fe ahogada en el Masacre moribundo.

Desde el Este menos obtuso la patria luce alérgica en sus apegos, legitimando con tesón su heredad mil veces redimida. Paciente, hospitalaria, y con pezones advenedizos.

Quisqueya es un pájaro con dos alas diferentes en medio del Gran Caribe, eso siempre se ha dicho. Un ave difícil de lidiar, por la génesis de sus plumajes, y la antropía de cada nicho ecológico.

Haití como nación luce como un dembow en el concierto de naciones. Sin ninguna nominación capaz de repensar sus letras con impacto social. Su himno vaga, y su bandera sopla vientos turbulentos.

Luce huérfana Haití, pero no su prole. Ésos que con ahínco saltan fronteras. Como debe ser. Porque la necesidad obliga a posponer el patriotismo.

Jamás había sido tan difícil el panorama para el vecino más vulnerable de toda América. Sin fe, esperanza, ni dioses que broten en medio del gagá o el vudú preñado de hechizo.

El celo patriótico del dominicano fibrila con legítimo celo. Porque el piojillo de la ala opuesta, automáticamente drena todo el plumaje.

El remedio que demanda ésa nación no es cuestión de tuatúa ni rompe saragúy. Tampoco de yantén ni juana la blanca. Demanda un sumo con todos los oréganos y aceite de recino. Hasta que vomiten el pujo de ésos políticos enfermos.

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