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“El vendedor de arte”

El vendedor de arte de Marcel Fondeur. El vendedor de arte de Marcel Fondeur.

El título de la película de Marcel Fondeur no es vendedor de cuadros ni de pinturas, y es que cuando un ser humano reifica su pensar en una obra de arte deja parte de su esencia, de sí mismo. El artista es capaz de sintetizar la cotidianidad para legarnos su versión de "la construcción social de la realidad”. El arte de un niño, el que colgamos en la nevera, lo valoramos porque lo interpretamos como su genuina expresión de lo importante en su entorno, de su realidad.

La película toca el edadismo (discriminación contra los mayores de edad) a través de su personaje principal. Mediante el technique du dépaysement nos recuerda la ansiedad de adultos mayores profesionalmente exitosos “en su época”, con una visión tradicional buscando ser relevantes. El artista descubre su autenticidad heidergiana cuando combinando lo mejor de lo tradicional y lo moderno, pone su corazón en el pincel para construir su obra maestra como símbolo de expiación en un intento de redención.

Retado por un joven que le pica su orgullo propio, llega a entender que no tiene porqué ponerse al lado sino que su experiencia debe conectar con una generación que digitalmente clama por un propósito ulterior.

Marcel es un ingeniero industrial que llega a la cúspide de su carrera porque entiende que con el arte el tiempo estándar se reduce con el discurrir de los años, los therbligs se perciben en los detalles, la efectividad se maximiza con la edad, y el producto más complejo es un mensaje bien elaborado que logra transformar-agregar valor a la materia prima con más potencial en el planeta: la mente humana.

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