La Marcha en Friusa
- Escrito por Pavel De Camps Vargas
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- Publicado en Opinión
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Este domingo 30 de marzo, un día glorioso para los dominicanos, ya que conmemoramos la Batalla de Santiago, para los dominicanos no es sólo un momento que se conmemora una gesta heroica del pasado. En un día que nueva vez saldremos, otra vez, a librar una nueva batalla. Esta vez en el corazón del Hoyo de Friusa, donde la soberanía dominicana enfrenta uno de sus desafíos más crudos y descarados.
180 años después, la lucha continúa
El 30 de marzo de 1844, el general José María Imbert lideró a los patriotas dominicanos en una victoria decisiva contra el ejército haitiano. Fue una demostración de valor, de determinación, de amor por la tierra y por la libertad. Hoy, esa misma sangre corre por las venas de quienes, con paso firme, alzan la voz en defensa de la nación. Porque Friusa no es solo un barrio, ni una mancha en el mapa turístico de Bávaro: Friusa es el campo de batalla de una independencia que aún se defiende día a día.
La masiva presencia de ciudadanos haitianos indocumentados en esta zona no es un fenómeno espontáneo. Es el resultado de años de permisividad, complicidad política y abandono estatal. Friusa ha sido secuestrada por el caos, convertida en tierra de nadie. Y ahora, como si fuera poco, algunos pretenden que los dominicanos pidan permiso para defender lo que es suyo.
La patria no se negocia
Esta marcha no es un simple acto de protesta. Es un acto de reafirmación nacional, un grito que retumba en los corazones de los que aman esta tierra con pasión. Es el eco moderno del trabucazo, del machete redentor, del ideal de Duarte y de los restauradores.
La Antigua Orden Dominicana, junto a valientes ciudadanos y organizaciones como “La Nación en Marcha”, han asumido el deber que otros han evadido: despertar la conciencia nacional, exigir orden migratorio, defender la dominicanidad. Porque no hay patria sin identidad, ni soberanía sin control de territorio.
Las palabras duelen menos que los hechos. El abandono de Friusa por parte del Estado, la negligencia de los gobiernos y la presión internacional que nos quiere imponer una carga histórica ajena, son una puñalada a la dignidad nacional. La República Dominicana no es ni será jamás el patio trasero de Haití. Aquí no cabe el silencio cómplice, ni la cobardía institucional. Aquí se habla con firmeza, porque callar es traicionar.
Entre la prudencia y la verdad
Muchos han intentado disfrazar esta marcha de "xenofobia". Nada más alejado de la verdad. No se trata de odio, sino de amor propio. Debemos exigir que nuestras escuelas no colapsen, que nuestros hospitales no sean desbordados, que nuestras leyes sean respetadas, y que nuestros niños crezcan en una nación que sepa quién es, de dónde viene y hacia dónde va.
Es fácil hablar de “derechos humanos” desde un despacho con aire acondicionado. Es fácil pedir “prudencia” mientras Friusa arde entre la inseguridad, la ilegalidad y el descontrol. Pero los que viven allí no pueden seguir esperando. Y el pueblo dominicano, cansado del juego político y la hipocresía internacional, ha dicho: ¡Basta ya!
Una nueva generación de patriotas
Hoy, como ayer, hay hombres y mujeres dispuestos a dar la cara. Comunicadores valientes, líderes comunitarios, jóvenes nacionalistas y ciudadanos comunes se unen en esta marcha histórica. Una gran cantidad de dominicanos y dominicanas han decidido no quedarse callados.
No importa el costo político, el descrédito mediático o la amenaza de ser censurados. Porque cuando la patria llama, el alma responde. Esta marcha es el renacer del patriotismo. Es la demostración de que los dominicanos están despiertos, de pie, organizados y listos.
El mensaje es claro: ¡La patria se respeta!
Este domingo 30 de marzo, mientras recordamos aquella gesta inmortal de 1844, le decimos al mundo que los dominicanos no claudican. Que seguimos siendo un pueblo bravo, digno, soberano. Y que cada centímetro de esta tierra se defenderá con firmeza.
La marcha hacia Friusa no es una provocación. Es una advertencia. Un “hasta aquí” a la inacción estatal, a las agendas extranjeras, y a la intención absurda de convertirnos en lo que no somos.
¡Dios, Patria y Libertad!
Hoy más que nunca, esas tres palabras son nuestra guía, nuestra razón, nuestra bandera.
Este domingo, la historia se vuelve a escribir.
Y como en 1844, la victoria será del pueblo dominicano.
Imágenes realizadas con IA, suministradas por el autor.