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El juicio no será al dueño: será a todos nosotros

Andres Alejandro Aybar Baez. Andres Alejandro Aybar Baez.

En medio del dolor provocado por la tragedia ocurrida en el club nocturno Jet Set, donde el colapso del techo dejó víctimas, heridos y un país entero en estado de conmoción, una frase que escuché en un grupo de WhatsApp me estremeció: “El juicio no será al propietario, será a todos nosotros”. Y es que, en esa afirmación sencilla, se esconde la verdad más incómoda que debemos enfrentar: todos somos responsables, de una manera u otra.

El techo no cayó solo por una falla técnica. Cayó por la acumulación de negligencias, por las inspecciones que nunca se hicieron, por los permisos que se otorgan sin verificar, por las remodelaciones sin supervisión, por la ausencia de mantenimiento y por una cultura donde lo provisional se convierte en permanente. Cayó porque como sociedad hemos normalizado el riesgo, la chapucería y el “eso aguanta”.

¿Quién revisó la integridad estructural del local tras décadas de uso continuo? ¿Quién aprobó modificaciones sin planos ni estudios serios? ¿Dónde estaban los ingenieros municipales, los organismos de control, los ayuntamientos, los bomberos? ¿Y nosotros, como ciudadanos, cuántas veces hemos asistido a lugares que claramente no cumplen con normas mínimas de seguridad y lo hemos visto como algo normal?

No se trata solo de un dueño. Se trata de un sistema donde muchos miran hacia otro lado mientras el lucro y la apariencia se imponen sobre la vida y la legalidad. Donde los contratistas a veces construyen sin ética, los clientes exigen lo estético sin preguntar por lo seguro, y las autoridades —corrompidas o indiferentes— validan con su silencio.

El juicio moral, por tanto, no puede limitarse a una persona o una empresa. Debe ser colectivo. Cada quien, desde su trinchera, ha contribuido al deterioro de una estructura más grande que la que se desplomó: la estructura social del “déjalo así”, del “eso no pasa nada”, del “eso no es mi problema”.

Hoy lloramos, mañana buscaremos culpables. Pero si no asumimos que esta tragedia nos pertenece a todos, solo será cuestión de tiempo para que otra losa —física o simbólica— vuelva a caernos encima.

Ojalá que esta vez el dolor se transforme en conciencia, y la conciencia en acción.

 

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