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La masacre del Pereril

El 2 de octubre de 1937 Trujillo acudió a un baile en su honor en la provincia de Dajabón y allí emitió unas frases fuertemente antihaitianas, acusando a los inmigrantes haitianos de robar ganado y cosechas, además de depredar los medios de vida de los dominicanos, para anunciar luego que "remediaría el problema".

Lamentablemente el pueblo dominicanao y el pueblo haitiano pagamos las consecuencias que dejaron las herídas creadas por las dictaduras dominicana y haitiana, y es importante entender que cuando se está bajo una dictadura no actúa un pueblo, sino el capricho de una persona. La incapacidad de manejar el Estado, lleva a los gobernantes a tomar medidas retrógradas y salvajes.

Por Luis Armando Cordero

Hace 75 años la frontera entre Haití y la República Dominicana fue el escenario de una masacre que, aunque ha formado parte durante mucho tiempo del imaginario colectivo haitiano, era desconocida para el resto del mundo. El episodio se bautizó como la "masacre del perejil", porque los soldados y policias dominicanos llevaban una rama de perejil y le preguntaban a los sospechosos de ser haitianos que pronunciasen dicha palabra. A aquellos que tenían como lengua materna el criollo haitiano les resultaba difícil, un error que les podía costar la vida. Ver video: https://www.youtube.com/watch?v=8BwdYsuDd0M

Sobre 17,000 haitianos - algunos historiadores calculan que fueron más de 20,000- perdieron la vida incluyendo hombres, mujeres, ancianos y niños de todas las edades en este plan genocida perpetrado del 2 al 8 de octubre de 1937 por orden del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, para erradicar a todos los pobladores de origen haitiano que residían en territorio dominicano, particularmente en las fincas agrícolas a lo largo de la frontera. Los cuerpos fueron arrojados en el Río Masacre, ominosamente bautizado así por una antigua disputa colonial entre España y Francia.

El dictador Trujillo era un sincero creyente en el antihaitianismo dentro de República Dominicana recelando que la numerosa cantidad de peones agrícolas haitianos significase la pérdida de empleos para los campesinos dominicanos y la consiguiente impopularidad del gobierno, además de generar áreas rurales fronterizas donde la fusión de haitianos y dominicanos facilitara en exceso el cruce de la frontera mutua y privase al fisco de República Dominicana de ganar recursos mediante los impuestos y aduanas.

El 2 de octubre de 1937 Trujillo acudió a un baile en su honor en la provincia de Dajabón y allí emitió unas frases fuertemente antihaitianas, acusando a los inmigrantes haitianos de robar ganado y cosechas, además de depredar los medios de vida de los dominicanos, para anunciar luego que "remediaría el problema".

Al día siguiente, bajo ordenes de Trujillo, la policía dominicana acudió a las fincas agrícolas y a las aldeas donde se hallasen migrantes haitianos, identificándolos con el presunto fin de expulsarlos de República Dominicana, pero en realidad tras el procedimiento de identificación los individuos de origen haitiano eran reunidos en sitios apartados y allí caían asesinados por la policía dominicana usando pistolas, fusiles, machetes, cuchillos y hachas, sin discriminar entre hombres, mujeres, niños o ancianos.

Al percibirse el engaño practicado por policías y soldados dominicanos, los civiles haitianos se lanzaron a huir desesperadamente hacia la frontera, pero Trujillo ordenó que sus tropas les impidieran la fuga y los asesinaran allí donde fueran encontrados. Inclusive, en cumplimiento de las ordenes del dictador, soldados dominicanos inutilizaron un puente sobre el río Artibonito para cerrar el paso a los haitianos que huían y así continuar las matanzas.

Las masacres de haitianos fueron ejecutadas no sólo por policias y soldados, sino inclusive con apoyo de alcaldes Terraterrientes, y civiles dominicanos que se ofrecían voluntariamente para asesinar inmigrantes con todos los medios a su alcance, influyendo en ello tanto el temor a desobedecer las ordenes del brutal Rafael Trujillo como la aversión y miedo de las masas dominicanas hacia los haitianos. Sólo fueron exceptuados de la matanza generalizada los haitianos que prestaban servicio en las grandes fincas controladas por empresas estadounidenses, en tanto éstas se negaron a perder a sus trabajadores haitianos casi esclavizados.

El dictador Rafael Leónidas Trujillo no midió las consecuencias de la matanza de haitianos en 1937, no se arrepintió de ese hecho, ni tampoco terminó de pagar una indemnización de US$250,000 que acordó con el presidente de Haití, Stenio Vincent, por haber cometido semejante barbarie.http://www.hoy.com.do/el-pais/2008/10/10/250802/print

Hay una discusión que no se cierra en República Dominicana sobre qué participación tuvo su pueblo en la masacre. Algunos historiadores sostienen que es un contrasentido histórico que los dominicanos se sientan culpables o que abriguen miedo, lo que solo sería una distorsión, sembrada a propósito por los esbirros de la tiranía. "No fueron los dominicanos los que lo hicieron sino Trujillo y sus matones". Otros, sin embargo, recuerdan el racismo de las élites dominicanas de la época, que se extendía a la clase media y aun a las masas, que despreciaba a los haitianos por ser negros y por ser pobres, lo que les hacía aceptar condiciones casi de esclavitud en los ingenios azucareros.

Fuentes de internet:

http://www.museodelaresistencia.org/

http://lialdia.com/

https://www.youtube.com/

http://www.hoy.com.do/

http://lialdia.com/

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