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Esopo, el contrato leonino y Macondo

En una fábula de Esopo, uno de los más grandes escritores de la Grecia antigua, maestro en  manejar acertadamente el género irónico, se relata una curiosa historia en la que se reúnen un león, una vaca, una cabra y una oveja para ir a cazar en los montes y repartirse fraternalmente lo que pudieran obtener.

La presa obtenida fue una hermosa cierva, y tal como estaba previsto la dividieron en cuatro partes iguales. El  león tomó la palabra y dijo: la primera es para mí, porque soy el león, la segunda me pertenece porque soy el más fuerte, la tercera también será mía porque he trabajado más que todos, y si alguien me disputa la cuarta, tendrá que habérselas conmigo.

La moraleja que Esopo quiso dejar es que cuando se tiene la honradez de la vaca, la inocencia de la cabra y la mansedumbre de la oveja, no se deben formar sociedades con los leones. De ahí el término leonino cuando los contratos son mucho más beneficiosos para un socio que para el otro.

Creemos que esta fábula viene como anillo al dedo para explicar, de manera bastante análoga, el contrato que se llevó a cabo en el gobierno pasado para la concesión de la extracción del oro de nuestro país, así como de otros recursos que si bien son menos valiosos, no dejan de ser importantes para la contribución a su desarrollo. Veamos.

Las cuatro tajadas del mismo son para el león. La primera, porque es el rey de la minería a escala mundial, con explotaciones de enorme envergadura en múltiples países de dónde obtiene pingues beneficios. La segunda, porque es más fuerte en poder y tiene más billetes verdes y de todos los colores que muchos de los banco centrales e instituciones financieras juntas ,de los países y paisitos donde está operando.

La tercera, porque ellos hacen más trabajo que los demás, desde las prospecciones, la instalación de las maquinarias, los procesos técnicos y químicos, y los ingentes recursos económicos que se necesitan para la obtención de tan preciado metal.

Y la cuarta, porque si alguien se la disputa, como parece estar dispuesto a hacerlo el gobierno dominicano en estos momentos a instancias de las presiones populares y mediáticas, se las habrá de entender con ellos, que poseen poderosas influencias políticas y económicas capaces de doblarle el pulso a cualquier nación bananera, creando enojosos conflictos internacionales en los que los más chiquitos suelen perder.

Lo único en que se diferencia este contrato con la fábula de Esopo es, que en este caso, el león le deja a sus socios apenas un par de costillas, medio roídas, de las que no se sacan suficiente carne ni para hacer una barbacoa de patio.

También se diferencia en que, salvo una escasa docena de muy loables excepciones que merecen ser recordadas, la parte contratante local no estuvo compuesta por vacas honradas, cabras inocentes y ovejas mansas, sino otro tipo de fauna mucho más enfocada en sus intereses que en el bien general del país.

¿Lo de Macondo? Pues verán, hace unos días cuando el actual Presidente dominicano defendía los recursos naturales no renovables y anunciaba públicamente una posible revisión del contrato, los ciento y tantos legisladores que aprobaron en su día y "diunavé" ese contrato tan lesivo para los dominicanos, aplaudían sus palabras sin mostrar el menor sonrojo en sus caras.

Y no sólo eso, sino que el principal responsable de de ese " toyo" tan monumental y leonino,  felicitaba él mismo al primer mandatario por tan valiente decisión. Díganme ustedes si esto no es algo digno de suceder en Macondo y, cómo no, de este país hermanado en lo absurdo, dónde pasan cosas tan increíbles que asombrarían al mismísimo García Márquez.

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