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El Carnet para el Habitante Fronterizo

La previsión en la ley migración de la Republica Dominicana 285-04 relativa al "habitante fronterizo" es uno de los tantos aportes de las consultas que se dieron con la sociedad civil en el proceso de elaboración del instrumento legal hace más de una década. Se lamenta que la versión final de la ley no haya tomado en cuenta significativas consideraciones que resultan hoy en limitaciones al alcance de tan importante aspecto de la vida transfronteriza.

La adopción de una fórmula legal, como se practica en otros países fronterizos, era necesaria para regularizar el cruce más bien peatonal entre habitantes de esa región afectados por un alto grado de pobreza que le dificulta a la gran mayoría cumplir con los requisitos de un pasaporte, una visa y el pago de impuestos de salida o entrada para ingresar en uno o el otro territorio.

El costo legal de un primer viaje entre los dos países sube alrededor de US$ 200 o RD$ 8,400. El pasaporte haitiano, con 16 menos que el dominicano, tiene 28 páginas hábiles para visas y sellos de entrada y salida. Usándolo a diario el portador debería cambiar de libreta cada mes y medio. La figura del "Habitante fronterizo" al proveer un carnet especial con datos biométricos elimina esas obligaciones. Sin embargo, exige que sea para una estancia de menos de 12 horas, en el horario de apertura y cierre del puesto fronterizo correspondiente.

Lugareños de unas 18 comunidades haitianas de los 388 km de frontera limítrofes con el territorio dominicano, podrán ser beneficiados por esta facilidad, restringida su movilidad toda vez, a las provincias de Pedernales, Independencia, Elías Pina, Dajabón y Montecristi. Siempre y cuando los beneficiarios y beneficiarias tengan un documento válido de su país y viajen en asuntos no laborales. El reglamento indica que deben ser actividades "licitas y productivas". Así el empleo de jornaleros haitianos ha sido prohibido para los pequeños productores agrícolas.

Los intercambios entre las comunidades fronterizas no se restringen al comercio ni a las faenas agrícolas. Hay un constante "va et vient" para actividades religiosas, sociales, familiares, académicas, culturales, deportivas y de salud. Pero no tan solo el movimiento frecuente de pacientes haitianos/as hacia hospitales o centros de salud dominicanos, sino también dominicanos que aprovechan de la presencia de especialistas cubanos trabajando en Haití cuando estos se encuentran en la región.

De lo anterior se desprenden varias limitaciones. La prohibición que afecta a los pequeños productores dominicanos de usar la mano de obra haitiana transfronteriza en campos que han sufrido fuertes migraciones internas donde la producción depende del trabajo de jornaleros haitianos; la supresión de hecho de viajes a Haití en las mismas condiciones para los dominicanos y dominicanas de la misma región al no realizarse una coordinación o acuerdo con el gobierno haitiano; la exclusión de dichas facilidades de haitianos asentados en la parte dominicana de la frontera o la situacion particular de estudiantes que se quedan la semana para evitar los gastos de viaje diarios.

Fuera de los canales oficiales, hasta ahora el cruce transfronterizo se resuelve de dos formas. El peaje cobrado mayormente por militares del lado dominicano y policías del lado haitiano. Lo cual alimenta el tráfico de personas. También, sin la documentación legal, en un marco informal, pero de reciprocidad acordada entre los responsables locales de las dependencias oficiales.

Ese último mecanismo es visto como práctica de buena vecindad y cooperación. Por lo que cuando se rompe se dan malestares, a veces debido a las instrucciones desde una de las capitales de la isla o exceso de celos de algún nuevo funcionario. Para ilustrarlo, en ese espíritu, es "anormal" que un síndico fronterizo dominicano tenga que buscar una visa o un pasaporte para viajar a Haití. Viceversa. Aun tratándose de otros notables de las comunidades fronterizas.

Ciertamente es un buen paso lo del "habitante fronterizo". Empero, su entrada en vigencia, extrañamente más diligente que las miles de solicitudes de ciudadanos haitianos que esperan en la Dirección General de Migración desde el 2010, debe ser tomado como un ensayo para un profundo análisis en el marco de los trabajos de la Comisión Mixta Bilateral y lograr un convenio bilateral sobre cruce fronterizo que amplíe su alcance y que beneficie a haitianos/as y dominicanos/as.

*El autor es sacerdote anglicano, antiguo funcionario diplomático y gubernamental haitiano. Actualmente, Director Ejecutivo de la Fundación Zile.

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