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La sentencia del Tribunal Constitucional: una oportunidad de cambio

Los latinos en los Estados Unidos no están totalmente satisfechos con el presidente Obama con relación a la política migratoria. Sin embargo, votaron mayoritariamente por él en la elección del año pasado. Sencillamente, porque llevó a cabo una ofensiva frente al congreso a favor de una reforma migratoria. Asimismo, por reconocer siempre los aportes de los inmigrantes hasta incorporar uno de sus representantes en su gabinete actual en la persona del Ministro de trabajo, Tomás Pérez, de origen dominicano.

En Francia, recientemente el presidente François Hollande, tuvo que hacer una aclaración necesaria sobre las restricciones que parecían anunciar su Ministro de Interior con relación a la reagrupación familiar y otras medidas migratorias. El primer mandatario precisó que su país, a menudo criticado en los informes de Amnistía Internacional, quiere mantenerse como "una tierra de acogida".

En Canadá hasta principio de los 80 el racismo hacia los inmigrantes chinos y otras comunidades de extranjeros era una triste realidad. Ciertamente la situación ha cambiado. No obstante, el Primer Ministro Steven Harper a la vez que anuncia medidas en contra de la migración irregular, entiende que hace falta una reforma migratoria que pueda agilizar las famosas listas de espera. También, una nueva legislación sobre ciudadanía que logre una solución a muchos que se quedaron en un limbo desde las reformas en esta materia en 1977.

De condiciones de trabajadores explotados por la industria azucarera, la revolución cubana concedió a los inmigrantes haitianos junto a los jamaiquinos los mismos privilegios que los cubanos. La integración social y política se realizó sin tomar en cuenta su estatus migratorio. Así obtuvieron al igual que sus hijos la nacionalidad cubana. Claro está, Fidel Castro había desarrollado una relación afectiva con los trabajadores haitianos desde su infancia en Biran.

Los citados arriba forman junto a la República Dominica el grupo de 5 países de mayor concentración de inmigrantes haitianos. Empero, en esta última, sin haberse nunca efectuado una regularización migratoria después de más de un siglo de presencia, se oficializa, con una sentencia del Tribunal Constitucional (TC), un genocidio civil, en un país donde, por orden de su Jefe de Estado, ya se había dado una masacre de negros y haitianos hace 76 años.
En ese contexto, el rechazo mayoritario de distintos sectores de la sociedad dominicana a la grave decisión del TC, por sus repercusiones en las relaciones con Haití y la participación de la República Dominicana en los organismos internacionales, debe ser visto como una oportunidad de cambio radical para el Ejecutivo en el manejo de la cuestión haitiana.

Hasta ahora, cuando no es de involucramiento directo en la forma más cruel, es, por lo menos en los últimos 13 años, una política de "laisser faire" a favor de las corrientes nacionalistas anti haitianas las más repugnantes. Las cuales, constituyen las barreras para una relación de amistad sincera y de cooperación auténtica entre los dos países.

Probablemente, hacía falta llegar hasta este punto para ver como por el anti haitianismo de grupos minoritarios puede llegar a exponer a todo un país a la ridiculez internacional y arriesgarse importantes intereses dominicanos. Sorprendió ver a jerarcas eclesiásticos, contrarios a la visión humanista del Papa Francisco sobre las migraciones con su visita a la isla italiana de Lempedusa, apoyar tan funesta sentencia valientemente rechazada por dos juezas del tribunal.

Para evitar que tan mal ejemplo sea reproducido, en contra de emigrantes dominicanos, hay que ver la sentencia de desnacionalización oficial del Tribunal Constitucional como un mal precedente que debe ser enérgicamente repudiado por todas las comunidades de migrantes del mundo.

Toda vez, una ocasión histórica es ofrecida al Poder Ejecutivo dominicano para tomar una iniciativa de gran impacto en el tratamiento de la cuestión migratoria haitiana, comenzando por distanciarse claramente con los promotores del anti haitianismo, en el único país del grupo de los 5, cuyo Jefe de Estado o de gobierno no ha reconocido aún la contribución de nuestra comunidad a su nación.

Actuar como Poncio Pilato esta vez resultaría muy perjudicial para el buen renombre de un presidente que prometió "Hacer lo que nunca se hizo".

*El autor es sacerdote anglicano, antiguo funcionario diplomático y gubernamental haitiano. Actualmente, Director Ejecutivo de la Fundación Zile.

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